300 días para perder una elección: La historia íntima de la derrota de Matthei
En Chile Vamos aún no se reponen del quinto lugar que sacó su abanderada presidencial, quien lideró todas las encuestas hasta mayo. A una semana del golpe, algunos de los protagonistas de esta derrota revelan detalles de los problemas y errores que los llevaron a este resultado.
A una semana de la mayor derrota presidencial sufrida por la derecha tradicional, las causas de la debacle se han tomado la discusión de los partidos. Porque si bien los indicadores de las últimas semanas auguraban que Evelyn Matthei no estaría en la segunda vuelta, en ninguno de ellos estaba la magnitud de la derrota. Para muchos sigue siendo inexplicable que la exedil terminara en el quinto lugar (con un 12,5% de los votos), considerando que hace poco más de 300 días, a inicios de 2025, y por más de un año, lideró sin contrapesos las encuestas.
Las luces de alerta se encendieron en mayo en Chile Vamos, cuando se inició el desplome, por una cadena de errores estratégicos y polémicas declaraciones que minaron su inicial favoritismo.
Pero no fue hasta dos meses después cuando quedarían en evidencia las profundas diferencias entre la candidata, su equipo y una parte de su coalición base, por el asunto de los bots. Un conflicto que se transformaría en una constante en la campaña y que terminaría por agudizar la caída.
Fue el lunes 28 de julio cuando Matthei tomó una decisión que le costaría caro. A las 8 de la mañana de ese día, en una entrevista en Radio Infinita, embistió contra el líder republicano, José Antonio Kast, y anunció que evaluaba presentar una querella por la campaña en redes sociales que buscaban dañar su candidatura presidencial.
“Esto es una amenaza para la democracia. Esto es suficientemente grave como para que yo no lo deje pasar. Y yo no lo voy a dejar pasar” (...) Posiblemente va a haber una denuncia por parte de los senadores de RN y después yo veré si me querello”, dijo en parte de su intervención en la que también cuestionó la “idoneidad de los dirigentes republicanos”, porque “ese tipo de campañas son más bien propias de los regímenes autoritarios”.
No era la primera vez que Matthei se refería a lo que ella ya había denunciado como una “campaña asquerosa” en su contra por la adulteración de videos difundidos por cuentas en redes sociales de supuestos adherentes republicanos en los que se intentaba hacerla aparecer con síntomas de alzhéimer, lo que generó apoyos transversales. La diferencia, es que esta vez su insistencia en judicializar el tema contravenía los consejos de su propio equipo.
“Es una muy mala idea”, “cómo vamos a entregar la campaña a la intervención de un tercero (en referencia a la Fiscalía)”, le habían recomendado el día anterior, el domingo 27 de julio, algunos miembros del comité político. También lo había hecho su “comité asesor senior”, que integraban el exsubsecretario de Piñera Rodrigo Ubilla, el extimonel de la UDI Ernesto Silva, el exministro Claudio Alvarado, el exministro Gonzalo Blumel, la periodista Fernanda Otero y el empresario César Barros. Se trataba del grupo de asesores de mayor tonelaje político y experiencia en campañas presidenciales.
Matthei, recuerdan algunos de los partícipes de ese encuentro, estaba muy molesta con Kast. Escuchó los argumentos de sus principales asesores, pero en ningún momento les dijo que seguiría su consejo. Una situación que se repetiría a lo largo de la campaña y que llevó a alejarse a muchos dirigentes de Chile Vamos que estuvieron en algún momento muy comprometidos con su opción.
Esa vez, la insistencia de Matthei por judicializar el tema, terminó por gatillar los primeros descuelgues públicos de personeros de Chile Vamos, entre ellos el expresidente de RN Carlos Larraín, seguido -en esos días- por el senador del mismo partido Alejandro Kusanovic. Pero además, generó un cisma dentro del comando de la abanderada de Chile Vamos. El primero en alejarse fue Alvarado y poco después le seguirían Ubilla y Ernesto Silva, críticos de la estrategia de campaña y también del estilo de una candidata “que escucha, pero que termina haciendo lo que quiere”.
Principio del fin
La desafección de sectores de la derecha más conservadora respecto de Matthei se había iniciado mucho antes. Esta habría comenzado en enero, señalan, tras el acuerdo alcanzado por el oficialismo y senadores de RN, la UDI y Evópoli para la reforma de pensiones.
Matthei no estaba muy convencida de que fuera el momento más oportuno para respaldar una iniciativa de esa envergadura, la que era rechazada de plano por republicanos y libertarios. Pero, luego de una serie de posturas dubitativas -que le restaron liderazgo-, terminó por darle su apoyo.
