Andrés Jordán: “En los últimos 20 años, la astronomía ha pasado a ser parte de nuestra identidad nacional”

Foto: Daniel Araya

Mientras se prepara para participar en un ambicioso proyecto de la NASA que busca identificar planetas más allá del sistema solar con condiciones para albergar vida, el director del Instituto Milenio de Astrofísica analiza la manera en que el estudio del cosmos ha ido ganando terreno durante los últimos años en la ciencia y la idiosincrasia del país.


Sentado en la oficina de su casa, Andrés Jordán (Santiago, 1975) cuenta vía Zoom que proviene de una familia en la que su abuelo y su bisabuelo viajaron a Estados Unidos a estudiar posgrados. Por eso no es raro que el actual director del Instituto Milenio de Astrofísica haya pasado casi 10 años estudiando en el extranjero. Primero fue un doctorado en Física y Astronomía en la Universidad Rutgers, de Nueva Jersey. Luego pasó a las oficinas en Alemania de la ESO, el consorcio europeo que administra el Observatorio Paranal y que también está montando el Telescopio Extremadamente Grande (ELT), ambos en la región de Antofagasta. Y años después, la ruta de Jordán lo llevó al Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, en Boston.

Pero esta historia no parte en Nueva Jersey o Massachusetts, sino que en unas olimpiadas escolares de matemáticas de finales de los 80, donde un joven Jordan fue elegido para representar a su colegio, el Saint George’s. “Eso fue definitorio. Luego de haber integrado ese grupo que entrenaba en la Universidad de Chile, no tenía duda que quería ser físico. Ximena Carreño, una profesora en la educación media, fue la que me incentivó”, recuerda el astrofísico.

El otro momento clave en la carrera de Jordán ocurrió en el Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian. Ahí dio un giro en su trabajo y pasó de estudiar cúmulos globulares –conjuntos de cientos de miles de estrellas sumamente compactadas- a lo que es su campo hasta hoy: el descubrimiento de exoplanetas, aquellos mundos que orbitan astros distintos al sol terrestre. “No es muy usual cambiar de área en la academia y ese fue un cambio bastante grande en términos de la distancia temática. Es como pasar de galaxias que están a decenas de millones de años luz, a la vecindad solar más cercana”, explica. Originalmente, iba a permanecer en Boston por cuatro años, pero se vino luego de recibir una propuesta para ser profesor en la Universidad Católica, donde estuvo entre 2008 y 2019. El año pasado dejó esa casa de estudios para crear un nuevo grupo de astrofísica en la Universidad Adolfo Ibáñez.

Hasta ahora, el exoplaneta más cercano a la Tierra orbita en torno a la estrella Proxima Centauri, ubicada a 4,2 años luz de distancia. Conocido como Proxima b, fue descubierto en 2016, gracias al Observatorio La Silla que opera la ESO en la IV Región. Su masa equivale a 1,2 veces la de la Tierra y su capacidad para albergar vida aún no ha sido establecida.

-¿Cuántos exoplanetas han sido descubiertos en las investigaciones en las que usted ha participado o dirigido?

-No llevo la cuenta exacta, pero son más de 100.

Misión Alien

Actualmente, el astrofísico nacional enfrenta un nuevo desafío al haber sido elegido junto a Gijs Mulders, también de la UAI, para integrar el proyecto de astrobiología Alien Earths. Se trata de una iniciativa bajo el patrocinio de la NASA en la que científicos de 12 instituciones de todo el globo explorarán las condiciones de habitabilidad que ofrecen mundos cercanos a la Tierra.

“La pregunta en la que queremos avanzar es cuáles de los sistemas planetarios que están próximos a la Tierra tienen más probabilidades de albergar vida. No es que vayamos a decir ‘este planeta tiene vida’, sino que la idea es poder decir ‘si me pides apostar, yo creo que este tiene más probabilidades de tener condiciones habitables que este de acá’”, cuenta Jordán, al referirse al proyecto que durará cinco años.

-¿Cómo se puede responder esa pregunta?

-Eso implica entender todo el proceso de formación y evolución de los planetas. Se parte de lo que se conoce como discos protoplanetarios y los materiales y estructuras que tienen. Debes entender cómo se forman, cómo pasan de esos discos de polvo y gas a ser un planeta. Hay un montón de física entretenida que dilucidar ahí.

