Margarita García Robayo, autora colombiana: “El migrante habita un país individual y solitario, eso no se puede compartir con nadie”

La destacada escritora acaba de publicar La encomienda, su última novela. En charla con Culto, desmenuza el libro donde en múltiples capas cuenta la historia de una mujer algo contradictoria. "Es una novela fantasmagórica, porque la protagonista está rodeada, mayormente, de ausencias".


Fue en pandemia. Cuando el mundo estaba encerrado debido al coronavirus, y las horas pasaban largas y con incertidumbre. En esos momentos, en su residencia en Buenos Aires, la escritora colombiana Margarita García Robayo (43) dio vida a su nueva novela, La encomienda, la cuarta de su carrera y la primera a través de la catalana editorial Anagrama. “La escribí durante el encierro, en las madrugadas, y muy rápido. Después, lógicamente, vino un proceso de corrección más largo y ‘riguroso’ (o eso quiero pensar)”, comenta a Culto vía e-mail.

Oriunda de Cartagena de Indias, Ganadora del Premio Literario Casa de las Américas 2014, es uno de los nombres colombianos que se ha encumbrado en la literatura latinoamericana. En esta novela, una narradora recibe una extraña encomienda, la cual la mete en más de una dificultad, al mismo tiempo que ajusta las piezas de una vida en que a veces se encuentra no siendo quien quiere ser. Un personaje contradictorio y que por lo mismo esconde más de una sorpresa.

¿Cómo surgió la idea de escribir esta novela?

La idea de escribir esta novela la tenía hace rato en la cabeza. Me imaginaba cómo sería si un día algo que creíste haber dejado en el pasado se apersonaba a tu lado y te veías en la obligación de hacerte cargo, de revisar tu historia e intentar llenar esos huecos que toda historia contiene y si, al indagar, solo descubrías un pozo infinito de preguntas. Quería hablar sobre el origen, o sea, sobre la madre. Para mí la madre representa el origen y el padre representa la ausencia, en la novela quería reflejar esto de alguna manera. Venía pensando hacía bastante sobre estos temas, pero creo que fue la urgencia de la pandemia, esa necesidad de poner el malestar en algún lado, lo que me hizo finalmente sentarme a escribirla.

De alguna forma, la protagonista lucha siempre por alguien que no quiere ser. No quiere ser niñera del niño de la vecina del edificio, ni está plena en su trabajo, tampoco está a gusto con su madre. ¿Te propusiste contar eso como nudo central?

En realidad la protagonista es alguien que vive en permanente contradicción. Dice no querer hacer muchas cosas que termina haciendo. Con el niño que no quiere cuidar, así como con el gato y finalmente con la madre que llega, termina revelando rasgos de ternura y de fragilidad que desdicen el desapego del que se precia. De la hermana dice todo lo que dice, pero también afirma que fue la única persona que le dio una “genealogía” (aunque fuera disparatada) de la cual agarrarse.

Hay otras cosas, como las amistades que se resquebrajan. ¿Es algo que sientes que falta contar?

En esta historia las amistades se resquebrajan por esta especie de discapacidad emocional que padece la narradora, y que intenta revertir. Parte de lo que quiere preguntarse esta novela es si se puede reparar lo que está roto.

También hay cosas incompletas, fantasmagóricas, como el vínculo de Axel con la narradora, que va y viene. ¿Es además una novela sobre lo no-dicho?

Es una novela fantasmagórica, en efecto, porque la protagonista está rodeada, mayormente, de ausencias (como su amiga Mara, a quien piensa mucho, pero nunca la vemos). O de presencias extrañas (como su madre), o intermitentes, (como su novio). Es una novela sobre alguien que piensa mucho y no llega a demasiadas conclusiones, y aun así lo que realmente importa sucede en ese pensar constante, en esa elucubración, más que en las acciones concretas. En esta novela lo real, lo fáctico, lo constatable, es desdeñado.

También hay temas como los empleos precarios. La misma narradora es escritora y escribe una novela sobre su madre. ¿Quisiste reivindicar el acto de la escritura con ello?

Una novela puede estar pensada para contener múltiples capas, muchísimos temas. Me gusta, cuando leo novelas, que la experiencia no se agote en el argumento, sino que al argumento lo orbiten una variedad de otras cuestiones que le sumen sentido. En este caso, uno de los temas que me interesaba tratar era el de la escritura, cada vez me gusta escribir más sobre escritura. La narradora quiere ser escritora, está postulándose a una beca y en esa postulación le preguntan por qué quiere escribir, para qué. Esa es una pregunta que, aunque parezca retórica, no debería abandonar a ningún escritor, porque tenemos un oficio tan residual y tan precario, en efecto, que más vale tener alguna razón convincente para persistir en él. No sé si se trata de reivindicar, de alguna manera al hablar de escritura estoy revelándole al lector el procedimiento, mostrándole que detrás de esta ficción hay alguien tejiendo. También creo que un texto no existe por fuera de las condiciones materiales en las que se produce, esas condiciones permean en el texto, se notan a en el resultado.

Como tú, la protagonista vive en Buenos Aires, y es extranjera ¿Cuánto de real tiene La encomienda?

En todos mis libros hay elementos que tomo de mi propia experiencia, este no es la excepción. Pero, al igual que en el resto, eso no significa que esa historia sea un calco de la mía ni ese personaje sea yo. Para mí, escribir se parece un poco a cocinar: uno agarra dos tazas de un arroz blanco, dos pechugas de pollo desmenuzadas, un pimentón verde y otro rojo y ajo y zanahoria, todo cortado en cubitos, y cada elemento es exactamente lo que es hasta que lo mezclas y lo cocinas y se convierten en otra cosa: en un arroz con pollo. La enorme diferencia es que amo escribir y detesto cocinar.

Lo extranjero está muy presente en la novela. Hay una parte donde la narradora comenta que lo que más le cuesta es conectar con el humor local. ¿Cómo se escribe sobre eso sin caer en los clichés?

La migración es otra de las capas que te mencionaba antes. Es un tema que me interesa y que me atrae mucho porque siento que hay un universo narrativo inagotable en la condición de ser migrante. Cuando uno abandona su lugar de origen abandona también la expectativa de volver a ser parte de alguna geografía, porque cuando vuelve a su país original se da cuenta de que ya es otro (porque uno también es otro). El migrante habita un país individual y solitario, esa condición no se puede compartir con nadie, porque ninguna migración es igual a otra.

Con el tema de la hermana que manda encomiendas, hay además una cosa ligada a la raigambre, al pertenecer a un sitio. ¿Es algo presente en tu literatura?

Sí, definitivamente es un tema que atraviesa mis libros y mi vida. Me gusta la idea de construir pertenencia (que es también la de construir una ficción personal). Hay una parte de la identidad que es inmodificable: de dónde venimos, el origen, eso no se mueve, esto no puede amputarse de la vida de nadie (eso que le llega en una encomienda a la protagonista de esta novela); pero sí podemos intentar construir pertenencia tomando retazos de acá y de allá, ideando un lenguaje propio, diseñándose un entorno en el que la hibridez, la mezcla, sea la regla. La protagonista de La encomienda está buscando eso, pero lo busca en los lugares equivocados. Está dicho en el libro: ya buscó en el pasado, ya buscó en el presente, no encontró ese principio…Bueno, pues parte de lo que quiere decir esta novela es que ese principio (el de sentirse parte de algo) puede estar en la posibilidad, puede estar en el futuro.

Sigue leyendo en Culto

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.