31 de marzo de 1990: la historia del día inolvidable de Silvio Rodríguez en Chile
Apenas unas semanas tras el retorno a la democracia, ocurrió el encuentro del trovador cubano con el público chileno, uno de los conciertos más memorables de la historia local. Un paso por el país que incluyó almuerzo en una viña, recepción en La Moneda, visita a la cárcel e Isla Negra. Cuando este lunes 29 inicia su tanda de cuatro fechas en el Movistar Arena, esta fue la bitácora de su concierto más significativo en el país.
Apenas escuchó las primeras líneas que cantó el humorista Felo, Silvio Rodríguez comenzó a reír a carcajadas. El comediante lo sorprendió interpretando una de sus peculiares versiones “alteradas” del repertorio del cubano. Así, anunció que iba a cantar Río, uno de los temas del imprescindible Mujeres (1978). “Yo empiezo a tocar la introducción -recuerda Felo al teléfono con Culto-. La toco y en vez de cantar la letra, que dice ´Hoy sé que no hay nada imposible, anoche supe la verdad’, yo empecé a cantar ‘Que grande que viene el riioo, qué grande se va la mar’, otra canción. Y eso fue lo que le provocó tanta risa a él”.
A Silvio le pareció graciosa la ocurrencia de Felo. “Esta versión está mucho mejor”, le comentó. En rigor, lo que hizo el chileno fue fusionar la canción del cubano con la clásica tonada folclórica Río Rio. Por eso, remató la humorada. “Bueno, miren cómo Silvio sabe apreciar la riqueza del folclore chileno”.
Las risas y los aplausos se escucharon en la tarde del domingo 1 de abril de 1990, durante un almuerzo de camaradería ofrecido a Silvio en la viña Concha y Toro, con ocasión de su visita a Chile tras 18 años de ausencia. Un momento que le permitió encontrarse con figuras locales del espectáculo y las artes. Los periódicos de la época mencionan la presencia de gente como Cecilia Echeñique, Alberto Plaza, Eduardo Gatti (quien incluso habría tocado con el cubano, aunque contactado por Culto, señaló no haber estado ahí), y el mismo Felo, quien despuntaba con su mezcla de humor y música. “Tuve la suerte de ser invitado, y tuve la suerte de actuar también allí en ese almuerzo. La gente prendió con la humorada -recuerda-. Y después Silvio me fue a dar un abrazo. Fue algo muy lindo”.
Un concierto histórico
Desde los primeros años setenta, cuando su obra llegó al país, la música de Silvio Rodríguez tuvo una especial repercusión local. Vino por primera vez en 1972 y conocida es la historia de cuando escribió la canción Santiago de Chile mientras escuchaba los trágicos hechos que sucedían el 11 de septiembre de 1973.
Ya hacia los años ochenta su música se volvió un emblema clandestino de la oposición a la dictadura de Pinochet con la edición en casette por el sello Alerce de discos como Mujeres, Unicornio, y otros tantos. Asimismo, los jóvenes aspirantes a guitarrista intentaban sacar temas como Rabo de nube o El rey de las flores gracias a los clásicos cancioneros de la revista La Bicicleta.
Por ello es que su presencia era un anhelo en el país que comenzaba a abrirse a los conciertos masivos, desde la legendaria presentación de Rod Stewart. Significaba un desafío mayor para los productores locales y uno de ellos se atrevió. Luis Venegas acumulaba experiencia organizando espectáculos de nombres como Soda Stereo o Miguel Mateos, además de la gran camada de artistas del medio local en los 80. El concierto del cubano significó su salto más estelar. “Silvio fue mi primer evento grande. Me acuerdo perfecto cómo fue mi acercamiento a él, porque fue una idea que se me ocurrió a mí”, personaliza el empresario.
Luego sigue: “Silvio había ido a todos los países post dictadura poco tiempo después de que recuperaran la democracia, como México, Argentina o Guatemala. Entonces fui y conseguí una reunión con él. Dos veces. La primera llegué hasta La Habana y lo conocí, fue muy amable conmigo. Yo no lo conocía, ni siquiera había estado alguna vez en Cuba. Yo le propuse hacer lo que yo sabía hacer en ese momento: presentaciones chicas en lugares que yo conocía. Le propuse hacer el Estadio Chile, La Tortuga de Talcahuano, espacios de ese tamaño”.
Venegas recuerda esa reunión clave para amarrar su presentación. “La primera conversa que tuvimos fue un rato largo, duró unas tres horas. Él conocía lo que pasaba en Chile mejor que yo, por lo que estaba muy interesado en que su música se difundiera sin ningún matiz político, que llegara a todo el mundo. Yo me quedé cuatro días en La Habana y lo vi tocando solo con una guitarra en distintos escenarios al aire libre, demostrando una gran calidez humana con la gente, él no tenía problema en saludar a todos los que se acercaban. Cuando la gente lo escuchaba, era una misa, una devoción”.
