“Se me pasó la pataleta de seguir haciendo carrera”: ¿Los Boomers ahora se comportan como Millennials?


Si estás próximo a cumplir 55 años o ya bordeas los sesenta, estás entrando -o viviendo- la fase de aceptación, etapa que, según los coach y analistas Manfred Kets de Vries y Danny Miller, se caracteriza por la calma… después de la tormenta.

¿Me salvé?

Si recapitulamos lo expuesto en pasadas columnas, veremos que las ejecutivas y los ejecutivos que han llegado exitosamente a esta etapa sortearon el desencanto de los primeros años de la vida profesional, triunfaron en la segunda etapa de socialización y se transformaron en buenos jefes. Posteriormente, si contaron o desarrollaron competencias políticas para mantenerse o ascender en la pirámide organizacional, habrán concluido con aplausos la primera mitad de la vida ejecutiva.

¡Superamos la crisis de los 50!

Así, después de los torbellinos de las primeras etapas, la vida ejecutiva se re-estabiliza. Es una fase de mantenimiento en la carrera directiva; una oportunidad para hacer esos pequeños ajustes que antes, entre las crisis y las urgencias, no se habían realizado. Y estas revisiones pueden traer una inesperada tranquilidad, asociada a la sensación de haber llegado a una meseta. Son momentos de racionalización y aceptación de la posición en la vida y de sus limitaciones.

En esta nueva normalidad, los directivos están más ocupados en el presente y menos preocupados por el futuro. Más que los logros o el poder que los movía en la etapa anterior, ahora la principal fuente satisfacción suele ser su nuevo papel de mentores, por lo que no es extraño que disfruten los procesos de coaching que antes postergaban, que participen en los talleres de habilidades directivas que evitaban y que verdaderamente valoren las instancias profesionales que les permitan compartir y conversar sobre temas vinculados al desarrollo de carrera o al desarrollo personal… temas para los que nunca tenían agenda en décadas pasadas.

En definitiva, los cincuentones y sesentones que superan las tres crisis compartidas, logran vivir en el aquí y ahora de su carrera profesional y se abren a nuevas oleadas de recambio, no solo en el plano ejecutivo, sino en el personal, por lo que es frecuente que se produzca un desplazamiento de sus intereses hacia actividades para “ensanchar su vida”. Es común que se empiecen a involucrar en actividades ligadas a la comunidad, voluntariados o a tomarse más en serio hobbies o estudios largamente postergados. ¿Un máster en filosofía? ¿Tango? ¿Una carrera política? ¿Un taller de carpintería?

Los que logran llegar casados a esta etapa disfrutan de un nuevo equilibrio en el matrimonio; la partida de los hijos y/o la llegada de los nietos, permite a las ejecutivas y ejecutivos asumir nuevos papeles en la vida en pareja y familiar, por lo que la satisfacción en el matrimonio tiende a aumentar.

Por fin, muchos directivos señalan haber situado su trabajo en una perspectiva correcta, viéndolo principalmente como un medio para darle una buena vida a su familia y para disfrutar sus años de retiro. ¿Muy millennial?

Para graficar la etapa de aceptación, les presento a Christophe, CEO de una importante transnacional. Para proteger la identidad de mi cliente, le cambié el nombre, omití y modifiqué datos biográficos.

“Te digo una cosa Sebastián, estoy en un muy buen momento de mi vida. Es rico decirlo en voz alta, sobre todo cuando ves tanto estrés y tanta pelea en todos lados. Años atrás vivía entre modo de supervivencia y modo de guerra. Mi vida era así y mi señora me encontraba insoportable. Y se queda corta. Seguro muchos como yo te dicen que su mujer es una santa, pero la mía de verdad lo es. Y cuando vino el estallido social luché y luché por volver a Francia, pero la compañía no quería más directivos senior allá. Aun así, la peleé todos los días. No quería seguir siendo CEO en Chile; quería avanzar en otro lugar del mundo, seguir haciendo carrera (silencio)…. No sé cómo mi señora aguantaba mis pataletas, mis rabias, mis frustraciones, pero lo concreto es que, pese a todos mis esfuerzos, no logré encontrar una alternativa fuera de Chile.

