COP30: El llamado urgente a la implementación de la mano del trabajo conjunto
La cumbre climática cerró su edición con ausencia de acuerdos vinculantes sobre combustibles fósiles, pero también con avances en financiamiento, transición justa y comercio climático. Expertos como Margarita Ducci y Daniel Vercelli coinciden en que el gran desafío ahora es pasar del diálogo a la implementación de la mano de la colaboración entre Estado, empresas y sociedad civil.
La COP30 en Brasil cerró marcada por una mezcla de frustración y avances parciales. Según explicaron los expertos ambientales presentes en la cumbre, la conferencia terminó “sin un acuerdo vinculante para acabar con la deforestación ni ninguna mención a los combustibles fósiles”, pese a la presión de más de 80 países. La ausencia de referencias explícitas a la salida de fósiles y la falta de compromisos obligatorios para frenar la pérdida de bosques detonaron inquietud, especialmente entre quienes defienden que esta debía ser la COP de la implementación.
Sin embargo, el balance final dejó algunos hitos relevantes, como el aumento proyectado de financiamiento climático hacia 2035, el lanzamiento de un mecanismo internacional de transición justa y, por primera vez, la incorporación del comercio como un eje formal de la política climática global. Chile, con una delegación activa en Belém, tanto desde el gobierno como desde la sociedad civil y el sector privado, empujó una agenda de mayor ambición y se sumó a la coalición internacional para exigir una hoja de ruta global de salida de combustibles fósiles.
En ese escenario, en conversación con Hub Sustentabilidad, las miradas de Margarita Ducci de Pacto Global Chile, Daniel Vercelli de Manuia, y diversos expertos de organizaciones ambientales como Uno Punto Cinco o FIMA, permiten una lectura más profunda del momento político y estratégico que dejó la cumbre.
Un punto de inflexión político y empresarial
Para la directora ejecutiva de Red Pacto Global Chile, Margarita Ducci, la COP30 no fue un evento más en el calendario climático, sino que, “por momentos, fue también un espacio de tensión, de debates complejos e incluso de desencuentros, como también un punto de inflexión que obligó al mundo a mirarse con mayor honestidad”, sostiene.
En esta línea destaca que las señales del encuentro son evidentes: “La evidencia científica, social y económica es contundente: no hay más margen para seguir postergando decisiones estructurales, especialmente en lo que respecta a los combustibles fósiles y al modelo de desarrollo que ha sustentado a la economía global por más de un siglo”.
Respecto del rol de Chile, sostiene que el compromiso asumido por el país para avanzar de manera progresiva en la reducción del uso de combustibles fósiles “representa un paso significativo y coherente con la trayectoria que ha venido construyendo en materia climática”, pero advierte que el desafío ahora es la ejecución: “Una cosa es el compromiso en la mesa de negociaciones y otra, muy distinta, su materialización en políticas públicas, inversiones y transformaciones reales en el territorio”.
La ejecutiva destaca también el rol clave del sector privado: “Las empresas ya no pueden entender la acción climática como un anexo de su estrategia, un capítulo en sus reportes de sostenibilidad o una respuesta a las exigencias regulatorias. La transición requiere integrar el cambio climático al corazón del modelo de negocios”. Destaca además que este desafío es mucho más grande de lo que pensamos, y que “el mundo que viene será bajo en carbono, con o sin nosotros. La decisión que debemos tomar como país es si queremos liderarlo o simplemente adaptarnos tarde a sus consecuencias”.
Un “espejo del multilateralismo fragmentado”
Para Daniel Vercelli, Managing Partner de Manuia, lo que se vivió en Brasil evidencia las tensiones estructurales del sistema de negociación climática global. “Lo que pasó en Belém es un espejo bastante crudo del multilateralismo actual: tenemos 195 países intentando ponerse de acuerdo por consenso, entre Estados que se juegan literalmente su supervivencia física y otros que sienten que se les pide firmar la fecha de vencimiento de su modelo económico”, afirma.
Sobre nudos centrales como la ausencia de menciones a combustibles fósiles y a la deforestación cero, dice que esto refleja “la fuerza de bloqueo que mantienen algunos ‘petroestados’ y los límites estructurales de un sistema que funciona por consenso en un mundo crecientemente fragmentado”, advirtiendo que el riesgo principal es que la opinión pública y parte del mundo empresarial concluyan que “la COP no sirve”, cuando establecer reglas comunes debiese ser prioridad en materia climática.
