Juan Höfer, bitácora de un científico en la Antártica: Volver a empezar

Juan Höfer

El oceanógrafo del Centro Ideal comienza su travesía en el continente blanco. Semanalmente irá relatando cómo es el trabajo de un científico en uno de los puntos más remotos del planeta. Esta es su primera entrega: los preparativos.


Mientras paseaba por la costanera de Punta Arenas, sufrí un ataque de vértigo agudo cuando pensaba todo lo que ha cambiado mi vida en los últimos 12 meses. Hace un año me encontraba en la misma ciudad en circunstancias similares a las de hoy. Sin embargo, por el medio han cambiado muchas cosas y me he mudado a una nueva ciudad, Valparaíso, para comenzar otro capítulo. Uno que aún no sé cómo terminará, pero que hasta la fecha ha sido agotador y excitante en partes iguales. Pareciese como si últimamente el ritmo de vida no viniese marcado por el avanzar del calendario, sino por el compromiso que supone organizar una campaña antártica durante cuatro años consecutivos.

Esta vez comenzó todo hace más de siete meses, cuando empezamos a elaborar un plan para traer a un colega desde Alemania con el objetivo de continuar nuestra fructífera colaboración. Coordinar los pasajes de avión, permisos variados y los trámites de aduanas ha sido un dolor de cabeza constante, pero ahora que estamos aquí parece que se nos ha olvidado esa parte y ya estamos pensando nuevas ideas para futuras expediciones.

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Juan Höfer y la doctora Mireia Mestre, antes de emprender viaje a la Antártica.[/caption]

Esa es la magia de la Antártica. Uno llega agotado, cansado de toda la burocracia, las compras, el empacar, rotular y enviar. Sin embargo, en cuestión de unos pocos días aquí todo eso se desvanece y queda olvidado. Ahora forma parte de una realidad paralela que existe a cientos de años luz, y que si soy sincero, carece de importancia.

Ahora importa la meteorología del próximo día, saber si las pilas durarán todo el tiempo y si el equipo X medirá de la misma forma que cuando lo probamos en Punta Arenas. Pensar más allá de la siguiente comida o el siguiente muestreo se me antoja complicado.

Aquí el tiempo tiene otro ritmo y otro fluir, uno que quizás se ajuste mejor a mi carácter. Este año ha sido tan caótico y estresante en lo personal que hace un mes casi ni me había dado cuenta de la cercanía de la campaña antártica, pero ahora que escribo desde Isla del Rey Jorge tomo conciencia de que necesitaba estar aquí más que nunca.

Hace un par de días tras congelarme las manos en el bote, alguien que me conoce bien me dijo que hacía meses que no me veía sonreír así. Probablemente esté en lo cierto y necesitaba regresar a mi ¨hogar¨ de verano para volver a empezar. Recargar las baterías para enfrentarme al 2020.

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Juan Höfer trabajando en el laboratorio.[/caption]

Hace un par de años conocí a un científico que lleva más de 30 años trabajando en ciencia polar (Ártico y Antártica). Para él los polos habían sido ese sitio que visitó por primera vez y desde entonces busca razones para regresar una y otra vez. No juzguen a los enamorados según la lógica, pues para ellos esta no aplica.

El resumen de esta primera semana es: 15 estaciones muestreadas, 5 experimentos realizados, 50 icebergs recolectados con mis manos desnudas, 6 hematomas, 4 manos congeladas, una costilla adolorida, 300 sonrisas y 50 mililitros de lágrimas de pura alegría.

De momento ni el sol ni el viento han aparecido, así que son las nubes quienes nos acompañan cuando salimos a navegar. Deseamos que esto cambie en los próximos días y así poder observar algunos cambios en nuestra bahía, pero la Antártica no atiende a otros deseos que los suyos. Así que no queda más que esperar para ver que nos tiene preparado nuestro anfitrión para los próximos días.

* El Dr. Juan Höfer, es oceanógrafo del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) y académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV).

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