La difícil historia de amor que unió a Pedro Aguirre Cerda y su prima Juana hasta la muerte

Pedro Aguirre Cerda y Juana Aguirre

Se conocieron de niños, cuando compartían como primos, pero recién pudieron casarse pasados los 40 años. A pesar de que ella era católica devota y él, masón, congeniaron y se apoyaron. Así consolidaron una alianza que tuvo su punto cúlmine cuando Don Tinto llegó a la presidencia de Chile. A pesar de que ella lo impulsó a dejar el cigarrillo y a bajar el ritmo de trabajo, finalmente enfermó de tuberculosis. Ahí él tuvo un último gesto hacia su mujer, quien tras enviudar llevó riguroso luto por el resto de su vida.


Es probablemente una de las parejas presidenciales más afamadas de la historia republicana de Chile; la de Pedro Aguirre Cerda, y Juana Aguirre Luco, fue una relación que cruzó lazos familiares y barreras sociales en una época en que los matrimonios y los lazos de parentesco eran un asunto sensible.

En rigor, Pedro y Juana eran primos hermanos. Pero a priori no tenían mucho en común. Ella era hija del célebre médico José Joaquín Aguirre, lo que permitía un buen pasar familiar y acceso a una educación propia de los círculos de la elite, en su caso, en las Monjas Inglesas de Santiago. Por ello, Juana era una católica practicante y muy devota, un rasgo que llevaría durante toda su vida.

Por esos días surgió su vocación de servicio social. “En su juventud llevó a cabo diversas actividades de servicio social, marcando desde temprano una inclinación por ayudar a la gente necesitada. Siguiendo esta línea, también ofició como visitadora social a domicilio de la Sociedad de Hijas de María Ayuda del Sagrado Corazón”, detallan Enrique Corvetto Castro y Gonzalo Valero Acevedo en su libro Gobernar es Educar: Historias sobre Pedro Aguirre Cerda.

Juana Aguirre, Misiá Junita, y Pedro Aguirre Cerda

Mientras, Pedro nació y se crió en Pocuro, en el seno de una familia de esfuerzo y austera en cuanto a su gastos. Pero ello no impidió que en los veranos recibiera las visitas de la familia del doctor Aguirre. ”El desprejuicio infantil, la sencillez de los juegos de la época y las largas tardes al aire libre eran de suma diversión para Juana junto a sus queridos primos, principalmente Pedro, con quien solía jugar y divertirse”, detallan Corvetto y Valero.

Poco a poco surgió la chispa entre ambos. “Se presume que el coqueteo se inició cuando cursaban los últimos años de humanidades y que habrían sido sorprendidos. El susto vivido habría incitado el alejamiento entre ambos, aunque de todos modos la joven tiempo después concluyó sus estudios de Derecho y emprendió el desafío de doctorarse en Oxford, Inglaterra”, detallan los mismos autores.

Se reencontraron años después, con ocasión del funeral del doctor Aguirre. “En medio del velatorio y del barullo de la gente, Pedro le contó a Juana sobre sus planes -dicen Corvetto y Valero-. Acababa de terminar de estudiar Pedagogía, pero tenía en mente cursar Derecho. Más allá de los rumores, se sabe que los primos enamorados retomaron su relación después de que Pedro concluyó sus estudios de abogado. A esas alturas sentían que los años les habían puesto bastantes barreras de todo tipo. Pese a que asomó entre ambos la idea de casarse, esto no se concretó en forma inmediata”.

Una pareja presidencial atípica

Los años y los viajes de ambos fueron la traba principal para concretar la historia. Momento que conicide con el inicio de la carrera política de “Don Tinto”. “Aguirre Cerda salió electo diputado y un año después contrajeron nupcias, en 1916, y lo celebraron en la Viña Conchalí”, detalla el texto.

Como matrimonio marcaron además algunas diferencias con las costumbres de la época. Por ejemplo, no tuvieron hijos. “Optaron por no tener, ya que ambos bordeaban los cuarenta años, lo cual en la época era una edad considerada peligrosa para ser madre. Además de no tener hijos, decidieron que mantendrían un respeto irrestricto por sus diferencias religiosas”. Ella, católica ferviente, él, laico y comprometido integrante de la Masonería; una combinación a priori compleja en el polarizado mundo entreguerras, pero que ellos sortearon con total aplomo.

De allí, a que a diferencia de lo que se estilaba en esos tiempos, ella tuvo activa participación en la vida política de su marido. “Como el matrimonio no tuvo hijos, Juana Aguirre no debió enfrentar la encrucijada de decidir entre acompañar a su marido en aquellos viajes o quedarse en el hogar dirigiendo la educación de los hijos, como era usual por aquellos años”, destaca Cecilia Morán, investigadora y docente de la USS en su libro Las primeras damas en Chile (1938-1970). Además, ambos fueron muy cercanos a Gabriela Mistral, con quien mantuvieron una activa correspondencia y cómo no, fueron claves en impulsar su posterior candidatura al Premio Nobel.

El punto cúlmine ocurrió en 1938, cuando Pedro fue elegido Presidente de la república. Allí, Misiá Juanita, como era conocida a nivel popular, inaugurará el costado más social de la institución de la Primera dama. Una de sus primeras medidas al llegar a La Moneda, por ejemplo, fue el de darle carácter oficial a la Oficina de Servicio Social de la Presidencia. Pero su obra más conocida y duradera fue la celebración de la Pascua del Niño Pobre, una idea a la que se entregó con toda su energía y no dudó en presidir, organizar y dirigir.

Pero gobernar al país, golpeado y empobrecido tras la Gran Depresión, no era fácil. “Juana le hacía ver que trabajaba mucho, pues sus jornadas se prolongaban hasta altas horas de la noche -detallan los autores- Además, Juana le recriminaba y le pedía que dejara el cigarrillo, pues también se resfriaba muy seguido (está dicho, el consumo llegaba a cuatro cajetillas diarias), pero Aguirre Cerda nunca pudo dejar el tabaco”.

Pedro Aguirre Cerda

Hasta que llegó el diagnóstico de tuberculosis. Una enfermedad, en esos días, rápida y letal, que obligó a Don Tinto a delegar el poder. “(Ella) lo apoyó y acompañó, pero sufrió mucho al ver todo el proceso de la enfermedad, cuyo desenlace fue más rápido de lo que esperaba”, así, el mandatario falleció en La Moneda, el 25 de noviembre de 1941. Acaso como último gesto de amor hacia su esposa, Pedro Aguirre Cerda aceptó recibir la extremaunción de manos del cardenal José María Caro, quien concurrió por petición expresa de Misiá Juanita.

En una carta dirigida a su amiga Gabriela Mistral, fecha el 21 de agosto de 1942 (disponible en el Archivo del escritor, de la Biblioteca Nacional Digital), detalla el fulminante final del Mandatario: “La enfermedad de Pedro fue una cosa tan rápida, tan sorpresiva, se puede decir traicionera. Yo lo veía trabajar demasiado, tener una vida muy encerrada y casi sin ninguna distracción, esto me preocupaba e hice todo lo que pude por que cambiara sistema de vida, pero todo fue inútil, no se dejaba tiempo para eso, siempre cargado de preocupaciones y recibiendo a diario desengaños y malos ratos”.

Desde entonces, Juana se alejó de la vida pública. “Se encerró en su casa de la Viña Conchalí y encontró refugio en su familia y en la Iglesia, pero continuó apoyando las actividades sociales y en especial las navideñas con niños”, detallan los autores. Dicen que hasta el final de sus días, en 1963 guardó riguroso luto en memoria de su amado Pedro.

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