“El acuerdo previsional puede haber sido muy bueno para el país, pero políticamente tuvo costos muy grandes para la candidatura de Matthei”, reconoce un exdirigente UDI.
Ese hecho terminó por distanciar a Kast y Kaiser con Chile Vamos y cerró las pocas posibilidades -con este último- para una primaria presidencial.
En Chile Vamos siguen lamentando el no haber logrado sellar -aunque fuera sin Kast- ese proceso, que terminó impactando con mucha más fuerza a la candidatura de Matthei que a la de sus contendores en la derecha.
Sin una planificación previa y apremiados por el temor de que Matthei perdiera visibilidad frente a los candidatos del oficialismo que disputarían la primaria en junio, en Chile Vamos comenzaron a buscar distintas alternativas para concretar una elección exprés, que incluyera a personeros de los partidos de la coalición y de los del centro. Nombres como los de Rodolfo Carter, Luciano Cruz-Coke y Francisco Chahuán se pusieron sobre la mesa, luego de que el Servel desestimara la posibilidad de inscribir a la líder de Demócratas Ximena Rincón.
Al final la iniciativa no prosperó. La propia coalición la desactivó ante el riesgo de que se les acusara de armar una “primaria de papel” y que ésta no fuera competitiva frente a la del oficialismo.
La falencia de un relato -como la líder de la oposición al gobierno de Gabriel Boric- también es visto como uno de los flancos de su campaña.
“Ella nunca se concentró en atacar al gobierno y a la candidata de la continuidad, Jeannette Jara, algo en lo que Kast fue muy efectivo”, afirma un dirigente de la UDI.
Desde Chile Vamos acusan que desde un inicio la candidatura tuvo dificultades para encontrar el tono adecuado y un mensaje coherente, algo que muchos adjudican a la falta de un comando con experiencia en campañas presidenciales.
Aún les sorprende que durante los primeros cuatro meses del año -cuando aún gozaba de un alto apoyo en las encuestas-, Matthei no tuviera un equipo robusto que se hiciera cargo no sólo del diseño de la campaña sino también de estructurar una narrativa que se acoplara con el sentir mayoritario de la ciudadanía.
Hasta fines de marzo el equipo de Matthei lo conformaron cuatro personas: su jefe programático, el historiador Juan Luis Ossa; las abogadas Magdalena Vergara y Constanza Castillo, y el periodista Cristián Torres, quien venía trabajando estrechamente con Matthei desde su gestión como ministra del Trabajo.
En abril se sumaron dos nuevas figuras al equipo: la periodista y exjefa de prensa del expresidente Piñera, Carla Munizaga, como jefa de comunicaciones (que terminó renunciando por motivos personales), y el periodista Juan José Lagorio, quien ya había asesorado a Matthei en la Municipalidad de Providencia.
Pero la falta de un comando con una estructura de mayor tonelaje seguiría penando por varios meses.
“Matthei se demoró mucho en armar un comando sólido, pasó mucho tiempo rodeada de su equipo municipal de mayor confianza”, señalan dirigentes de Chile Vamos respecto del rol que tuvo este grupo que la siguió desde la municipalidad y que integraban junto con Torres, su jefa de gabinete Carol Vargas.
La fragilidad del comando central, en esa primera fase, contrastaba con la potencia de los equipos que comenzaron a construir las líneas programáticas bajo la coordinación de Ossa y dejaba expuesta a Matthei a caer en nuevas contradicciones entre lo que ella decía y los objetivos estratégicos a los que apuntaba su candidatura.
El 16 de abril, por ejemplo, mientras el comando buscaba atraer a las fuerzas del centro político que estuvieron por el Rechazo en la primera propuesta constitucional, Matthei formuló unas declaraciones que parecían ir en sentido contrario. En una entrevista en radio Agricultura dijo que “era inevitable que hubiese muertos” en 1973 y 1974, una frase que reabrió una dolorosa herida en el mundo de la ex Concertación al que buscaban atraer.
El impasse obligó a Matthei a ofrecer disculpas, mediante una carta dirigida al economista Sebastián Edwards, pero también a hacer una cirugía mayor -tras presiones públicas y privadas de su sector- en su comando con la designación del expresidente de la Cámara de Diputados Diego Paulsen (RN) como su jefe de campaña. El arribo del abogado, aunque ayudó a calmar los ánimos en la coalición, no logró sacar del letargo a una candidatura que ya había empezado a dar sus primeros tumbos.
