La dura historia del comercio sexual creado solo para los soldados estadounidenses

La dura historia del comercio sexual creado solo para los soldados estadounidenses. Foto: Green Bee Publishing

Una parte oscura de la historia de Corea del Sur después de la Segunda Guerra Mundial oculta mujeres obligadas a prostituirse, mientras el gobierno coreano y estadounidense habrían estado al tanto de todo lo que pasaba. Al menos así lo debaten en los tribunales.


“Los estadounidenses necesitan saber qué nos hicieron algunos de sus soldados”, dijo Park Geun-ae, una surcoreana que en 1975, cuando tenía 16 años, fue vendida por un proxeneta y tuvo que soportar los golpes, abusos y violaciones de quienes en ese entonces habían firmado una alianza con el país asiático para ayudarlos de la invasión japonesa.

En 1977, Choo Soon-ok, otra joven, tenía 17 años y sufrió el mismo destino. En lugar de seguir sus estudios y cumplir su sueño de ser bailarina, estuvo cinco años bajo la vigilancia de un proxeneta en un club de Seúl donde todos sus “clientes” eran soldados estadounidenses.

Una sobreviviente del comercio sexual en Corea del Sur después de la Segunda Guerra Mundial. Foto: New York Times

“Mujeres de consuelo”

The New York Times escuchó las historias de seis mujeres que vivían junto a muchas más en unos campamentos construidos alrededor de las bases militares estadounidenses que se asentaron en Corea del Sur. Por un eufemismo que quedó desde antes de la Segunda Guerra Mundial, donde pasaba exactamente lo mismo, les decían “mujeres de consuelo” o “mujeres de solaz”.

En septiembre del año pasado, 100 de ellas tuvieron una victoria y algo de consuelo, después de que la Corte Suprema de Corea del Sur ordenara compensarlas por el trauma sexual que sufrieron. Ahora, pretenden llevar sus casos a los tribunales de Estados Unidos en búsqueda de justicia.

Y es que los testimonios aseguraban que fue el gobierno coreano fue el que las utilizó para obtener ganancias políticas y económicas: “Nuestro país se dio la mano con los EE. UU. en una alianza y sabíamos que sus soldados estaban aquí para ayudarnos, pero eso no significaba que pudieran hacer lo que quisieran con nosotros, ¿o sí?”, dijo una de ellas.

Cuatro "mujeres de consuelo" surcoreanas después de haber sido liberadas por los soldados estadounidenses, en septiembre de 1944. Foto: National Archives Catalog

La explotación sexual que sucedió en esta época, está en las sombras y no se suele discutir abiertamente. Corea del Sur nunca ha aceptado la historia de las mujeres de sus campamentos, en parte debido a la firme alianza entre Seúl y Washington. Pero los documentos han sido los mejores aliados de las mujeres.

Una prueba contundente fue un papel que se escribió en 1961, en Gyeonggi, un área poblada que rodea a Seúl que establecía que era “urgente preparar instalaciones masivas para mujeres de solaz para brindar consuelo a las tropas de la ONU o levantar su moral”.

Una fuente de ingresos para el gobierno

Muchas de las mujeres que se dirigían a los campamentos lo hacían para, en medio de una crisis económica, poder ganarse la vida. A algunas las atraían con falsas promesas de trabajo y otras simplemente fueron forzadas después de haber sido secuestradas.

Incluso, a las que estaban infectadas con alguna enfermedad de transmisión sexual las detenían en un centro en Dongducheon para “cuidar” a los soldados de enfermarse.

El centro de Dongducheon, al norte de Seúl, donde mujeres a las que les detectaron enfermedades de transmisión sexual fueron confinadas. Foto: New York Times

El gobierno informó al Parlamento que Corea del Sur ganaba 160 millones de dólares anuales a través de los negocios que se formaron a partir de la presencia militar estadounidense. En estos, se incluía el comercio sexual. En ese entonces, un “acto sexual” costaba entre 5 y 10 dólares, que no iban directo al gobierno, pero sí incidía en la economía de todo el país.

Incluso, un medio local llamó a las mujeres prostitutas como “un mal necesario ilegal, similar al cáncer”, mientras que la sociedad creía que eran el precio de mantener la presencia militar estadounidense en el país, después de la guerra.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.