Pandemia: Qué hacer cuando tus cercanos no se cuidan




Rompen cuarentena, se resisten a la mascarilla, no respetan la distancia social. No sanitizan nada, tratan de exagerados a los que se cuidan, presionan para juntarse. Algunos más extremos rompen cordones sanitarios, cuestionan las medidas restrictivas y bordean el negacionismo. Las personas que no se están cuidando del Covid-19 no solo juegan en contra de la salud pública, sino que tensionan y llenan de ansiedad a quienes intentan cuidarse y conviven con ellos. Sus cercanos terminan trasladándose de casa o peleando a diario por el riesgo constante al que son expuestos. El primer impulso es tratarlos de egoístas e inconscientes. Pero para las personas que se relacionan afectivamente con ellos, quizás sea más sano tratar de entender algunos aspectos más profundos detrás del fenómeno. La psicóloga transpersonal Gabriela Benavides, la socióloga Pía Mora y la psicoanalista Constanza Michelson desentrañan las razones del porqué quienes tienen el privilegio de hacer cuarentena y cuidarse, no lo están haciendo.

Fase de negación

Para la psicóloga Gabriela Benavides, esta conducta está totalmente asociada a un tipo de reacción frente a una situación traumática. “Estamos pasando por una situación objetivamente nociva que está atentando contra la vida humana. El cuerpo se defiende de recibir un impacto tan grande como una pandemia, y frente a este estímulo traumático una de las reacciones es la negación”. Dentro del trauma las formas de reaccionar pueden ser distintas, dependiendo de las etapas en que cada uno se encuentre. Existen los que híper reaccionan, se llenan de miedo y tienen todo muy controlado y sanitizado. Otras personas tienen estrategias más equilibradas; controlan lo que pueden controlar. Y otras definitivamente no se conectan con la realidad o exageran; meten a más personas a la casa, se acercan más y salen más que de costumbre. “Incluso hablan del paranoiavirus como si esto no fuese un hecho real”. Es algo en lo que coincide la psicoanalista Constanza Michelson; la negación es un mecanismo de defensa. “Ciertas subjetividades son más negadoras que otras, y hay que entender que es su manera de lidiar con la verdad de la fragilidad y la muerte”.

Educación emocional cero

Otro de los factores que inciden en el fenómeno de los que no se cuidan es el estar inmersos en una sociedad donde la educación emocional no ha sido parte de nuestra base. “Nuestro aprendizaje va más bien con negar la posibilidad de conectarnos con las emociones “negativas”, que no son negativas sino solo displacenteras; entre ellas la vulnerabilidad y el miedo”, dice Gabriela. El miedo como emoción tiene una función crucial: protegernos. El no haber aprendido a conectarnos con el miedo y aceptarlo como una emoción válida nos coarta la posibilidad de cuidarnos frente a un estímulo nocivo. Como aclara Gabriela, esta falta de educación emocional lleva a un rechazo a mostrarse vulnerables. El uso de la mascarilla, quedarse en la casa, cuidar a tus cercanos y ser más estrictos con la higiene, podría significar un símbolo de vulnerabilidad y fragilidad que ciertas personas no están dispuestas a mostrar. “Aceptar que algo me da miedo, que necesito ayuda, que estoy pasándolo mal, no solo recae en el dolor intolerable, sino que también me afecta lo que la gente piensa de mí. La posibilidad de sentir fragilidad es visto como un signo de debilidad, y la debilidad en nuestra sociedad está súper mal vista”. Finamente, el no haber aprendido desde pequeños a reconocer ni elaborar estas emociones nos aleja de la empatía. “Cuando no he sido empático y compasivo conmigo, no puedo desarrollar ese nivel de empatía con otras personas, y se me va a hacer mucho más difícil entrar en una frecuencia generosa de cuidado”.

Una mirada sesgada de la realidad

Para la socióloga Pía Mora, existe un fenómeno creciente: las personas cada día construyen más la realidad en base a su propia subjetividad. La gente construye su opinión en gran parte sobre la base de experiencias personales, en contraposición con los datos o hechos concretos. “Las sociedades contemporáneas han priorizado al individuo sobre el colectivo o la comunidad. Las personas quedan solas, liberadas a sí mismas y construyen su realidad desde ellos mismos”. Esto se ve reforzado y reflejado, entre otras cosas, por las redes sociales, donde solemos tener entre nuestros contactos y seguidores en su mayoría a gente parecida a nosotros.

“Te vas aislando y construyendo una realidad más endogámica. Y aun cuando tengas evidencia científica sobre el covid, si en tu experiencia subjetiva no tienes cercanos contagiados o gente del ámbito de la salud que te diga que esto es grave, no le das tanta importancia porque en tu propia realidad cotidiana no es algo tan presente. Si eres joven, por ejemplo, y te rodeas de gente joven, que son menos vulnerables a la enfermedad, se refuerza esa creencia de que en verdad no pasa nada o que no te va a pasar a ti”. Por otra parte, esta subjetividad también está determinada por el espacio donde nos movemos. “El hecho de que vivamos en barrios tan homogéneos hace que los que estamos en situaciones de privilegio nos cueste ver directamente en primera persona cuál es el costo de este virus para los demás. Vivimos tan separados que la realidad de los otros nos es ajena. Nosotros estamos resguardados, seguros, con comida y nos cuesta más sensibilizarnos con lo que realmente está pasando y por lo tanto también integrar la complejidad del problema. No estamos aislados en términos de información, pero sí de experiencia”.