Al despedirse, el productor se fue con una sensación. “Cuando me tocó dejar Cuba, me dijo ‘Luis, lo voy a pensar y voy a tomar una decisión’. Tenía muchas ofertas. Yo no fui con ninguna, sólo fui con lo que me gustaría hacer, le dije sólo lo que tenía en mente. Y el 2 de enero recibí un mensaje de parte de él, que quería hablar conmigo. Fui a Cuba y me dijo que quería venir por unos pocos días y que quería cantar en el Estadio Nacional. Fue idea de él. Quería hacer un viaje corto y cantarle a todos los chilenos, estar al alcance de todos. Me decía que cuando iba a un lugar post dictadura, siempre iba a un sitio muy grande”.
Así se cerró el acuerdo y el cubano se presentaría en el coliseo de Ñuñoa la noche del 31 de marzo, apenas unas semanas de asumido el gobierno de Patricio Aylwin, el primero tras el retorno a la democracia.
Silvio Rodríguez arribó al país pasadas las 2 de la madrugada del jueves 29 de marzo, en un vuelo de la aerolínea Viasa procedente de La Habana, que realizó escalas en Caracas y Buenos Aires. Lo acompañaba una comitiva de 23 personas, incluyendo a los músicos del grupo Irakere, liderados por el afamado pianista Jesús “Chucho” Valdés.
“Yo me conseguí el Nacional y salió todo muy bien. Al llegar a Chile, fue un tipo extraordinario, de los artistas mejores personas que yo he conocido. Él estaba completamente conmocionado al llegar a Chile, tenía muchos amigos. Él también estaba impresionado que lo escuchara gente de todos lados, incluido público del barrio alto. Fue una gran persona”, agrega Luis Venegas.
Tras descansar algunas horas, el trovador acudió a la habitual conferencia de prensa, en el Hotel Galerías, la que se retrasó cerca de una hora. El encuentro con la prensa fue extenso y sazonado con picor. La visita convocó a muchos reporteros y las preguntas fueron directas. Una periodista de TVN abrió la rueda preguntándole por qué todavía apoyaba al régimen cubano. “Defiendo a Fidel porque es defender la dignidad de mi pueblo”, respondió Silvio, con calma, articulando cada palabra y sin inmutarse.
También se le preguntó que haría con el dinero del concierto, a lo que detalló que “el dinero que cobro se invierte en cultura cubana”, como en la adquisición de equipo y sistemas de sonido. Cuando se le consultó si pensaba reunirse con el flamante presidente Aylwin, el cubano respondió que se le había anticipado que lo recibiría una autoridad de gobierno. “Pero no tengo idea con quien”, detalló. También confirmó la presencia en el show de la cantautora Isabel Parra, con quien le une una profunda amistad hasta hoy.
Asimismo, Rodríguez se refirió al rumor que apuntaba a su interés en realizar un segundo show en el país, pero gratuito, en el Parque O’Higgins, el que no se concretó. “Es cierto. Mi primera condición fue hacer una actuación gratuita”, señaló. “Me he dado cuenta que es más difícil ofrecer algo regalado que cuando se paga, pues en lo primero comenzarán a surgir extraños intereses que te dificultan hacer algo gratis, pues todos quieren obtener una ganancia”, añadió.
Fue entonces que surgió la alternativa de grabar el concierto para su emisión en diferido por televisión abierta. Las Últimas Noticias detalló que ante la “imposibilidad de encontrar alguien o alguna entidad que asuma los costos del montaje técnico y de organización, se optó por llegar a acuerdo con TVN”. El equipo móvil del canal comenzó a instalarse en el coloso de Ñuñoa el viernes 30, misma jornada en que se realizó la prueba de sonido. La producción del concierto estuvo a cargo de un experimentado en el rubro, Alfredo Saint-Jean, quien pocos días antes se había ocupado de realizar el acto en el Estadio Nacional que marcó el retorno a la democracia. En charla con La Época, el productor detalló que el concierto marcaría un hito. “Será el recital con el montaje de sonido más grande que se haya realizado en el país”.
El sábado 31 de marzo las puertas del Estadio Nacional se abrieron a las 15.10 horas. Para entonces era notoria una multitud de personas que esperaba en las cercanías del recinto desde la mañana. En una práctica común a los shows de nuestros días, se cerró el perímetro entre Pedro de Valdivia, Marathon y Campo de deportes. Los vendedores ambulantes ofrecían chapitas, cintillos y banderas cubanas. Con el paso de las horas, las 80 mil personas repletaron cada espacio del recinto. “Copó toda la cancha, la pista de recortán, e incluso en las graderías se ubicó detrás del escenario”, detalló la crónica de La Tercera.
