La bitácora del doctor Hofer: Día 7, volver a empezar


Cruzamos el Drake o mar de Hoces, sin mayores complicaciones. Hemos tenido alguna ola, pero de tamaño pequeño para esta zona del globo. Así que con el beneplácito de Poseidón y Eolo nos ponemos rumbo a la Islas Shetland del Sur. Ingresamos al Bransfield por el estrecho Nelson y luego nos dirigimos hacia la Isla Greenwich para desembarcar pasajeros y algo de carga que van a la base Prat de la Armada de Chile. Una vez frente a la isla tenemos la suerte de avistar a las primeras ballenas de la temporada. Todos, especialmente los novatos, nos emocionamos a pesar de que están lejos y solo podemos ver su resoplar en mitad de un mar oscuro e inmenso.

El buque Aquiles es un taxi compartido por los distintos operadores antárticos chilenos (Armada, Fuerza Aérea, Ejército e INACH). En esta ocasión también transporta a colegas alemanes y polacos rumbo a sus respectivas bases. Por suerte, en el trayecto nosotros somos la próxima parada y podremos desembarcar pronto en isla Rey Jorge. Los veteranos ya sabemos lo que nos espera: el descenso por la escalera de gato hacia el bote de goma que nos llevará a la playa. Siempre es un momento complicado, pero esta vez las condiciones meteorológicas son buenas y todo trascurre sin complicaciones.

Mientras navegamos hacia la playa puedo observar cómo, a pesar de las apariencias, la isla tiene menos nieve que el año anterior. Por un segundo pienso en lo rápido que está cambiando el clima de esta zona del planeta, pero ese pensamiento es superado por la emoción de regresar. Mientras en mi cabeza suena “The boys are back in town” de Thin Lizzy, hay dos compañeros que vienen por primera a la Antártica y están emocionados solo por poner un pie en esta tierra inhóspita y remota. Para uno de ellos el viaje comenzó hace 20 días e incluyó cuatro vuelos (dos transcontinentales) y tres días hasta llegar a Punta Arenas. A eso, hay que sumarle la navegación hasta aquí. La Odisea de un Ulises postmoderno y antártico.

La nieve se acumula en el camino y en la entrada de la base, pero no debemos perder tiempo. Hay que recibir parte de la carga que se bajará del buque, acomodar personas y echar a andar la base con todos sus sistemas eléctricos, cocina y agua. Los primeros días son un non stop de actividades de preparación para que la base esté operativa lo antes posible. En nuestro caso, eso quiere decir hacer una limpieza a fondo de los laboratorios. Además, como todas las personas en la base, nos toca colaborar con la limpieza general y de la loza. Otro de los peajes antárticos que uno paga gustosamente para tener el privilegio de poder trabajar aquí.

Tras un día de malas condiciones climáticas comienza la gran faena de descargar todo lo que hay en el interior de los contenedores: materiales de construcción, víveres, agua, material científico, etc. Una vez que llega la carga científica tenemos que buscar la lista de cajas (¡bendita lista!) y con ella en mano comprobar uno a uno que los 59 bultos hayan llegado sanos y salvos. Pero obviamente no solo arriban nuestros materiales, así que entre comprobación y comprobación hay que recibir, mover y acomodar cajas y más cajas de otros grupos de investigación que llegarán después. Es un trabajo largo y agotador, pero tras varias horas vamos a almorzar con la satisfacción de que nuestra labor ha terminado y con la alegría de que toda la carga ha llegado. Esto es esencial para nosotros pues en cada caja hay insumos críticos.

El espectáculo debe continuar y tras el almuerzo toca mover cajas de nuevo e implementar el laboratorio con todos los equipos que hemos enviado, que no son pocos. Debemos hacer un poco de bricolaje, limpieza, y más limpieza.

Uno siente que vuelve a empezar de cero, pues hay que desempacar y montar todo lo que empacamos y desmontamos hace dos meses: otro peaje antártico. Tras 48 intensas horas, hemos finalizado. Todas las bombas de filtración, campanas de flujo y sondas de medición están operativas, mientras los materiales limpios esperan con ansias el beso del gélido Océano Austral. Ahora solo toca relajarse con una foto celebratoria o la ocasional bola de nieve hasta que los botes que nos lleven al agua estén operativos y Eolo nos deje una ventanita de buen tiempo para mojar las escamas por primera vez esta temporada.

* El Dr. Juan Höfer, es oceanógrafo del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) y académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV).

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