Las razones detrás de las ventas de activos claves de empresas chilenas en los últimos años

En los últimos dos años, empresas chilenas se han desprendido de activos importantes para su funcionamiento por US$6.500 millones. Compañías como Masisa, Entel, Arauco, Colbún, Wom, Telefónica y Enel, han vendido bosques, data centers, antenas o líneas de transmisión, protagonizando las transacciones del mercado.


Fue el pasado 6 de enero cuando Sonda, vía hecho esencial, comunicó al mercado la decisión de contratar a Santander como asesor financiero para explorar la venta de sus servicios de Cloud y Data Center. Esta es sólo la última de una serie de anuncio de grandes compañías que optan por desprenderse de parte de sus activos, aquellos que son importantes para su funcionamiento, pero no el centro de su negocio.

Bosques, antenas, redes de fibra óptica, data centers o líneas de transmisión han sido protagonistas de las últimas transacciones en el mercado local. En 2022 las operaciones de este tipo alcanzaron unos U$3.266 millones, mientras que en 2021 bordearon los US$3.353 millones.

Entre las mayores transacciones de este tipo en 2022 están la venta de Enel Chile de Enel Transmisión por US$1.345 millones, y los US$930 millones que recibió Wom por desprenderse de 3.800 torres de telecomunicaciones. A ellas se suman la venta de las redes de fibra de Entel por US$358 millones, y cuatro unidades de data centers por otros US$633 millones; además de la venta de activos forestales en argentina por parte de Masisa por US$69,36 millones – en 2020 había vendido otros bosques por US$350 millones-.

En 2021, las mayores operaciones anunciadas fueron las de Colbún, que enajenó Colbún Transmisión por US$1.200 millones, y Telefónica que por US$1.000 millones vendió el 60% de su filial de fibra óptica, a las que se suman las dos ventas de bosques de Arauco por un total de US$730 millones, y los US$423 millones que recibió Gasco por desprenderse de Gasmar.

José Ignacio zamorano, director de finanzas corporativas de BTG Pactual Chile, sostiene que “en los últimos años hemos visto una tendencia ya consolidada de mayor preponderancia en M&As de infraestructura, dado que en ambientes de extrema volatilidad económica como la que hemos tenido en LatAm, la búsqueda es hacia retornos estables vía negocios B2B (business to business, es decir de empresa a empresa), más resilientes al ciclo económico”.

Por su parte, Heinrich Lessau, managing director de Credicorp Capital, apunta a que “efectivamente es una tendencia que se ha venido dando, en que las empresas tercerizan la propiedad de algunos activos que pueden ser más o menos estratégicos para sus negocios”.

¿Pero qué hay detrás de estas operaciones? Por una parte, hay una explicación netamente financiera. Felipe Porzio, director de finanzas corporativas de LarrainVial, lo plantea de la siguiente forma: si el controlador de una compañía exige un retorno de 12% al capital, pero tiene este activos, como torres o data centers, que rentan 6%, y existe un comprador, habitualmente un fondo de inversión, dispuesto a adquirir dicho activo por un retorno que traído a valor presente es de 12%, el controlador de la empresa vende, pues ese 6% adicional lo puede invertir en la misma empresa, u otro negocio, y buscar un mayor retorno.

“Si mi empresa en bolsa tiene una capitalización de $100, pero alguien está dispuesto a pagar $200 por ese activo, lo vendes”, añade Porzio, quien además apunta a que esto es lo que ha ocurrido con las empresas de telefónica o con las líneas de transmisión, donde las filiales tenían un valor mayor fuera del balance de la empresa controladora.

De hecho, esa es la lógica que llevó a que en 2018 Falabella abriera a bolsa a Mallplaza, donde recaudó US$532 millones; y en 2019 a Cencosud a hacer debutar en el parqué a su unidad de centros comerciales Cencosud Shopping, levantando US$1.054 millones, la mayor IPO en la historia del país. En ambos casos, los activos tenían mayor valor cotizando de forma independiente de su controlador.

En esa línea, Todd Huckaby, socio fundador de Hudson Bankers, comenta que con estas ventas las empresas locales pueden “liberar caja para invertir en su negocio principal, donde hay más retorno. Por ejemplo, hay inversores que pueden aceptar un retorno de 7% de una inversión de redes para arrendarlos a operadores, y los operadores puede obtener esos fondos y hacerlos rendir más”.

Valorizaciones y condiciones

Si en promedio una compañía, normalmente, podría ser comprada por un precio equivalente a 10 o 12 veces su Ebitda - aunque la valorización es caso a caso, y depende del sector-, en el mercado apuntan a que, por ejemplo, hay torres de telecomunicaciones que se han vendido con un valor que está sobre las 20 veces; o en el caso de la línea de transmisión de Colbún, donde la compañía en bolsa transa en una relación de 5 veces Ebitda, su filial fue adquirida por un precio de 19 veces.

Todas estas filiales se han vendido a múltiplos más altos que aquellos reflejados en las acciones, es decir “el mercado de trading no capturaba bien ese valor escondido”, dice un actor de la industria.

Según Lessau, existen una serie de condiciones que deben cumplirse para que este tipo de transacciones sean factibles. Por una parte, este tipo de activos puede quedar vinculado al vendedor (o eventualmente a un tercero) a través de contratos de arrendamiento de largo plazo - como ha sido el caso de las ventas descritas-, “lo que permite al comprador monetizar su inversión a través de este arrendamiento y al vendedor mantener la operación del activo”, sostiene.

Y la otra, agrega, “es el desarrollo de inversionistas especialistas en ciertas categorías de activos, que buscan este tipo de transacciones como una oportunidad de inversión atractiva, y que tienen un costo de capital menor al del vendedor, lo que posibilita que el precio de venta sea atractivo tanto para el comprador como para el vendedor”.

Según Zamorano, existe apetito por parte de diversos actores por esta clase de activos, y “un elemento relevante ha sido también la escasez -tanto del sector público como privado- de nuevos proyectos en infraestructura, por una mayor complejidad en la obtención de permisos, incremento de tasas de interés y menor agresividad en los financiamientos que han resultado finalmente en relaciones riesgo/retorno menos atractivas. Estas condiciones han redirigido las inversiones hacia procesos de M&A sobre compañías de infraestructura, donde activos en operación, contratados y ya financiados han aumentado su valor relativo”.

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