Culto

Guillermo Saccomanno, escritor: “En Argentina la agresión en el día a día es muy fuerte. La ira es una constante”

Recibió el Premio Alfaguara de Novela 2025 por su novela Arderá el viento, donde explora -en una narración coral- la vida en un pequeño pueblo costero, donde los rumores y los chismes marcan la existencia. En charla con Culto, Saccomanno explora la novela, comenta por qué no le gustan las redes sociales y entrega su visión del gobierno de Javier Milei.

Guillermo Saccomanno, escritor argentino: “Creo que se puede vivir perfectamente sin redes sociales, sin celular” Foto: Pablo Vásquez Rocha / La Tercera

Siempre quiso escribir sobre hoteles, esa idea se le cruzó al inquieto Guillermo Saccomanno (76) y comenzó a darle vida a un pequeño hotel, el Habsburgo, ubicado en un pueblo costero trasandino. Al lugar llega la familia del conde Esterházy y su fogosa mujer, Moni, junto a sus hijos quienes se hacen cargo del lugar. Pronto comienzan a interactuar con los lugareños -incluyendo al alcalde y al jefe de policía, ambos corruptos- y se forma una trama resumida en el sempiterno dicho “Pueblo chico, infierno grande”.

De esa vida pueblerina, que por encima parece muy apacible pero que por debajo tiene muchas capas de rumores, insidias y habladurías, trata Arderá el viento la nueva novela del escritor trasandino por la que obtuvo el Premio Alfaguara de Novela 2025, en enero de este año. El jurado señaló: “Es la historia de una degradación, de un descascaramiento agónico que poco a poco deja a la vista las miserias del cuerpo social. Expuesta al influjo de los Esterházy, la extraña villa costera argentina deja aflorar la oscuridad que circula por sus zonas subterráneas, como si los visitantes fueran una piedra de toque maligna que lograra sacar a la luz la verdadera naturaleza de los personajes. Escrita en un estilo parco y de una rara intensidad, la novela es la cuidadosa construcción de un deterioro que, aunque transcurra en un país específico, acaba por ser una metáfora distorsionada del espíritu de nuestro tiempo”.

Guillermo Saccomanno, escritor argentino: “Creo que se puede vivir perfectamente sin redes sociales, sin celular” Foto: Pablo Vásquez Rocha / La Tercera

Con una respetable trayectoria como novelista y guionista, que incluye el Premio Nacional de Literatura de Argentina y el Premio Biblioteca Breve de Novela Seix Barral, Saccomanno vino a presentar el libro a nuestro país en el marco del pasado Festival Penguin Providencia. En un hotel del sector oriente, recibió a Culto.

“Ignoro si fue a partir de una frase, a partir de una imagen, a partir de un comentario. Supongo que tiene que ver con que siempre me interesó escribir algo sobre un hotel. He escrito alguna vez sobre hoteles, pero me parece que tienen algo de estar habitados por secretos, por misterios, voces, murmullos y especialmente los hoteles que permanecen vacíos un largo tiempo, como los hoteles del verano. Y cuando digo eso me estoy refiriendo a los hoteles de pueblo costero que permanecen apagados durante la mayor parte del año, y en dos meses estallan y parece que se tira el mundo por la ventana con el turismo. O cuando se aproxima Semana Santa, en marzo, ya es otoño y de golpe te encontrás con la playa desierta, el bosque desierto, las calles desiertas. Y es atractivo un hotel en ese momento, ¿no? Porque durante el invierno permanece sometido al viento, la lluvia, la corrosión de la sal, del aire marino. Me parecía un buen lugar”.

Guillermo Saccomanno, escritor argentino: “Creo que se puede vivir perfectamente sin redes sociales, sin celular” Foto: Pablo Vásquez Rocha / La Tercera

Acaso la mayor innovación de la novela está en su narrador, porque a diferencia del habitual narrador en primera o tercera persona del singular, Arderá el viento usa la primera persona del plural. Es un “nosotros”. La voz que narra es colectiva, coral. “La intención de ese ‘nosotros’ es involucrar y comprometer al lector. El ‘nosotros’ te incluye, me incluye. Y junto con ese ‘nosotros’ está la circulación del chisme, del rumor, del runrún. Me pareció muy interesante emplearlo. Creo que era funcional y resultaba útil para la verosimilitud. Es que en un pueblo pequeño es así. Cuando vos vas a un pueblo, charlas con alguien, ese alguien te habla de uno y otro te habla de otro, nunca sos vos, siempre sos el que los otros dicen que sos”.

De alguna manera ese “nosotros” es similar a lo que ocurre con las redes sociales en la actualidad, donde también se crea una comunidad.

No necesito las redes sociales. Me parecen prescindibles. De hecho, en la novela no las hay. Bueno, yo no tengo redes sociales y apenas si tengo un celular para usar WhatsApp de vez en cuando. No mucho más. Y creo que se puede vivir perfectamente sin redes sociales, sin celular, sin Facebook, sin toda esa mierda.

¿Encuentra que no tienen ninguna utilidad?

Me parece que tienen una utilidad en caso de una urgencia. Es decir, que te ocurra algo grave o se esté produciendo un hecho importante, como la represión de una manifestación, un crimen, un accidente. Pueden ser necesarias, pero la mayor parte del tiempo lo que circula por las redes sociales es bullshit.

Guillermo Saccomanno, escritor argentino: “Creo que se puede vivir perfectamente sin redes sociales, sin celular” Foto: Pablo Vásquez Rocha / La Tercera

¿De alguna forma la literatura es una forma de escape de ese mundo de redes sociales?

