¿Por qué invertir en Chile?
Por estos días participo en el evento ChileDay, que en esta ocasión se realiza en Madrid y Londres. En ambos programas, con distintos expositores, se repite un panel con la misma pregunta ¿Por qué invertir en Chile? Me gustaría hacerme cargo de esta pregunta, no desde el eslogan ni desde la coyuntura electoral de estos días, sino como una invitación a mirar con claridad lo que nuestro país es capaz de ofrecer.
En los últimos meses hemos discutido de inversiones y permisos desde la mirada del tiempo que tardan los proyectos en conseguir las autorizaciones habilitantes. Tiempo que “casi desespera” como decía el exministro de Hacienda, Mario Marcel, al referirse a la llamada “permisología”.
Reconozco que hay avances desde lo público -como la aprobación de la Ley Marco de Autorizaciones Sectoriales- e iniciativas desde lo privado, como el proyecto Prisma de Sofofa que utiliza inteligencia artificial para identificar las principales trabas de inversión en Chile. Estos son solo algunos ejemplos que suman a una de las variables más importantes que define una inversión: la certeza que da el país.
Ahora bien, dichos avances conviven con restricciones que no podemos obviar. Es por eso que empatizo con el ánimo cauto de los inversionistas. El crecimiento ha sido esquivo, el costo de capital es más alto y la tramitación ambiental y sectorial aún tiene varios escollos. Por lo tanto, la pregunta es atingente: ¿Qué ofrecemos, concretamente, cuando nos miran desde fuera? ¿Podemos decir con confianza que Chile ofrece reglas y certezas?
Nuestra institucionalidad y orden jurídico se han sostenido incluso después de dos procesos constitucionales fallidos, por lo que podemos decir que operamos con reglas estables incluso bajo estrés.
La apertura comercial enfrenta riesgos geopolíticos, pero Chile está diversificando destinos y productos. Un ejemplo es la entrada en vigor, el próximo 25 de septiembre, del Protocolo de Servicios con Indonesia, que abre oportunidades concretas en sectores de alto valor agregado. Además, avanzan negociaciones con Emiratos Árabes Unidos, Filipinas e India. Y aunque el mercado de capitales tiene espacios de mejora, está en curso una modernización regulatoria y de mercado que busca ampliar y diversificar las vías de financiamiento de proyectos de largo aliento.
En infraestructura, la presentación del Plan Nacional de Infraestructura Pública 2025-2055 (PNIP) abre una oportunidad. La cartera considera más de 22 mil proyectos priorizados, 366 billones de pesos en inversión y una hoja de ruta que ordena conectividad, seguridad hídrica, habitabilidad y seguridad energética con revisión cada cinco años. Es un marco exigente y sólo será valioso si se traduce en contratos adjudicados, con permisos en regla y cronogramas factibles. Una buena primera prueba al respecto será la agenda de corto plazo, pues la cartera de concesiones 2025-2026 contempla 15 licitaciones por US$ 7.898 millones —entre ellas, el Tren Valparaíso-Santiago, teleféricos urbanos, obras en la Ruta 5 y recintos penitenciarios—, con un impacto estimado de 22 mil empleos mensuales promedio en 2025.
La energía también puede ser una ventaja competitiva si resolvemos los cuellos de botella en transmisión energética. La combinación de recursos solares y eólicos, sumados a la experiencia operativa del sistema, ya permite una alta penetración de energías renovables y mejores condiciones para la industria y las exportaciones cuando existen contratos estables y trazables.
La minería, lejos de ser un commodity más, es un habilitador de la transición energética, pues en Chile producimos cobre y litio que sostienen la descarbonización global y abren espacio a encadenamientos productivos eficientes, innovación aplicada y desarrollo de proveedores locales.
Asimismo, Chile cuenta con profesionales de alto estándar, una fuerza laboral de clase mundial, cada vez más técnica y certificada. Tenemos experiencia en proyectos complejos que bien pueden desarrollarse en el árido desierto, una inmensa cordillera o una amplia costa.
He tenido la oportunidad de participar en varios ChileDay; de todos me queda una convicción: urge pasar del discurso a la acción y acortar el tiempo entre el anuncio y la primera piedra. Si priorizamos, ejecutamos y rendimos cuentas, la pregunta “¿por qué invertir en Chile?” se responde con hechos, no con discursos. Cuando fijamos fechas, asignamos responsables y firmamos contratos que se cumplen, se materializan nuevas inversiones. Ese es el estándar que creo debemos sostener.
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