“La pregunta en la que queremos avanzar es cuáles de los sistemas planetarios que están próximos a la Tierra tienen más probabilidades de albergar vida”.

-El nombre del proyecto suena muy hollywoodense, ¿podría llegar a dar con vida extraterrestre?

-No lo veo probable en estos cinco años. Diría que lo que va a hacer esta investigación es avanzar en la posibilidad de detectar vida en planetas cercanos. La manera más probable de identificar signos de vida en los próximos años consiste en hallar ciertos elementos en la atmósfera y eso es muy difícil técnicamente. Hay que entender muy bien cómo contamina tus observaciones la estrella. Eso es parte de lo que vamos a estudiar, cómo puedes mitigar en tus observaciones el efecto de la estrella madre, que es mucho más brillante que todo el resto del sistema. Vamos a trabajar en eso, pero todavía no veo factible que vayamos a poder realmente detectar biomarcadores, moléculas que podrían indicar vida.

-¿Qué condiciones deberían tener estas atmósferas para poder albergar vida?

-Los astrofísicos usamos definiciones bien básicas. “Habitable” significa que puede haber agua líquida en la superficie, es decir, que la temperatura del planeta no es ni muy fría ni muy caliente. Esa es la definición básica, y parte de lo que queremos investigar es cómo ir refinándola. A final de cuentas, ahí está la distinción entre lo más hollywoodense y quizás lo menos glamoroso que uno hace en el proyecto en sí. No es que vamos a ir y buscar las señales de vida, sino que estamos estudiando los procesos, la astrofísica para ver qué planetas tienen condiciones mínimas para que posiblemente pueda surgir la vida. La pregunta sobre si puede efectivamente surgir la vida no la estamos viendo directamente y presenta muchas incertidumbres. Es una interrogante de largo aliento y hay que partir por lo básico.

-¿Con qué instrumentos trabajan ustedes para responder esas preguntas?

-En primer lugar, telescopios. Todavía no podemos analizar la atmósfera de planetas “tipo Tierra”, pero estudiamos la de planetas gigantes, como Saturno, Júpiter o Neptuno. Usamos también simulaciones, porque hay que simular todo el proceso de formación y evolución del sistema planetario. Se utilizan también laboratorios para analizar los meteoritos que se recogen y que son los fósiles del material que había originalmente en el sistema solar, y a partir del cual se formaron la Tierra y los otros planetas.

-¿Alguna vez pensó que iba a trabajar con un equipo chileno en un proyecto de esta envergadura?

-Desde que estudié el pregrado en la Universidad de Chile nunca he tenido ninguna duda de la calidad de la ciencia que se hace en este país. La formación que tuve no tiene nada que envidiarle a lo que accedí luego en el extranjero; tenemos la capacidad, pero no siempre tenemos los medios. En el caso de la astronomía, tenemos el privilegio de tener acceso garantizado a los mejores telescopios instalados en la Tierra y a instrumentos de última generación. Cuando combinas la calidad de la ciencia que se ha hecho siempre en Chile con el acceso a estos instrumentos, el resultado no es sorpresivo. Se hace ciencia de gran nivel en el país.

“No es que vamos a ir y buscar las señales de vida, sino que estamos estudiando los procesos, la astrofísica para ver qué planetas tienen condiciones mínimas para que posiblemente pueda surgir la vida. La pregunta sobre si puede efectivamente surgir la vida no la estamos viendo directamente y presenta muchas incertidumbres”.

Cobre, uvas y astronomía

Para Jordán, lo mejor aún está por venir. El investigador plantea que los nuevos instrumentos que se instalan en el desierto de Atacama, como el Telescopio Gigante Magallanes y el Telescopio Extremadamente Grande (el ELT), entregarán una capacidad instalada ideal para los astrónomos nacionales. “Creo que los siguientes 10 o 20 años van a ser fascinantes. Estos nuevos instrumentos nos van a permitir hacer cosas increíbles, como medir la masa de planetas del tamaño de la Tierra o estudiar potencialmente su atmósfera. Hay un par de décadas por delante en la exploración de exoplanetas que serán fascinantes”, dice.