Reconocido admirador de la obra de Silvio, Felo estuvo esa noche en el Estadio Nacional. “Fui con una amiga y con mi madre. Tengo un recuerdo hermoso y fue mágico porque la cancha era una alfombra humana”, recuerda. A eso de las 21.00 horas, comenzó a sonar la música instrumental del grupo Irakere. La interpretación del Concierto Andino, con su propuesta de jazz fusión, marcó la apertura de la noche. Su sonido, muy contemporáneo, fue escuchado con algo de impaciencia por el público y sonaron algunas pifias. “Los músicos eran extraordinarios. Y la gente a lo mejor no lo supo apreciar en ese momento porque quería al Silvio, pero cualquier músico cubano está a otro nivel”, recuerda Felo.
Tras 15 minutos, las poderosas frases de los bronces dieron paso a la entrada de Rodríguez, entre la ovación efusiva. Caminó, tomó la guitarra que le esperaba en el centro del escenario y acompañado del grupo Irakere, comenzó a cantar Causas y azares, la canción que dio título a su disco de 1986. Tras acabar, saludó al público. “En nombre de toda Cuba, un gran abrazo solidario, latinoamericano, con el pueblo de Chile y una gran felicitación, entrañable, por la democracia”. El respetable le respondió con los aplausos que bajaron copiosos desde las galerías.
En el show, Silvio alternó segmentos en que se hizo acompañar por sus músicos y otros en que se sentó solo él y su guitarra, como si estuviera tocando en un café en La Habana. La multitud parecía seguirle cada instante. Cuando tocó Óleo de mujer con sombrero, el canto del público fue masivo. La emoción seguiría en alto. Y al cantar Pequeña serenata diurna, la gente ovacionó la línea “vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre”. Casi de inmediato vino el momento más intenso de la noche. “Este concierto lo quiero dedicar desde lo más hondo de mí a Víctor Jara”. El público aplaudió a rabiar, como invocando al cantautor.
También sonaron los aplausos para Isabel Parra, la única invitada chilena de la noche, quien se sumó a cantar Generaciones y fue acompañada de una banda en que destacaban músicos de la talla de Pedro Greene y Pablo Lecaros, para tocar Solo el amor. Una sensación eléctrica recorría el ambiente. El concierto siguió alternando temas clásicos y recientes, con ovación al hacer La Maza, Ojalá, Canción urgente para Nicaragua y el cierre con Unicornio. De alguna forma, la música cálida y de verso inspirado, fue tan poderosa como la de un grupo de rock al completo. Pero hubo algunas críticas. Desde las páginas de La Cuarta, reclamaron por el repertorio. “Notoria ausencia de temas que marcaron una época en Chile y exceso de canciones de los últimos años, poco o nadita de conocidas”.
Para la anécdota quedaron los 40 asistentes que llegaron con lesiones a la Posta central: “El mayor número fue por intoxicación por estimulantes (drogados)”, detalló Las Últimas Noticias. Asimismo se detectó a personas con entradas falsificadas, pero lo más complejo sucedió mientras el concierto ya estaba sucediendo. “Una poblada de unas 300 personas derribó las rejas y panderetas del sector de Avenida Grecia de nuestro principal recinto deportivo pretendiendo entrar gratis al concierto (…) aducían para ello que Silvio Rodríguez era un cantante del pueblo”, detalló la nota de La Tercera la que agregó que en el lugar se lanzaron panfletos del Movimiento Juvenil Lautaro.
Entre La Moneda, la cárcel e Isla Negra
Al día siguiente, el domingo 1 de abril, ocurrió el mentado almuerzo de camaradería con personalidades del mundo de las artes, la cultura y la política en la viña Concha y Toro. Como llegaron los ágiles de la prensa, aprovecharon de preguntarle a Silvio por sus impresiones sobre el concierto. “Chico, fue sencillamente maravilloso. Existió un respeto increíble. Un silencio estremecedor para escuchar cada una de mis canciones”, dijo a LUN.
Fue allí cuando Felo conoció a Silvio gracias a su humorada, lo que le permitió charlar un poco. “Silvio nos llegaba particularmente por el tema de mi generación en dictadura. Yo se lo dije esa vez, le dije lo que había significado para nosotros, que nos enamoramos de sus canciones”, recuerda. Además de artistas, asistieron algunas personalidades del mundo político, como el entonces Ministro Segegob, Enrique Correa. “Naturalmente, yo ocupaba un cargo en el gobierno, estuve ahí, lo saludé, no tengo el recuerdo de haberme quedado todo el almuerzo”, dice a Culto. No fue la única vez que lo saludó en esos días.
