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Steve Lukather de Toto: “The Beatles, Pet Sounds de The Beach Boys y Steely Dan son la Santísima Trinidad”

El hombre fuerte de Toto, una de las bandas más exitosas en la historia del pop rock, repasa en esta entrevista con Culto medio siglo de música, entre giras eternas, discos imposibles y la era del algoritmo. Además de su próximo show en Chile para el 11 de diciembre en el Claro Arena de Santiago.

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Steve Lukather recibe a Culto en su casa vía Zoom desde Los Ángeles con la voz gastada y el humor intacto, certero, irónico y sabio a la vez, casi como el otro maestro Luke —Skywalker— en la saga Star Wars. El músico emblema de Toto, guitarrista y cantante, acaba de cumplir 68 años, se convirtió en abuelo y recibió la visita de nada menos que Ringo Starr, su vecino y amigo. Cosas que suceden cuando un Beatle vive a la vuelta de tu casa.

“Si alguien me hubiera dicho que Ringo iba a estar en mi casa en mi cumpleaños, me habría reído en su cara”, suelta, todavía incrédulo. Catorce años de amistad con el baterista y sigue asombrado. “Ringo es un sabio divertido, un tipo lleno de vida. Quiero llegar a su edad con esa energía. Aunque ya es un poco tarde para mí.”

Viene de la gira más grande de Toto en toda su historia: el mejor negocio en casi cinco décadas, cifras absurdas en streaming, 4.200 millones de reproducciones, 28 millones al mes y, por sobre todo, una reivindicación del virtuosismo pop que cruzó al conjunto que cubrió las emisoras radiales en las últimas cuatro décadas.

Y sin embargo, dice: “El mainstream actúa como si no existiéramos”. A “Luke” le importa poco. “Viví la última época real de los músicos de estudio. Entrábamos sin saber quién era el artista, sin demos, sin click track. Y de pronto surgía la magia. Eso no se programa.”

La FM

Antes de Toto, Lukather casi consigue entrar a esa máquina de sarcasmo, precisión y sensibilidad jazz llamada Steely Dan. Tenía 19 años, recién terminaba una gira con Boz Scaggs, y Donald Fagen y Walter Becker lo querían para reemplazar a Skunk Baxter. Jeff Porcaro ya había tocado con ellos, en el tremendo disco Katy Lied —que acaba de cumplir 50 años-.

“Estábamos en el recinto para conciertos más codiciado de Los Ángeles. Los tipos que habían tocado en los discos me miraban con odio. Pero el tour se cayó. Demasiado caro, demasiadas neurosis. De esa frustración nació Toto. Así es la vida”, rememora el artista.

Hablar de Steely Dan lo enciende. Para él, no hay comparación. “The Beatles, el Pet Sounds de los Beach Boys y Steely Dan. Esa es la Santísima Trinidad. Perfección absoluta, pero también sufrimiento. Esas sesiones eran una locura: 185 tomas, cambio de baterista, cambio de bajista. Todo para servir a la canción”.

Hace una pausa. “Ahora haces un track en tu laptop y lo cortas y pegas. Frankenstein musical. Sin alma, sin riesgo. Nadie se equivoca, nadie inspira a nadie. Y sin errores no hay magia”, sentencia como un dardo a la yugular. El glorioso fade-out de un minuto de duración en el coda del hit Rosanna de Toto es muestra de esa clase de alquimia irrepetible.

“Luke” no habla desde la amargura, sino desde la lucidez de quien vivió la cima de la industria discográfica —los años 70— bajo una ética obrera, no como un focus group —a la usanza actual-.

“La tecnología está bien si la usas con criterio. Pero si la usas para tapar tu falta de talento, solo estás maquillando un cadáver”. Se ríe, con esa mezcla de ternura y desprecio que solo da la experiencia. “Puedes cantar como Stevie Wonder, pero si no tienes nada que decir, sigues sonando como un robot. Algunos compran una mansión para mostrarle a sus amigos. No pueden pagarla, o la aguantan dos años y luego tienen que mudarse a una casa más chica”, reclama, esta vez no con desprecio sino con lástima.

El humor le brota natural; pero el pop actual se lo da en bandeja: “Tienes hoy gente en una oficina decidiendo el segundo exacto en que tiene que entrar el hook. Y catorce personas para escribir líneas ridículas como wet ass pussy. Imagínate a los abuelos del futuro bailando eso en su aniversario 60. Va a ser glorioso”, ríe.

