Préstamos fáciles, gran servicio: por qué Silicon Valley adoraba al Silicon Valley Bank

Foto/ilustración: ALEXANDRA CITRIN-SAFADI/THE WALL STREET JOURNAL; FOTOS: DAVID PAUL MORRIS/BLOOMBERG NEWS, ISTOC

SVB ayudó a muchos en el mundo del emprendimiento a prosperar, y luego el mercado se enfrió. Fundado en 1983, ofrecía servicios bancarios a empresas de nueva creación que a menudo no eran rentables, en algunos casos ni siquiera tenían un producto, y que de otro modo tendrían dificultades para obtener una línea de crédito o un préstamo de un banco más grande.


El Silicon Valley Bank (SVB) utilizó incentivos financieros y redes estratégicas para atraer tanto a inversores de capital riesgo como a sus incipientes empresas tecnológicas. Esa estrategia impulsó un crecimiento espectacular durante décadas y dejó al sector extraordinariamente vulnerable cuando el banco se hundió.

SVB, fundado en 1983, ofrecía servicios bancarios a empresas de nueva creación que a menudo no eran rentables, en algunos casos ni siquiera tenían un producto, y que de otro modo tendrían dificultades para obtener una línea de crédito o un préstamo de un banco más grande. Las empresas de capital de riesgo también operaban con SVB y a menudo animaban a las empresas de su cartera a hacer lo mismo.

Cuando SVB captaba un cliente de una startup, a menudo intentaba hacerse con todo su negocio, presionando a los prestatarios para que depositaran allí todos sus depósitos, en parte para que el prestamista tuviera garantías para los préstamos. Estas maniobras no eran exclusivas de SVB, pero contribuyeron a arraigar el banco en el mundo de las empresas.

Mo Parikh, fundador de la empresa de software Bandwango, cambió las cuentas de su empresa a SVB el año pasado, porque su firma quería obtener una línea de crédito y las condiciones de SVB eran atractivas. Bandwango suscribió una línea de crédito de US$ 1,5 millones a cambio de realizar todas sus operaciones bancarias con SVB y ceder al banco garantías.

“Fue un acuerdo muy interesante”, afirmó Parikh. “En realidad no teníamos que poner nada. Teníamos que asegurarnos de que íbamos a seguir manteniendo nuestro dinero con ellos”, contó.

Las tácticas de SVB ayudan a explicar no sólo las raíces de su propia crisis, sino también el pánico que cundió en el mundo de las startups tras su colapso. Dado que miles de empresas tenían una importante cantidad de efectivo en SVB, cuando perdieron el acceso a sus cuentas tuvieron que apresurarse a encontrar la forma de pagar las nóminas y otras facturas inminentes hasta que el Gobierno federal intervino a última hora del domingo para respaldar todos los depósitos en el banco.

El empresario en serie e inversor ángel Wayne Chang era un cliente habitual. En 2013, el banco se ofreció a ayudarle a comprar una casa utilizando como garantía las acciones que recibió cuando vendió su startup Crashlytics a la entonces empresa privada Twitter Inc., porque no tenía efectivo. Unos años más tarde, SVB le concedió una hipoteca de “bajo 2%”, mucho mejor que otros bancos, dijo.

Indicó que su siguiente empresa, Digits, hizo sus operaciones bancarias con SVB, poniendo en el banco tres rondas de capital que recaudó por un total de casi US$ 100 millones. SVB creó un ecosistema, invitando a los fundadores a eventos sociales, como cenas para inversores de capital de riesgo y fundadores, noches de póquer y mezclas.

“Se trata de futuros cofundadores, socios, clientes e inversores de tu empresa”, explicó Chang. “Nunca fui a una reunión de fundadores de Wachovia Bank ni a una noche de vinos de Wells Fargo. En un lugar impulsado por las relaciones como la comunidad de startups, eso tenía un valor real”, agregó.

Marc Andreessen, cofundador de la empresa de capital riesgo Andreessen Horowitz, que operaba con SVB. FOTO: BECK DIEFENBACH/REUTERS

Mantener todo en familia tenía sus ventajas: Cuando una compañía de cartera tenía dificultades para devolver un préstamo o necesitaba una inyección de liquidez, SVB solía encontrar la manera de complacerla.

Hace varios años, Marc Andreessen, cofundador de la empresa de capital de riesgo Andreessen Horowitz, llamó al banco en nombre de una empresa emergente que no podía pagar una deuda de US$ 10 millones, informó The Wall Street Journal en 2015. El banco dio a la startup seis meses más para devolver el préstamo, informó entonces el Journal.