El mismo Correa fue el encargado de recibir a Silvio, al día siguiente, el lunes 2 de abril, en el palacio de La Moneda. “Lo recibí porque él era un cantante icónico de toda mi generación y yo diría que muchas de sus letras fueron himnos en los tiempos finales de la lucha contra la dictadura. Lo recibimos en el salón principal del ministerio, para lo cual había que recorrer una larga fila de oficinas donde todos estaban en la puerta aplaudiéndolo y saludándolo”.
El ministro le señaló que su música había sido clave en los últimos años. “Le dije que sus canciones de alguna forma habían roto de alguna manera con la censura, porque Silvio estaba absolutamente prohibido en el tiempo de la dictadura, para la radio, televisión, sin embargo, una revista que promovía la agrupación Santa Marta, que se llamaba La Bicicleta publicó su cancionero completo; quienes lo hicieron, lo hicieron con gran coraje. Le dije que para mí tenía una particular significación porque los muchachos de la agrupación Santa Marta, muchachos muy valientes, eran del MAPU, partido al que yo pertenecía”.
Según consta la prensa de la época, Silvio comentó en la reunión que para él era un honor estar en palacio y recordó que la última vez que lo había visitado fue por una invitación del presidente Salvador Allende. Correa todavía mantiene muy viva la impresión que le dejó el cantautor. “Era un tanto tímido, era una persona muy correcta, pero estaba muy sorprendido de tanto afecto que lo rodeaba. Muy sobrio, incluso recatado”.
Tras la recepción, Silvio atendió a los periodistas en la sala de prensa. Con su estilo sereno comentó que había sido autorizado a visitar a los presos políticos en la cárcel. “Estamos autorizados a entrar porque no es día de visita”, declaró.
La visita se enmarcó en un momento en que se debían resolver peticiones de indulto para los presos políticos. “Estábamos impulsando la Ley Cumplido para poner fin a la prisión de todos los que habían luchado contra la dictadura -explica Correa-. Entonces cuando él fue allá [a la cárcel] era una causa común, no fue un acto de rebeldía ante el Gobierno, sino que más bien de acuerdo con lo que el Gobierno estaba haciendo. Yo le comenté [a Silvio] que nosotros teníamos la voluntad de buscar una solución al problema”.
El martes 3 de abril, el músico arribó a la cárcel pasadas las 11 de la mañana, acompañado por una pequeña comitiva. El acceso se hizo algo dificultoso por los curiosos que se le acercaron para intentar un saludo, lo que generó una situación tensa. “Los presentes deseaban estrecharle la mano o saludarlo, pero sus guardaespaldas impidieron ese contacto espontáneo”, detalló LUN. Rodriguez permaneció en el lugar casi una hora. “El artista conversó y cantó junto a los presos, quienes lo recibieron con aplausos, le hicieron regalos y le explicaron su situación”, detalló La Época. Al salir, un reportero de Televisión Nacional de Chile insistió en preguntarle si en Cuba visitaba a los presos políticos. “En Cuba no hay presos políticos”, le respondió, lacónico y destilando molestia.
Ese mismo día, por la tarde, Silvio concretó otra actividad. Pasadas las 16:00 horas arribó hasta Isla Negra para visitar la casa del poeta Pablo Neruda. Su llegada fue todo un suceso que remeció la localidad, pero el músico prefirió entrar y no dar declaraciones. También llegaron curiosos y admiradores que se apostaron en el lugar. “Bicicletas, autos y hasta un caballo se estacionaron en las cercanías de la casa”, detalló La Época. Fue su última aparición pública. El jueves 5 de abril, a primera hora llegó hasta el aeropuerto para tomar el vuelo de regreso a Cuba. Allí fue despedido por un acotado grupo de admiradores, en un ambiente más sosegado que el de los últimos días.
Hasta ahí llegó Felo. El cubano lo reconoció y hablaron unos minutos. “Me dijo que en La Habana había un Centro nacional de promoción del humor creado por Virulo, que era un humorista cubano, amigo mío a mucho orgullo, un músico y humorista tremendo, que trabaja en México y de repente va a Cuba también. Lo fundó Virulo y nuestro Jorge Guerra, Pin Pon. Él me recomendaba a quienes tenía que conocer en ese centro del humor, yo no sé si lo hizo con un halago o para que aprendiera. ¿Si lo conocí? No, no tuve respuesta. Ahora estuve hace poco en Cuba, y si me quedo tres días más, habría visto el concierto que dio Silvio en las escalinatas de la Universidad de La Habana”.
Así, con una sonrisa, se fue del país. Al día siguiente, a las 21:30 horas, Televisión Nacional emitió el concierto, acotado a poco más de dos horas, sin la introducción de Irakere. Un registro que testimonió el abrazo definitivo entre el trovador y un pueblo.
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