Fue en esa época en la que llegó el publicista chileno-ecuatoriano Daniel Pérez Pallares al comando para hacerse cargo del marketing electoral. Su paso sería brevísimo y no exento de conflictos.
“Cuando llegué al comando ya estaba en crisis. Era evidente, porque no había ninguna gobernanza”, dice Pérez Pallares, quien terminó renunciando al comando en agosto, tras apenas un par de meses de trabajo, a raíz de las “diferencias estratégicas y creativas” con el equipo de la candidata. “No había un foco operativo conceptual, sólo había un plan de manejo de medios muy de contingencia, como si siguiera siendo alcaldesa”, añade.
Para este publicista que había participado poco antes en Ecuador en la exitosa campaña que llevó al empresario Daniel Novoa a la presidencia de ese país, “el comando de Matthei nunca logró construir una estrategia fundada en los atributos y fortalezas de la candidata y en sus propuestas (...) Eso significó la destrucción total del ethos de la candidata. Matthei comenzó a desdibujarse completamente. Ahí comenzó la caída de todos los atributos de Matthei como candidata”, recalca.
El publicista planteó sin éxito al interior del comando la idea de ordenar la campaña en torno al concepto de “Levantar Chile”, pero la idea no cuajó. Tampoco su iniciativa de diferenciarse de Kast, sin entrar en confrontación. Para entonces, su relación con algunos miembros del equipo estaba muy deteriorada. Más aún por ser un declarado antipiñerista, lo que en sí mismo era una anomalía al interior de un comando que buscaba arroparse con la figura y el legado del fallecido exmandatario.
El desorden y la falta de conducción de la campaña también se notaba en otras cosas. El diseño de un comando con 11 vocerías temáticas tampoco había dado resultados y lejos de cumplir con los objetivos que se habían trazado -mostrar una candidatura con equipos y propuestas sólidas, que coparan los medios de comunicación-, terminó generando más confusión.
“Una campaña siempre tiene que ir definiendo etapas. Tienes una primaria; luego, la primera vuelta y después la segunda vuelta. Y la narrativa para cada etapa es diferente. Pero durante todo el primer semestre, el posicionamiento elegido fue mucho más de segunda vuelta que de primarias. Fue una opción. Uno siempre va tomando caminos, pero claramente, a la luz de lo que ocurrió, eso fue un error”, reconoce un dirigente UDI que estuvo estrechamente ligado a las primeras etapas de la campaña de Matthei.
Un nuevo cambio de equipos
Las encuestas comenzaron a ser implacables con la exalcaldesa entre mayo y junio, cuando Kast logró superarla en preferencias, posición que nunca logró revertir. Ante ese escenario, a mediados de julio un grupo importante de alcaldes de Chile Vamos se reunieron por Zoom. Gustavo Alessandri (Zapallar), Rodrigo Wainraight (Puerto Montt), Claudio Radonich (Punta Arenas), Isabel Valenzuela (Colina) y Mario Desbordes (Santiago), entre otros. Estaban molestos por la nula recepción que hasta ese entonces habían tenido por parte del comando de Matthei. Alessandri -presidente de la AChM- había ofrecido varias veces activar una red de ediles. No hubo respuesta. Los alcaldes hicieron una dura y larga catarsis.
“Nos sentimos frustrados, ella venía bajando fuertemente y nunca nos pescaron”, dice uno de ellos. “La campaña tenía mucho programa, pero un despliegue territorial pobre, su equipo tenía mucho desconocimiento... ¿Alguno había ganado alguna elección?“, pregunta.
Esta fue una de las razones por las que a principios de agosto hubo una nueva reestructuración del comando de Matthei. Los presidentes de partidos de Chile Vamos y la propia candidata pidieron al senador y expresidente de la UDI, Juan Antonio Coloma, y al empresario y extimonel de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) Juan Sutil, tomar la conducción política y estratégica de la campaña. Algunos dicen que por ese entonces los números internos daban un apoyo a Matthei de una cifra, y un riesgo grande de una fuga a escala de parlamentarios. Los “juanes” lograron reordenar el trabajo interno y al menos frenar la caída. Pero no se logró dar con una narrativa adecuada que permitiera recuperar el voto que para entonces ya se había perdido.
El propio Sutil admitió esta semana a La Tercera que “la candidatura de Evelyn no venía bien, se reforzó para hacerlo mejor y simplemente no dio”.