El sistema pareció funcionar como estaba previsto durante años, y el Silicon Valley Bank trabajó con algunas de las firmas más conocidas del sector tecnológico. Sin él, dicen algunos inversores, algunas de estas empresas no habrían despegado.

Cuando la Reserva Federal empezó a subir las tasas de interés para luchar contra la inflación, el capital de las startups se secó. En 2022, la inversión en startups estadounidenses cayó en torno a un tercio y, en el cuarto trimestre, la captación de nuevos fondos por parte de empresas de capital de riesgo alcanzó su nivel más bajo en nueve años.

Las empresas de nueva creación dejaron de llenar sus arcas, lo que provocó una repentina inversión de los flujos de depósitos y obligó al SVB a vender activos para satisfacer las necesidades de liquidez de los clientes. La subida de tipos también afectó a la cartera de bonos del banco, que no estaba cubierta, por lo que SVB tuvo que vender activos con fuertes pérdidas. Ese comportamiento desató temores sobre la solvencia del banco, lo que provocó US$ 42.000 millones en retiradas iniciadas el pasado jueves, una de las mayores retiradas de fondos bancarios de la historia de Estados Unidos.

Derek Brunelle, que trabajó en Silicon Valley Bank durante más de una década, sostuvo que gran parte del éxito a largo plazo del banco se construyó sobre la base de que todos fueran transparentes y confiaran unos en otros para comportarse bien. A SVB le interesaba ser complaciente con las empresas en cartera, porque los inversores en startups tenían docenas de otras empresas de este tipo que también eran clientes del banco, detalló.

Cuando una compañía biotecnológica en fase inicial, que tenía un préstamo de US$ 5 millones con el banco, tuvo problemas en la fase de prueba del fármaco que estaba desarrollando, sus inversores decidieron cerrar la empresa, relató Brunelle. “Los inversores pidieron paciencia al banco. SVB estuvo de acuerdo y posteriormente asumió unas pérdidas de seis cifras”, añadió.

Al cabo de un año, el mismo equipo directivo de la empresa de biotecnología creó una nueva firma, respaldada por algunos de los mismos inversores.

“El banco se quedó con el negocio”, señaló Brunelle.

A lo largo de cuatro décadas, sus numerosas relaciones dieron sus frutos. Después de la crisis financiera, debido a los bajos tipos de interés, los depósitos inundaron el banco cuando los inversores se volcaron en empresas de capital de riesgo que buscaban mejores rendimientos que las empresas tecnológicas.

Los depósitos se dispararon en 2020, con un salto del 65%, y subieron otro 85% en 2021. Alcanzaron un máximo de US$ 198.000 millones a principios de 2022, el cuádruple de lo que el banco tenía en sus bóvedas a finales de 2018. Por desgracia, invirtió una gran parte de los depósitos en deuda pública estadounidense en el punto álgido del mercado de bonos, y no cubrió adecuadamente su riesgo.

SVB era indulgente a la hora de suscribir préstamos, según los fundadores e inversores, lo que permitió al banco dominar el negocio de la deuda de riesgo y suscribir operaciones que los bancos más grandes consideraban demasiado arriesgadas. En ocasiones, los préstamos incluían acuerdos por los que la empresa se comprometía a depositar en el banco más del 80% de su dinero, según los fundadores e inversores.

SVB también contaba con un ejército de gestores de relaciones que cortejaban a sus clientes fundadores e inversores con un servicio personalizado, impulsando el negocio.

Nicholas Donahue, fundador de la startup Atmos, se reunía con su gestor de relaciones en SVB una vez cada dos meses a través de Zoom. El gestor le proponía abrir más cuentas, incluidas cuentas del mercado monetario que ofrecían tipos de interés más altos que la cuenta de ahorro estándar que utilizaba, explicó Donahue.

Punit Soni, por su parte, dijo que los fundadores de startups como él no suelen tener tiempo para pensar en diversificar las cuentas bancarias. Pasan la noche en vela tratando de crear su producto o servicio, reunir capital, contratar nuevos ingenieros o realizar docenas de otras tareas necesarias para construir su incipiente negocio.

Afirmó que tenía sentido trabajar con SVB porque ofrecía un servicio rápido, y su empresa, Suki AI Inc, pudo obtener préstamos de SVB en condiciones que los bancos más grandes no habrían igualado.

SVB era el tipo de banco, dijo Soni, que prepararía una transferencia bancaria durante un fin de semana para que llegara a un proveedor a primera hora de la mañana del lunes.

Soni comentó que espera que el banco sobreviva de alguna forma para que su firma pueda seguir trabajando con él. “Comprendieron mi negocio. No creo que la gente se dé cuenta de lo importante que es”, aseguró.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.