¿Qué es la verdad para la ciencia?

Foto: Reuters

Durante estos largos meses de pandemia –prácticamente todo el 2020 que termina-, se ha encendido un debate que ha resultado ser especialmente animado en los países que cuentan con mayor número de expertos, de científicos, de grupos de investigación, laboratorios y grandes empresas farmacéuticas, fuertemente comprometidos por un lado, en la producción de una vacuna anti Covid-19 y por el otro, en la definición de normas para el control de la pandemia. Por lo tanto, un debate que en Chile se ha percibido con menor fuerza respecto a otros países.

Durante todo este tiempo hemos observado el sucederse en la prensa a numerosos expertos, unos diciendo una cosa y otros diciendo otra. Afirmaciones que no necesariamente se integran o se complementan entre sí, que no necesariamente son consistentes y que, incluso, pueden ser contradictorias. De hecho, aún no hay completa claridad, por ejemplo, sobre el nivel de efectividad de las vacunas. No hay claridad tampoco sobre cuándo podremos eventualmente volver a actividades laborales y sociales normales, ni hasta cuándo se prolongarán las cuarentenas dinámicas.

Todo esto genera por cierto confusión, incertidumbre, alimenta desconfianza hacia la ciencia e incluso deja espacio para que teorías conspirativas y pseudocientíficas prosperen. Si los científicos no se ponen de acuerdo ¿Dónde encontrar certezas? Para responder a esta pregunta de manera tal que todos podamos conocer la verdad sobre el Covid-19, debemos, en primer lugar preguntarnos ¿Qué es la verdad? Y secundariamente, ¿Qué tipo de verdad ofrece la ciencia? Abordar exhaustivamente estas preguntas nos llevaría muy lejos, pero tratemos de establecer algunos puntos clave.

Probablemente estaremos todos de acuerdo en llamar verdadera una afirmación que corresponde a los hechos, una descripción efectiva de la realidad. En este contexto la ciencia no tiene la pretensión de poseer la verdad. Los científicos, y en general las personas que tienen una formación científica, estamos acostumbrados a navegar en cierto nivel de incertidumbre. Según el enseñamiento de Sócrates, el científico, como el hombre sabio, sabe que no sabe.

Esta es una característica fundamental de la ciencia moderna: conocer las limitaciones de su conocimiento. Es muy importante tenerlo presente en el momento de interpretar la información a la que estamos constantemente expuestos. Pero navegar en la incertidumbre no es navegar en la ignorancia. Hay una gran diferencia entre afirmaciones o descripciones incompletas y parciales, es decir, que describen solo en parte la realidad y afirmaciones equivocadas, erróneas, que no corresponden a los hechos.

Por ejemplo, es una “verdad” que el Sol aparece todos los días al este y que, moviéndose a través del cielo a lo largo del día, desaparece al oeste. Pero es también una “verdad” que el Sol no se mueve, es la Tierra que recorre una órbita en torno a nuestra estrella. También es una “verdad” que el Sol sí se mueve en el espacio a gran velocidad cumpliendo órbitas entorno al centro de la Vía Láctea.

Como vemos, estos conocimientos, que son el resultado de cientos de años de estudios, necesitan una contextualización para no resultar contradictorios. Entonces, no debe sorprender si sobre un fenómeno nuevo y complejo como la epidemia de coronavirus las informaciones sean escasas, incompletas o incluso contradictorias. Es parte del proceso, que la ciencia recorre hacia la verdad, avanzar con lentitud por ensayos y errores, buscando y recolectando constantemente evidencias. Esto es normal, es la forma de proceder de la ciencia y es su fuerza.

Recientemente la empresa italiana “Reputation Science” ha realizado un estudio analizando las afirmaciones de un número de virólogos durante la pandemia en Italia, clasificándolas en base a un índice de alerta (afirmaciones más o menos alarmistas) y un índice de coherencia. Evidentemente no todos los científicos han expresado un nivel de alerta consistente ni se han mantenido coherentes durante casi un año de exposición a los medios. Esto no debe alarmar, porque la ciencia por su naturaleza es un quehacer dinámico en el cual el conocimiento aumenta en la medida en que aumenten los datos, a través de un análisis riguroso donde un debate abierto, honesto y crítico es una parte esencial.

Por esto es incorrecto exigir certezas a la ciencia, la ciencia no ofrece certezas, ofrece la mejor interpretación de los datos disponibles, la cual mejora y adquiere coherencia en el tiempo. El escrudiño por parte de la comunidad científica y también de actores externos, como el caso mencionado, son elementos positivos que aportan al proceso de búsqueda.

La pandemia en parte llevó al ámbito público el debate científico que normalmente se desarrolla entre especialistas, dejando manifiesto, además de la necesidad de una comunidad científica seria y preparada, también la necesidad de una prensa y de una opinión publica responsables, que comprenden qué es la ciencia y como funciona.

* Astrónomo del Centro de Astro-Ingeniería del Instituto de Astrofísica de la U. Católica

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