El científico se desmarca del lugar común que se queja de que hace no muchos años los astrónomos nacionales eran tan pocos que no lograban llenar las horas destinadas para ellos en los observatorios emplazados en el país, ya que siempre los vio llenos. Lo que sí reconoce es que el aumento de los grupos de astronomía ha sido explosivo: recuerda que cuando estudió el pregrado eran sólo dos en las universidades de Chile y Católica. “Para mí, siempre fue un misterio por qué antes tan pocas universidades tenían astronomía si teníamos el privilegio de contar con la capacidad de laboratorio instalada. Por eso impulsé la creación del grupo de astronomía en la UDP cuando estaba en la UC todavía. Hoy son muchísimas las universidades con programas en el campo y astrónomos y tenemos una comunidad muy saludable que permite ocupar este acceso a telescopios de manera muy eficiente, porque el uso del tiempo es muy competitivo”, opina.

En esa línea, Jordán cree que el próximo paso de la astronomía nacional es fijar una estrategia de focalización en este campo que ya existe en lugares como Suiza o los Países Bajos. “Si calculas el número de astrónomos que tienen ellos por habitante, están todavía un factor dos arriba de nosotros. Por eso digo que todavía hay un factor de crecimiento no tanto para hacer mejor ciencia, sino que para crear masas críticas más grandes y abordar como equipo preguntas más ambiciosas”, detalla.

-¿Qué falta para llegar a esos niveles?

-Creo que va a pasar, no encuentro que falte algo; en los últimos 20 años, la astronomía ha pasado a ser parte de nuestra identidad nacional. En los 90 algunos sabían que era una ciencia privilegiada en Chile, pero no era algo que permeara. Eso ha cambiado de forma radical, hoy ves noticias de astronomía todo el rato y ya ha pasado a ser parte de nuestra identidad, como el cobre y la uva. Hoy todos sabemos del privilegio que tenemos en los cielos del norte. Eso ha ido acompañado de que muchas universidades se han sumado y tener astronomía está pasando a ser algo común.

“Hoy ves noticias de astronomía todo el rato y ya ha pasado a ser parte de nuestra identidad, como el cobre y la uva”.

-¿Qué rol puede jugar el Ministerio de Ciencia en estos procesos?

-Creo que el nuevo ministerio va a permitir la formulación de estrategias más a largo plazo y de centros aún más grandes. Eso, porque con el tamaño que tenemos en Chile no podemos hacer todo, tenemos que priorizar y preguntarnos cuáles van a ser nuestras líneas principales. Ojalá la astronomía sea una de esas, pero es una discusión que tenemos que tener a nivel país. Si la astronomía finalmente lo fuera, creo que va a surgir la necesidad de infraestructura y financiamiento estratégico más grande a largo plazo que nos permita abordar cosas que hoy no podemos.

-¿Qué se le ocurre?

-Por ejemplo, participar de instrumentación de primer nivel, no tenemos esa capacidad actualmente. O formular una misión de un satélite-telescopio espacial más pequeño, ¿por qué no? Eventualmente vamos a tener la capacidad de hacer eso. Estamos a tope de lo que el sistema actual nos permite hacer, pero soy optimista de que el ministerio va a llevar a pensar en cosas más grandes. Me encantaría que tuviéramos un proyecto icónico que nos haga soñar como país.

-Lo plantea como un proceso natural al que deberíamos llegar en un momento, pero muchas de las decisiones que recién menciona son más bien políticas. ¿Cree que éstas también son parte de un proceso natural que afecta a la ciencia?

-En la medida en que logremos seguir desarrollándonos como país, en el amplio sentido, eso va a pasar pero hay que hacer un esfuerzo. Los académicos hoy tenemos la posibilidad de acercarnos más al proceso político, esa es la posibilidad que te da el ministerio. Soy parte del Consejo Asesor Ministerial del ministro Couve y ahora el ministerio tiene que articular a su comunidad que son los científicos; ellos se tienen que acercar a ese plan y a hacer política, que al final la hacemos todos los ciudadanos. Los políticos son los actores más evidentes, pero, en un sistema sano, esa política viene desde las comunidades interesadas y afectadas por las políticas públicas, y ahí los científicos tendremos un rol importante en el futuro de participar de esos procesos y no encerrarnos en nuestros observatorios y laboratorios para empujar esos cambios estructurales que son necesarios para pasar al siguiente nivel.

-¿Se imagina liderando alguno de estos “proyectos bandera”, por llamarlos de alguna manera, en ciencia?

-O sea, participar de todas maneras y si se da la oportunidad y uno fuera la persona adecuada para liderarlo por un tiempo, estoy disponible.

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