Desde una perspectiva más optimista, según cuenta Vercelli, la cumbre “dejó muy en claro quién está frenando qué, lo que alimenta coaliciones de ‘alta ambición’ que empiezan a moverse por fuera del mínimo común denominador”. Del mismo modo, afirma que Belém habría puesto el foco en la implementación, habilitando la acción climática desde gobiernos subnacionales, empresas y finanzas “sin estar esperando el ‘texto perfecto’ que nunca llega”.
En esta línea, define las condiciones mínimas para que las empresas y el sector privado en Chile aceleren su transición, a través de señales regulatorias claras, financiamiento adecuado, presión de mercado, capacidades internas y coherencia corporativa.
Participación de Chile en la COP30
En medio de un escenario global incierto, Chile dio una de las señales más claras en los últimos días de la cumbre al integrar una coalición internacional de 24 países que lanzó la “Declaración de Belém para la Transición Fuera de los Combustibles Fósiles”, un hito político que presiona para que el texto final de la COP incluya una hoja de ruta concreta y ordenada para abandonar progresivamente petróleo, gas y carbón.
Desde la ciudad sede de la cumbre climática, la ministra del Medio Ambiente, Maisa Rojas, fue tajante: “Estamos muy comprometidos con el proceso multilateral, pero es verdad que una coalición de los dispuestos es más necesaria que nunca, porque el proceso nos está fallando”.
En esa línea, Rojas insistió en que esta debía ser la COP de la implementación: “Debemos pasar de las palabras a los planes, y asegurar que la transición energética responda a la ciencia y proteja a las comunidades trabajadoras y territorios”.
Desde la organización ambiental FIMA, su coordinador de Proyectos, Felipe Pino, destacó avances y retrocesos simultáneos: “Despertamos con estos nuevos textos con un lenguaje ambicioso en muchos sentidos, por ejemplo en Transición Justa, avances importantes hacia un mecanismo que permita operacionalizar, pero a través de un sacrificio del lenguaje importante del abandono de los combustibles fósiles, la inclusión de minerales críticos y otros”.
Por su parte, la cofundadora de la organización Uno Punto Cinco, Ismaela Magliotto hizo hincapié en la toma de acción, principalmente para la descarbonización global: “Las negociaciones avanzan, pero no al ritmo que el planeta necesita. Si COP30 quiere ser la COP de la implementación, la salida de los combustibles fósiles debe quedar reflejada en el texto, con mecanismos de transición justa, financiamiento y metas cuantitativas. De lo contrario, seguiremos haciendo diagnósticos mientras las consecuencias se multiplican”, indica.
En este escenario, el compromiso chileno asumido en Belém se vuelve relevante y coherente con la trayectoria climática del país. Como planteó Margarita Ducci, “implica reconocer que la descarbonización ya no es solo una aspiración ambiental, sino una condición imprescindible para asegurar la estabilidad climática, la seguridad energética y la competitividad futura del país”.
Implementar desde la colaboración
Si bien la COP30 no resolvió las fracturas del multilateralismo ni fijó una hoja de ruta global para la salida de los combustibles fósiles, sí dejó un mensaje claro; y es que la implementación ya no puede esperar. Para ello, el trabajo conjunto del sector público y el sector privado, de la mano de las grandes empresas se ha vuelto clave para el cumplimiento de la toma de acción.
Un ejemplo de ello, que destaca Margarita Ducci, es la alianza “Unidos por la Acción Climática” —compuesta por Acción Empresas, CCS, CLG Chile, Pacto Global y Sistema B— que lanzó su documento “NDC 3.0: Hoja de Ruta Climática para el Sector Privado 2025-2035”, priorizando 18 medidas de la NDC chilena. El documento fue presentado junto al subsecretario de Medio Ambiente, Maximiliano Proaño, y empresas como Arauco, Natura, CMPC y Anglo American, que compartieron experiencias concretas de implementación.
Así, la delegación chilena reforzó el mensaje de avanzar en una economía carbono neutral con colaboración multisectorial, innovación y acción inmediata. Como señaló Ducci, “uno de los aprendizajes más contundentes de la COP30 es que la brecha entre promesa y acción sigue siendo el mayor riesgo para la humanidad. No bastan los discursos ni los compromisos bien redactados. Se requieren planes claros, metas intermedias, indicadores verificables y una colaboración real entre Estado, empresas, academia y sociedad civil”.
Daniel Vercelli, por su parte, terminó diciendo: “La COP30 no nos dio el texto perfecto que algunos soñaban, pero sí nos dejó un mapa más claro de quién está empujando, quién está frenando y por dónde se abre camino la acción real”.
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