La bitácora del doctor Höfer: Día 28, viviendo en el pasado, atrapados en el presente y mirando hacia el futuro


El quehacer científico está lleno de paradojas o dicotomías sin sentido. Por un lado, vivimos permanente en el pasado leyendo lo que otros ya hicieron para formarnos, generar nuevas ideas, buscar nuevas preguntas y apoyar lo que hacemos en el presente. Revisitamos el pasado a diario para dar sentido al presente y guiar el futuro. Sin embargo, estamos atrapados por un presente burocrático inmisericorde e inmediato que a veces casi ni nos deja respirar o pensar, que es lo peor.

Los días desaparecen en una montaña de mails, rendiciones, cotizaciones, órdenes de compra, pagos, y facturas; a las que se suman revisiones de artículos científicos, proyectos, trabajos de estudiantes y colaboradores. Este día a día se convierte en una vorágine que absorbe todo, vacaciones y vida personal incluidas, pero que se fragmenta y disipa cuando uno escribe un proyecto o planifica experimentos y muestreos con un horizonte de cinco años. Es muy extraño planificar a cinco años cuando uno casi ni descansa para que la montaña de tareas urgentes pero atrasadas no lo sepulten. Paradojas del mundo moderno que se acentúan en ciencia.

Llevamos una semana de locos, gracias a que Eolo y Poseidón nos permiten trabajar. Hay que aprovechar estas ventanitas de buena suerte para avanzar e ir cumpliendo los objetivos que hasta aquí nos traen. Entre nuestros objetivos está uno que por antonomasia representa la paradoja científica de la que les hablé en el párrafo anterior.

Por suerte, o por desgracia, no somos pingüinos para monitorear las aguas de la bahía durante toda una vida. Por eso debemos recurrir a diversas estratagemas que nos permitan circunnavegar nuestras limitaciones de animales bípedos y terrestres estudiando un medio ajeno (el océano) en un territorio ajeno (la Antártica). Armados con su ingenio y los últimos avances tecnológicos, los oceanógrafos llevan años diseñando nuevas formas para observar el océano cuando no están en él. Las horas de buque son un bien preciado y escaso en cualquier parte del globo, pero en el continente blanco su disponibilidad puede cotizar más que el oro.

Por eso, hace más de dos años diseñamos un fondeo que armado con equipos oceanográficos nos permitirá registrar las condiciones de nuestra bahía incluso cuando nosotros estemos a miles de kilómetros disfrutando de un té en el sofá de casa. Estos fondeos, llamados anclajes oceanográficos, son una herramienta muy útil que nos permite realizar observaciones con una alta frecuencia que no podrías obtener de otra forma. Sin embargo, usarlos siempre conlleva un riesgo que genera un extra de preocupación que se magnifica por el elevado costo de los equipos (decenas de millones de pesos cada uno) y la relevancia y calidad de los datos que registran.

Es sábado y despierto a las 6 am sin ayuda de la alarma, a pesar de que me entregué a los brazos de Morfeo hace menos de cuatro horas. Llevo tres o cuatro noches durmiendo menos de los habitual (que ya es poco), repasando todos los detalles del fondeo una vez hemos terminado las tareas impostergables del día. Son muchos millones de pesos los que vamos a lanzar al agua y un objetivo del proyecto depende por completo del despliegue de este equipo.

Pero los quebraderos de cabeza vienen de atrás y ya en octubre pasamos cinco días de estrés probando los equipos y aprendiendo a manejar el software que los controla. Fueron días largos y tensos, pero se logró el objetivo con el apoyo telemático de colegas conectados en Canadá y Corea (¡Gracias José y Max!). Sin embargo, el movimiento se demuestra andando y ahora toca poner en práctica todo lo diseñado y aprendido. Podríamos retrasar el despliegue y dejarlo para otro día, pero las condiciones pronosticadas son tan buenas que sería una pena no aprovecharlas. Toca beber más café y seguir trabajando.

Dormir es opcional, muestrear no. Son las 11 am y ya en el agua y cerca de nuestro amado glaciar comenzamos la maniobra. Siempre es un momento con cierta tensión, pero sin una gota de viento: la preparación previa que hicimos a todos los equipos y el excelente trabajo de los patrones (gracias Olimpia y Rodrigo) el equipo se fondea rápidamente y de forma exitosa. Al culminar la maniobra se escucha algún grito celebratorio en el bote (ver la entrada anterior) y ahora no queda más que esperar que toda la preparación de sus frutos y que dentro de un año recuperemos los equipos y estos recompensen nuestro mimo y cuidado con buenos datos que nos permitan conocer mejor el rol que estas bahías cumplen como sumidero del CO2 atmosférico.

* El Dr. Juan Höfer, es oceanógrafo del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) y académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV).

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