En reemplazo del publicista Pérez Pallares, Coloma y Sutil trajeron a la periodista y socia fundadora de la agencia de comunicaciones Vía Central, María Irene Chadwick, quien fue jefa de programación durante el primer gobierno de Piñera. La acompañó el periodista Gonzalo Gómez, también de Vía Central, a trabajar en la definición de un plan estratégico para la campaña.
Exintegrantes de ese nuevo equipo recuerdan que cuando llegaron al comando, “lo que encontramos fue un desconcierto total. La gente tenía la sensación de que no había un camino claro. Por eso la tarea principal fue ordenar las cosas, internamente primero y luego el trabajo hacia afuera”. En las cuentas de correos se acumulaban los mails e invitaciones sin responder.
La misma fuente señala que Coloma y Sutil lograron ordenar la casa, pero nunca lograron contrarrestar el nivel de influencia que ejercían sobre Matthei los asesores que ella llevó desde Providencia.
Para entonces, afirman las mismas fuentes, el ambiente al interior de la casona de Enrique Foster, en el barrio El Golf, donde funcionó el comando central de Matthei, estaba lejos de ser el mejor. “Ni siquiera había sentido de equipo, cada uno trabajaba por su cuenta y hacía lo que quería”, remarcan.
La primera semana la destinaron a levantar un diagnóstico de la candidatura y a la segunda semana de trabajo ya estaban reordenando las vocerías técnicas y programáticas. Definieron, entonces, relanzar el comando con un gran evento para dar la señal de que la candidatura aún concitaba energía.
Pero, además, se redefinieron las tareas y los mensajes, en un esfuerzo por reenfocar la campaña, la que hasta entonces, afirman, había estado “demasiado centrada en atacar a Kast”. Desde el comité estratégico Coloma planteaba que había que diferenciarse de Kast, pero no atacarlo. “Los ataques y golpes tenían que ser contra el gobierno y contra Jara, algo que nunca pudimos hacer totalmente en la campaña. Ese fue un grave error”, admite una fuente.
Lo cierto es que el comando de Matthei nunca logró definir una estrategia ni un tono claro sobre cómo enfrentar a Kast. El video del trap “No soy Jara, no soy Kast”, diseñado por los publicistas Sebastián y Cristóbal Zegers y emitido en los últimos días de la franja televisiva, evidenció que seguían abiertas las contradicciones respecto de ir o no en contra del abanderado republicano, cuando el principal mensaje de la campaña era “un gran equipo” y ya muchos en Chile Vamos pedían dar vuelta la página y abrir un diálogo con el resto de las fuerzas de oposición para asegurar el respaldo a quien pasara a segunda vuelta.
La falta de claridad respecto de quién era el principal contendor, los golpeó con fuerza durante toda la campaña. Más aún cuando el gobierno de Gabriel Boric tomó la decisión de confrontar a Kast. El contrapunto entre Boric y el líder republicano terminó por ayudar mucho más a Kast, pues lo posicionó como el principal opositor al gobierno. La estrategia de La Moneda dañó a Matthei, pero también le propinó un duro golpe a la candidatura de Jara.
La falta de una definición respecto de quién era realmente el contrincante se vio agravada por otro hecho, reconocen exmiembros del comando de Matthei.
“La campaña se centró demasiado en hablarles a los partidos y al mundo político”, reconocen ahora. “Se gastó mucha energía y esfuerzos en mostrar que Matthei encabezaba una gran coalición que representaba a ese 62% que estuvo por el Rechazo a la primera propuesta constitucional, cuando el objetivo de la campaña se debió enfocar en representar con propuestas el sentir de ese 62%”, añaden las mismas fuentes.
Para amplios sectores de Chile Vamos, la opción de Matthei -tras las primarias- de buscar al votante de la centroizquierda y el ingreso de personeros de Demócratas y Amarillos en roles preponderantes de la campaña de Matthei, terminaría siendo contraproducente y profundizaría el desapego de un sector de la derecha con su candidatura y nuevos descuelgues. Entre ellos, el diputado Miguel Mellado, jefe de bancada de RN, quien terminó renunciando a ese cargo y al partido.
En privado no fueron pocos los que, como Claudio Alvarado, advirtieron a Coloma y a otros altos dirigentes de Chile Vamos la molestia que generaba en la derecha la cercanía que Matthei mostraba con ese mundo y que se dejara -por ejemplo- al exministro de Bachelet Carlos Maldonado la vocería del comando en temas de seguridad, la principal bandera por lejos de esta campaña.
El resultado -dicen- fue dejar el campo abierto a Kast y a Kaiser.
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