No, la literatura no tiene nada que ver. La literatura está bien donde está. Me parece que, por ejemplo, si pensamos en el siglo XIX hay una buena cantidad de novelas que incorporan el tren como novedad, como en Ana Karenina. No me parece que lo técnico, o la incidencia de lo técnico, pueda modificar algo en la literatura a menos que sea necesario. Por ejemplo, que se trate de una novela sobre las redes sociales donde -en ese caso- son instrumentos necesarios, pero en esta novela se dice fulano lo llamó a mengano. No importa si lo llamó por teléfono o si lo llamó por WhatsApp. No estoy contando la técnica, estoy contando otra cosa, estoy contando pasiones humanas.

De hecho, llama la atención que en la novela los tipos de contacto son casi de otra época, la gente va y se habla cara a cara.

Sí, pero me parece que en un pueblo también es así. Al intendente lo tenés ahí nomás, al policía lo tenés ahí nomás. Es decir, son relaciones más estrechas. No son tantos habitantes, no hay tanta ceremonia.

Foto: Pablo Vásquez Rocha / La Tercera

¿Cuál fue la mayor dificultad de la escritura de la novela?

La principal dificultad fue que mientras escribía la novela tuve varias peripecias. Tuve una pulmonía, la pulmonía trajo como consecuencia un COVID, el COVID trajo como consecuencia otra pulmonía, una recaída. En el medio tuve que mudarme del lugar donde estaba a partir de un desalojo. En medio de la mudanza tuve algún trastorno neurológico. La novela la escribí en tres meses de peripecias físicas y no físicas. Pero la escribí. La escribí con entusiasmo porque me había mudado a otro país, un país que se llama literatura, un país que se llama novela, un país que se llama ficción. Entonces, estaba más preocupado por la novela que por mí mismo. Yo suelo escribir todos los días, me levantaba y escribía. Trataba de escribir una página aunque tuviera fiebre o hipertensión. Escribía, escribía y escribía sin parar. Cuando no escribía pensaba o tomaba apuntes, pero todas las mañanas trataba de levantarme temprano, al amanecer, para sentarme y escribir aunque fuera una página, y trataba de que esa página al menos funcionara como capítulo. Por eso son breves los capítulos.

¿De alguna forma quiso explorar la idea de un pueblo chico infierno grande?

Tal cual. Y es más, está la frase de Tolstoi: ‘Describe tu aldea y serás universal’. Y por otro lado está el sueño de todo escritor que es construir su propio territorio, su propio pueblo. Es el caso de William Faulkner con Yoknapatawpha, el caso de Juan Rulfo con Comala, Gabriel García Márquez con Macondo y otro que es no menos importante: Juan Carlos Onetti y Santa María. Entonces, esta idea de construir un pueblo literario ficcional tiene una ventaja en la construcción del relato: si vos estás trabado en el capítulo 20, no sabes cómo resolver una situación, podés volver atrás porque seguro que vas a encontrar algún capítulo donde algún personaje ahora puede intervenir. Entonces lo traes del capítulo 2 al 10.

¿Qué significa para usted ganar el Premio Alfaguara de Novela?

Un asombro. Y supongo que en un punto debería marcar un antes y un después, ¿no? Por el tamaño del premio. Pero me preocupa seguir escribiendo. En ese punto, yo creo que el premio te concede los cinco minutos de fama, pero la vida continúa, la vida no es el premio. La vida es seguir escribiendo. Lo que más me importa en este momento es esto, estar escribiendo. Volver cuanto antes a la literatura.

Foto: Pablo Vásquez Rocha / La Tercera

¿De qué modo lo que pasa en el pueblo costero de la novela dialoga con lo que ocurre hoy?

Yo creo que la novela funciona como metáfora de la realidad. Lo es. No puedo pensarla de otra manera.

Y pensando en esa realidad, ¿cómo ha visto a la Argentina con el gobierno de Javier Milei?

Nunca fui optimista. Me crie, nací y viví la mayor parte de mi vida bajo gobiernos autoritarios o militares. Así que no me sorprende lo que está ocurriendo, creo que también es efecto tardío de la dictadura. Teniendo en cuenta además el colaboracionismo y la complicidad civil con la dictadura no podemos hacernos los inocentes. No obstante, mi país, a diferencia del tuyo, ha tenido una parte de claridad y diferencia: le hicimos un juicio a las juntas, que fue no poca cosa. No fue menor. También tenemos a las Madres de la Plaza de Mayo, a las abuelas que siguen recuperando nietos de sus hijos desaparecidos. Es decir, el juicio fue un punto de inflexión, lo que no quiere decir que no haya una actitud fascista en nuestro país que proviene del resentimiento. Esto, en la medida en que los últimos gobiernos no han dado soluciones, no han generado un reparto de la riqueza. La riqueza está concentrada en uno o dos puños, no mucho más, entonces no se puede pretender que la población no sea resentida. Ahí es cuando crece el fascismo. Aumenta la delincuencia, se pide mano dura, hay desocupación, hay violencia, violencia doméstica, violencia colectiva. Y cuando tenés un gobierno que además opera mediante la agresión y mediante el insulto esto baja y llega a todas las capas de la población. Las afecta de una manera o de otra. No es la ternura de un ballet.

¿Esa agresividad que menciona se percibe en el común de los argentinos?

Se percibe minuto a minuto, es constante, permanente. Yo no sé cómo será acá en Chile. Mi estadía acá no da para juzgar y observar en la medida en que estoy por unos pocos días, estoy en una situación de privilegio, alojado en un barrio fino, en un hotel fino. No tengo oportunidad de ver cómo es el auténtico Chile. Pero lo que te puedo asegurar que en mi país la agresión en el día a día es muy fuerte. La intolerancia es muy fuerte, el individualismo es muy fuerte, la ira es una constante.

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