Kristian Heat Reuter

El endemoniando yacht rock

Lukather no reniega de los tiempos modernos, pero sí de la falta de alma. Instrumentista nato, para él la música la lleva en los oídos más que en las manos, y se nota en su aprecio versátil por el buen oficio: “No soy un snob. Escucho a Slipknot, The Carpenters y Miles Davis el mismo día. Solo quiero sentir algo real. Pero parece que eso ya no está permitido. La música antes nos hacía pensar.”

Aquí habla sobre cómo el músico y productor Rick Beato disecciona obras de arte en su canal de YouTube, verdaderas catedrales del pop. “Él ha sido muy bueno conmigo porque soy gracioso y no me tomo en serio. Pero lo que hace, analizar canciones clásicas y estructuras armónicas, no se puede hacer con la música pop actual. No hay nada que analizar”.

El instrumentista también conversa sobre la multitud de estilos que convivían en los años 70 y cómo se retroalimentaban; no existían nichos —del hard rock, del soul, del progresivo— y, de pronto, baja la voz y el semblante al recordar a Keith Emerson, tal vez el tecladista más grande que ha dado el rock, con quien alguna vez compartió escenario, y que se quitó la vida a los 71 años tras una severa depresión al verse imposibilitado de movimiento en su mano derecha.

“Keith fue un genio. Y entiendo su final. Si no puedes ser quien eres, ¿qué te queda? Si mañana me dijeran que no puedo tocar más, no sé qué haría. La música es mi todo. Lo único que me hace sentir vivo”, sentencia.

Ahí se cuela cierta melancolía. “Sí, me perdí ver crecer a mis hijos día a día, pero les di una buena vida. Ese es mi legado. Ellos y mi nieto. Todo lo demás es ruido”. Luego vuelve la ironía al hablar de cómo, en 2024, su nombre apareció en el documental Yacht Rock de HBO, en referencia al estilo de rock pop adulto que dominó las listas en los 70 y 80 y que, aparte de Toto o Steely Dan, también incluyó a nombres como Foreigner, Journey, Boston o REO Speedwagon.

“Pensé: qué estupidez. Hasta que me enteré de que Donald Fagen iba a estar en él. Entonces dije: ‘estoy dentro’. Si puedo aparecer en la misma frase que Steely Dan, llámenme como quieran”. El término yacht rock fue popularizado por la serie parodia del mismo nombre y creada por J. D. Ryznar, Hunter D. Stair y Lane Farnham en 2005, donde Eagles, Michael McDonald, Steely Dan, Hall & Oates y Toto aparecían. “Y ese concepto idiota ayudó a que una nueva generación redescubriera esas canciones. Si tengo que ser un dibujo animado para eso, ok. Mientras suene bien”.

Donald Fagen de Steely Dan eventualmente no apareció en el documental como entrevistado, sino que más bien en una grabación del momento en que el director Garret Price le llamó para proponerle aparecer en el filme. La respuesta de Don —irónico y cínico, punzante como siempre— fue categórica: “Oh, el yacht rock…bueno, déjame decirte: Go fuck yourself!”.

Una larga lista de créditos

“Luke” ha tocado en más de dos mil discos, desde el ineludible Thriller de Michael Jackson junto a sus compañeros de banda, además de títulos de Elton John, Boz Scaggs y Christopher Cross, con quien Toto compartirá escenario el 11 de diciembre próximo en el Estadio Claro Arena (Puntoticket).

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Y sin embargo, se ríe de esa cantidad de créditos colosales. “Nadie los lee. Pones una canción y te aparecen catorce compositores. En los 70, éramos cinco tipos en una sala, tocando al mismo tiempo. Eso era una banda. Ahora son archivos de audio que nunca se han visto las caras”. Y lo dice con orgullo, pero sin soberbia.

El hombre de Toto se confiesa un creyente en Jesús y un hombre afortunado: “A los 18 ya vivía de esto. Nunca hice otra cosa. Eso ya es un milagro. No tengo mansiones ni autos ridículos. Solo quiero continuar haciendo esto. Ya grabé en todos esos discos, el resto de mi vida ha sido estar de gira”, dice sonriendo.

Antes de cortar el contacto con este medio, levanta un vaso con una mezcla de jengibre, limón y cayena, haciendo un brindis a través de la pantalla de Zoom. “Esto reemplaza al tequila cuando te haces viejo. Te deja la misma cara, pero te salva el hígado”, se ríe, agradecido, como quien aún disfruta la broma. “Después de todo, sigo aquí. Y sigo tocando. Eso ya es más de lo que uno puede pedir”. Salud por eso.

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