¿Por qué tenía que ser fuera de Chile?

Esa es la estupidez. Sentía que no avanzaba en mi carrera si me quedaba como CEO en Santiago, siendo que mi señora es chilena y mis hijos e hijas se casaron y viven acá. Pero yo insistía y peleaba y todas las puertas se me cerraban. Después vino la pandemia y ahí entendí que estaba la embarrada en todo el mundo y no solo en Chile…. (largo silencio). Y cuando miro hacia atrás me doy cuenta lo idiota que fui. Antes del estallido Chile era un extraordinario país para un extranjero. Hoy sigue siendo muy bueno, pero siéndote súper sincero, solo acá aguantan a un CEO de 60 años. Incluso cuando en el mercado supieron que me quería ir a Francia, me llegaron interesantes ofertas de la competencia y otros proyectos muy atractivos. Sebastián, eso no pasa en Francia y mis amigos y mis hermanos me hicieron verlo. Allá jamás sería CEO y jamás tendría ofertas de trabajo.

¿Así que decidiste quedarte?

Sí, medio a regañadientes. Racionalmente lo entendía, pero emocionalmente me dolía. Lo bueno es que la tontera se me pasó cuando entre medio de todo este encierro nació mi primera nieta. Si no hubiésemos estado en pandemia o medio restringidos, probablemente hubiera estado en algún viaje y no hubiera vivido el embarazo de mi hija, ni el nacimiento de mi nieto, eventos que sí me perdí con algunos de mis hijos… (pausa). Sebastián, a mi hija le costó mucho quedar embarazada y de repente me di cuenta que muchas cosas que uno da por sentado… no lo son. Y pude estar con ella, apoyar a mi yerno, emocional y económicamente. Viví todos los miedos que no había vivido con ninguno de los embarazos de mi señora. Lloré de miedo, de rabia, de pena, de frustración al ver cómo sufría mi hija y su marido. Y ahí uno entiende la maravilla de la vida. Primera nieta y perdí totalmente la cabeza y todo lo demás me pareció, por primera vez, poco importante. Gracias a mi trabajo, gracias a mis ahorros, pude ayudar en los innumerables tratamientos de fertilidad a mi hija. Lo pude hacer Sebastián, tuve la suerte y soy consciente del drama de tantos matrimonios y familias que no pueden costear estos tratamientos y es por ello que con mi señora estamos apoyando a otras parejas que no tuvieron la suerte de nuestra hija... Así, de un día para otro, la pataleta de volverme a Francia o de seguir haciendo carrera se me pasó y me di cuenta de lo afortunado que soy. (pausa). Con mi señora, el drama de nuestra hija nos unió, me pude involucrar, apoyarla, tal vez por primera vez. Como nunca antes, fui un pilar para mi hija y para mi mujer. Pude ser generoso. Dar de verdad, dar con amor. Y ahí me di cuenta que lo más importante es que amaba a mi señora, a mi familia y que ellos pese a mis largas ausencias, me seguían amando. Además, tengo un trabajo espectacular en una estupenda compañía y Chile, con todas sus cosas, es el país de mis hijos, de mis nietos y el mío.

manos guagua

¿Y cuáles son tus próximos pasos?

Ni idea. Disfrutar día a día, jugar pádel con mis yernos e hijos, chochear con mis nietos, compartir y viajar con mi señora y preparar a las nuevas generaciones para los tremendos desafíos que se nos vienen. Ya no somos islas, está todo conectado. Desde el cambio climático hasta la recuperación de los barrios y el teletrabajo, pasando por la salud física y mental de nuestros jóvenes, su desarrollo de carrera, su inserción en la sociedad. Hay que pensar en las próximas generaciones, hay que cuidar el mundo que le vamos a dejar a nuestros nietos. Todo lo que está pasando en el mundo me interesa y esto te hace ver las planillas de Excel y las pequeñas rencillas políticas desde otra perspectiva. Ya no me involucro en muchas decisiones; se las dejo a mi equipo, que aún gozan sacándose los ojos. Y no te voy a mentir Sebastián, sigo disfrutando del espectáculo.

Continuará

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