Qué riesgos tiene compartir fotos de tus hijos en redes sociales

Postear fotos en Instagram o Facebook es un fenómeno propio y natural de este siglo, pero ¿qué sucede cuando las imágenes son de tus hijos, menores de edad? El sharenting, término con que se conoce a cuando los padres comparten imágenes de sus hijos, conlleva que la huella digital del menor queda trazada, con la posibilidad de uso malicioso por terceras personas, incluyendo robo de datos y manipulación de imágenes.


Arturo nació en 2002 y desde entonces su vida ha sido documentada por sus padres y familiares a través de las redes. Como centennial, está habituado a que fotos suyas y de su entorno circulen en formato digital. “Crecí en la génesis de Facebook, en un álbum compartido por todo el mundo”, reflexiona. “No tenía juicios sobre eso, ni que me fuera a afectar”, añade.

Las fotos de Arturo eran las típicas: el primer día de clases, actos escolares, cumpleaños, paseos con la familia, el regaloneo de las abuelas. Ninguna turbulencia hasta que en el tránsito hacia la adolescencia, comenzó a sentir incomodidad con las capturas fotográficas que seguían subiendo sus papás. “Estaba en proceso de descubrimiento del cuerpo”, acota, “el niño-hombre que debe preocuparse del físico. Las imposiciones eran fuertes”.

Entonces Arturo decidió abordar a los papás. Quería que bajaran las imágenes que afectaban su autoestima.

“Él pidió que se le consultara siempre”, cuenta su madre Victoria, “porque no le gustaba cómo se veía. Estaba gordito y no quería más fotos”. La solicitud de Arturo se extendió al resto de la familia, en particular a la abuela paterna que, orgullosa del nieto, había convertido su cuenta de Facebook en una detallada bitácora de su crecimiento y actividades con fechas y lugares.

El viejo álbum fotográfico familiar con instantáneas decoloradas registrando cada paso de los más chicos de la casa al que sólo tenía acceso la familia, cercanos y eventualmente amigos, lo mismo la antigua costumbre de las fotos de los seres queridos en la billetera, son formatos propios de un museo de la vida moderna en los siglos XIX y XX. En países industrializados como Estados Unidos, Canadá, Alemania, Reino Unido o Japón, tres de cada cuatro menores de dos años cuentan con material fotográfico en línea.

El sharenting, término anglo que conjuga share (compartir) con parenting (paternidad), es una práctica propia de esta era hiperconectada, que implica la elaboración de un archivo suscrito a redes sociales, de preferencia Facebook e Instagram, registrando distintos momentos cotidianos en la vida de los hijos.

Eventualmente, ¿qué tiene de perjudicial una manifestación de cariño y orgullo parental sobre los retoños? En primera instancia, nada, excepto que la huella digital del menor queda perfectamente trazada con la posibilidad de uso malicioso por terceras personas, incluyendo robo de datos y manipulación de imágenes.

La empresa londinense de servicios financieros Barclays estima que en el inicio de la próxima década, cuando al menos un par de generaciones hayan sido parte de esta costumbre digital, los fraudes en línea gracias a esa información podrían superar los US$870 millones, junto con producir 7.4 millones de casos de identidad suplantada.

Según registros de la firma de seguridad en internet AVG , los padres de menores de seis años postean 2.1 informaciones semanales, en tanto la actividad decae a medida que los niños crecen. Desde los seis hasta los 13 años, imágenes y otros datos descienden a 1.9 semanal. Después de los 14 años es menos de una vez por semana, con 0.8.

A partir de 2016, Francia lleva la batuta en el control del sharenting. Multas de hasta 45 mil euros y un año de cárcel pueden recaer por la publicación de fotos íntimas de los hijos sin su venia.

Haciendo clic

En Estados Unidos, un 58% de los padres considera que no hay problema con postear fotos de los retoños sin su autorización, acorde a datos de la empresa de seguridad McAfee. Pero los hijos no piensan lo mismo. “Mamá, ya lo hemos hablado. No puedes publicar fotos mías sin mi consentimiento”, se quejó la hija de Gwyneth Paltrow, ante una imagen suya usando lentes para esquiar, subida por la actriz. “¡Pero si ni siquiera se te ve la cara!”, se defendió la afamada madre. Todo el mini drama disponible en línea.

Cuando se trata de gente reconocida subiendo fotos familiares íntimas involucrando a menores, ¿es un acto de mercantilización?