Y por último: la crisis de confianza en las instituciones. Si no hay confianza no hay colaboración para enfrentar problemas comunes, dice un estudio sobre políticas públicas de la Universidad Católica, que bien podría aplicarse a este fenómeno como un factor más. “La falta de confianza genera fragmentación social, pues las redes se vuelven estrechas y parciales. Esto se traduce en una desvinculación entre la ciudadanía y el Estado, lo que lleva a un menor cumplimiento de las obligaciones civiles”.

El miedo a estar con uno mismo

Para muchas personas, el hacer una cuarentena restrictiva puede resultar muy amenazante. “Entrar a la casa física implica estar 24/7 con uno mismo y conectarte con tu sombra”, dice Gabriela. “Hemos sido muy criados en el ruido, en las redes sociales, en el contacto constante con otras personas. No tenemos entrenamiento en la observación de lo que habita adentro. Aprendimos a atraer espacios de placer y satisfacción y no de lo sombrío. Esta pandemia nos obligó de una manera no consensuada y muy abrupta a entrar en el silencio, donde empiezan a aparecer temáticas de conflicto y espacios de mayor oscuridad y eso puede ser muy atemorizante para algunos. No hay mucha escapatoria en un espacio de confinamiento, hay un contacto obligado con aspectos que no tengo acostumbrado a conectar; pena, miedo, ansiedad, incertidumbre, fragilidad. Salir de la casa era una manera de distraer la mente, y ahora el estar frente a frente con tus ansiedades es estar entre la espada y la pared. Cuidarse requiere el coraje de enfrentarse a uno mismo y no todos quieren hacerlo; en algunos genera esta reacción de salir y de desafiar”.

La masculinidad cuestionada

Si tienen la sensación de que son los hombres quienes menos se cuidan quizás estén lo cierto; la defensa de la masculinidad puede ser una de las razones detrás de la falta de cuidado. Constanza Michelson señala que “los hombres suelen ser muy negadores, más que las mujeres. Seguramente por una cuestión de masculinidad cultural. Eso de “protegerse” a algunos hombres les parece poco viril”. Y los datos lo avalan; un artículo co-escrito por investigadores de la Universidad Middlesex de Londres, y el Instituto de Investigación de Ciencias Matemáticas en Berkeley, California, indica que los hombres están menos dispuestos a usar mascarillas que las mujeres. Entre los motivos para no utilizar protección frente al coronavirus aparecen que “no son cool” y que constituyen “un signo de debilidad”. Además, en relación a las mujeres, tienden menos a creer que podrían verse afectados gravemente por el Covid-19, a pesar de los datos que indican lo contrario. Según el estudio, en países como China, Italia, España y en ciudades como Nueva York han muerto más hombres que mujeres por Covid-19. Y aun así deciden no cuidarse.

El factor salud mental

Un factor que a veces se nos olvida al intentar entender a quienes no se están cuidando del Covid-19 es la salud mental. Constanza Michelson reconoce que “muchos no se cuidan, no desde la soberbia, sino que desde el auto castigo depresivo; andan por la vida como si no merecieran vivir”. Gabriela agrega que la gente que ha estado inmersa en el sinsentido de la vida y del propio cuidado es más propensa a no protegerse en estas circunstancias. “Son personas que no han tenido la oportunidad en su vida de relacionarse con la actitud de autocuidado o de cuidar a otras personas, porque nunca lo aprendieron, han crecido y vivido en ambientes poco cuidadosos o tienen una desesperanza aprendida; por lo tanto, no le ven un sentido. Las personas que están deprimidas aplanan la afectividad y no sienten un interés por cuidarse, hay una abulia, una falta de voluntad”.

Cómo negociamos con ellos

Al estrés y ansiedad que significa vivir una pandemia, ver amenazada la salud, estar alejados de los seres queridos y ver mermada su situación financiera, a los que conviven con familiares o cercanos que no se cuidan, se les suma la invalidación de lo que están viviendo. “El hecho de que alguien de la casa no esté actuando acorde a lo que se está pidiendo aumenta los síntomas de ansiedad producto de este trauma. No se sienten en un espacio seguro porque alguien los trata de exagerados y está transgrediendo sus límites”, dice Gabriela.

Entre sus consejos para lograr negociar y persuadir a quienes viven contigo para que se cuiden, señala como crucial no reaccionar con el otro de manera directa e impulsiva, sino partir por uno mismo. Afirma la importancia de reconocer como familia la situación en la que estamos; una experiencia difícil de manejar y tremendamente nociva. “Desde ahí hay que darse el espacio para conectar con lo que nos pasa frente a esta transgresión de límites, para poder expresarle al otro nuestros sentimientos respecto a su actuar. Si no le digo a la persona lo que siento no puedo negociar. El foco debe estar siempre en uno, en pedir que te cuiden y que no traspasen tus límites. Debo hacer una petición clara: no salgas de casa, si sales lava la ropa, no tengas contacto con otras personas. Puedo tener dos respuestas; si o no, y frente a una negativa debo tomar una decisión; trasladarme de domicilio, mantener distancia física, lo que sea realista dentro de mis posibilidades", explica Benavides.

"Para poder liberar la ansiedad y el nivel de estrés y responsabilidad que estoy adquiriendo por esta situación es importante hacer una división entre lo que es responsabilidad mía y lo que es responsabilidad del otro. Yo solo puedo expresar lo que siento, hacer mi petición y tomar las decisiones que tenga al alcance, el resto no puedo controlarlo. Es frustrante, sí. Pero estamos en una situación que es frustrante, atemorizante, dolorosa. No podemos pretender siempre estar felices o buscar la satisfacción frente a una pandemia, estamos tratando de preservar la vida física y psíquica, y estamos haciendo lo que podemos. Cuidar la vida es un acto de coraje”, añade.

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