“No sé si llamarlo así”, responde el psicólogo Carlos Morales, coordinador del núcleo de infancias de la facultad de ciencias sociales de la Universidad de Chile, “pero sí me parece que quienes son figuras públicas, influencers, tienen una responsabilidad importante de lo que proyectan, al naturalizar la exposición de la vida privada de un niño”.

¿Deben los padres consultar a los hijos cuando suben sus imágenes a redes? Considerando obviamente la edad de los niños para exponer ese tipo de asuntos, a Morales le parece pertinente. “Tiene que estar mediado por una conversación, alguna explicación que le permita a los niños, y sobre todo mientras son más grandes, participar en la decisión de sus padres de compartir ciertas imágenes”, puntualiza.

En opinión del psicólogo, es necesario que los progenitores visualicen las implicancias “para ese sujeto niño o niña” del contenido a exponer. “A lo mejor para un padre, para una madre, puede ser súper divertido compartir una situación de un hijo”, explica, “pero para el hijo, la hija, representa vergüenza, pudor. Es ahí donde la conversación sobre lo que se publica es importante para considerar la experiencia del otro”.

Compartir el cariño

Como reportera, Cecilia tuvo acceso hace una década a información de la Policía de Investigaciones que recomendaba no subir fotos de hijos “porque los pedófilos aprovechaban esas instancias para trucar imágenes”. En aquel entonces, madre por primera vez, tomó una decisión drástica con su pareja: nada de subir fotos del bebé. Cuando alguien de su entorno publicó unas imágenes, el reclamo fue inmediato. “Pero luego nos dimos cuenta de que era una psicosis”, asume. “No puedes imaginar que como familia no puedas mostrar el crecimiento de tus hijos. Cuando eres primerizo vives con mucho temor”.

Como papás de la Generación X, Cecilia y su pareja no son nativos digitales y, por lo mismo, esa debilidad se ha transformado en fortaleza al chequear con mayor rigor las interacciones y accesos a sus redes. “No están abiertas a todo el mundo, sino a los más cercanos”, subraya.

Entre las reglas de Cecilia, que también es madre de una niña, “nada de imágenes piluchos”. “Nosotros venimos de una época en que era supuestamente divertido tener fotos mientras te bañaban”, rememora. “Tampoco los exponemos a quedar en ridículo. Cosas chistosas no las subimos, sino fotos con la familia para comentar que la pasamos bien, que estuvo entretenido y el cariño. O fotos de antes y después para ver cómo crecen, cosas de chochera. Para nosotros, Instagram y Facebook son álbumes de fotos donde compartimos el amor por los hijos. No subimos nada a Twitter”.

Precisamente la red, que acaba de comprar Elon Musk, es susceptible a situaciones contraproducentes en este ámbito. “Lo he visto mucho en Twitter”, asegura el psicólogo Carlos Morales. “Por querer visibilizar una situación de bullying, los padres terminan contando la historia íntima de su hijo. Entonces el niño se transforma en un fetiche, en una bandera reivindicativa”, cuenta.

El profesional observa un par de fenómenos asociados al sharenting. El primero se relaciona con creer “que todo se tiene que resolver en lo público”, lo cual imposibilita el manejo de conflictos en un ámbito privado. La segunda arista implica una necesidad de los adultos “de sostener su narcisismo parental, el querer mostrarse competentes con sus capacidades para criar, y hacerlo a través de estos medios de reconocimiento para validarse y segurizarse”.

“Dejar a los menores en una situación de objeto de extensión de narcisismo de los padres, puede afectar y diluir la personalidad de los niños y adolescentes”, asegura Carlos Morales.

El psicólogo recomienda a los padres mantener las cuentas en una configuración privada y revisar periódicamente a las personas con acceso a redes sociales. “Si quieres usar tus redes para transmitir ciertos mensajes porque influencias en un determinado tema”, profundiza el psicólogo, “hay que evaluar si en esa red tiene sentido incorporar cuestiones de la vida personal”.

Morales insiste en consultar con los hijos el material a compartir y evaluar los efectos que esto puede tener en el corto, mediano y largo plazo. “Las redes tienen memoria, y algo que ahora parece inocuo, inocente, puede tener consecuencias”, advierte. “Tampoco se trata de adoptar una postura paranoica respecto de las redes, porque son parte de la cultura. Pero sí es importante hacer un uso responsable y meditado de la información que compartimos”, aconseja.

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