Culto

Un karaoke masivo: Macha y el Bloque Depresivo hacen historia con su emotivo show en el Estadio Nacional

El proyecto liderado por Aldo “Macha” Asenjo vivió una noche consagratoria ante una multitud que llenó el coloso de Ñuñoa, y por momentos funcionó como un coro popular de boleros, valses y desamor. Un show de una treintena de temas e invitados como Álvaro Henríquez, Santaferia y hasta Manu Chao, que estuvo marcado por la comunión entre el grupo y el público, lo que dejó en claro que la canción popular todavía late fuerte entre la gente.

El arrojo de llevar el sonido intimista de bares y cantinas, a la amplitud de un estadio, ya era suficiente atractivo para acercarse al Estadio Nacional. La tarde del domingo 20, el bolero chilenero de Macha y el Bloque Depresivo fijó el mayor desafío de su carrera al presentarse en el Coloso de Ñuñoa. Un hito absoluto, pero asimismo la celebración de un repertorio popular.

El proyecto liderado por “Macha” Asenjo propuso una noche de música latinoamericana. Es decir, abrió el espectro y redefinió ciertas convenciones de los conciertos.

Con la gente aún ingresando al Nacional, a eso de las 20:00 horas, una voz en off (con expresión) anunció un número de apertura, La Sonora Chingona, que componen músicos chilenos (de La Sonora de Todos, que reúne a ex integrantes de La Sonora de Tommy Rey liderados por Leo Soto) y mexicanos. Un combo de bronces y percusiones que presentó un repertorio de música popular (temas como Aquellos ojos verdes, Lágrimas negras, entre otros), adaptado con arreglos que guiñaron a la cumbia, el cha cha cha, mambo, guaracha y otros ritmos. Básicamente, como si fueran la orquesta de una boite en un cerro de Valparaíso durante una noche de bohemia.

El aplauso del Nacional sonó fuerte cuando el combo presentó una interpretación de El triste de José José. Un sonido coherente con el número principal. Un sonido marcado en la conciencia colectiva. En suma, no fue un relleno, sino que introdujo el relato de la noche.

Ya para las 21:00 horas, el Nacional lucía casi repleto. Y aún seguía ingresando público al lugar, lo que retrasó unos instantes el arranque del show. Habían pasado cinco minutos, cuando en las pantallas montadas a los costados del escenario, pasó un video introductorio que, con la imagen de un avión, presentaba un relato sobre salir adelante, pese a todos los obstáculos. “El canto siembra lo hecho”, sentenciaba en el final.

Luego, sonidos de tempestad, sirenas de barcos y aves marinas, sonaron como un recordatorio de la impronta portuaria del repertorio. Fue el momento que marcó la entrada en escena del Bloque Depresivo.

El “Macha”, Aldo Asenjo, saludó apenas con un gesto. Y de inmediato, la frase de trompeta que abre Qué es lo que pasa, rompió la tensión. En escena, además estaba Vicente Cifuentes, el primer invitado de la noche, sin aviso, sin aspavientos, simplemente apareció.

Luego, las guitarras de Joselo Osses y Raúl Céspedes abrieron la popular Procuro Olvidarte, de Manuel Alejandro y Ana Magdalena, popularizada por Hernaldo (al que se sumó un grupo de mariachis). Al llegar al estribillo, el karaoke del Nacional fue masivo. Apenas sonó la última nota, el inconfundible riff de Zorba el Griego, desplegado desde las guitarras, introdujo su lectura cantinera de Échame a mí la culpa, de Albert Hammond.

Alguna vez, “Macha” definió al proyecto como “un grupo de amigos que nos reunimos a cantar canciones que nos gustan”. Los primeros momentos del show lo dejan en claro, es la celebración de un repertorio popular desperdigado en el tiempo. “Que allá en el otro mundo, en vez de infierno encuentres gloria”, coreó el respetable. Y siguió de largo, cuando el Bloque continuó con su lectura a ritmo de cha cha cha y bronces para Trátame suavemente de Soda Stereo.

Aunque el grupo se despliega principalmente en teatros, en el último año habían comenzado a tantear el salto, con presentaciones de mayor alcance masivo, principalmente en estadios comunales y regionales (en Peñalolén, Independencia, Antofagasta, etc). En el Nacional honraron su historia y mantuvieron la misma escenografía de sus shows en teatros, es decir, su habitual puesta en escena, concentrado en la música. Nada de visuales, nada de pirotecnia. Bastaba con los músicos, el repertorio y el respetable coreando desde la primera canción.

Un guiño a Chico Trujillo, el otro gran proyecto del Macha, pasó cuando el Bloque despachó su lectura de Loca, en arreglo abolerado y cantinero. La comunión entre el público y el grupo se sellaba con el aplauso, mientras en el escenario, Raúl Céspedes (el hombre que escribió los arreglos de cuerdas del MTV Unplugged de Los Bunkers) despachaba su destreza en la guitarra.

“Estamos emocionados, estamos felices”, saludaron. “Se puede”, fue la conclusión rotunda, como animando a otros colegas. Y siguieron con su lectura de Amiga, de Luis Gómez Escolar y popularizada por Miguel Bosé. Uno de los momentos altos de la noche. Luego, Camilo Salinas entró para sentarse al teclado y tocar Me vas a extrañar, seguida de la aplaudida Y si no fuera (con su habitual guiño a Juan Gabriel incluido). Mientras, el “Macha” caminaba por la pasarela que se extendió desde el escenario, como cantando entre las mesas en el mercado.

No podía estar ausente Álvaro Henríquez, un invitado habitual en la historia del Bloque, incluso en aquella afamada presentación de 2012 en París que les volvió un fenómeno.

El guiño musical a La fiesta de San Benito de Inti Illimani (que también suena en los shows de Chico Trujillo), introdujo Solo tú, de Matia Bazar, al que siguió su habitual lectura para El triste, también con el líder de Los Tres y las chicas del Cuarteto Austral, que le sumaron una capa de cuerdas que le inyectó dramatismo a la canción. Más aún cuando las músicas se quedaron para acompañar en Lo que un día fue no será, un himno de desamor que el Bloque interpreta con un arreglo tan ambicioso como efectivo.

Casi adelantando la próxima presentación de Bad Bunny en el mismo lugar, sonó su interpretación para Turista (del álbum Debí tirar más fotos), lanzada recientemente. En la voz del “Macha”, la canción se transforma en una lamentación y destila la desesperanza que a ratos queda enmascarada en la producción con que se vistió la original. Algo así como una canción neocebolla.

Otro momento de cruce se vivió con la junta en escena entre los populares Santaferia (recibidos con ovación) con la cantante argentina, de voz arrabalera, Julieta Laso. Todos interpretaron la animada Que me quemen tus ojos, momento que permitió levantar el ánimo a la gente, que aprovechó de gritar consignas contra el presidente electo José Antonio Kast.

Entre canción y canción, los músicos desplegaron algún guiño al repertorio popular; del riff de Nunca me faltes a Up & down de Vengaboys, como dejando en claro la plasticidad y el sentido musical para echar mano a cualquier cosa que se les antoje.

Otro momento cargado a la apelación de la memoria colectiva pasó cuando las cámaras pincharon el memorial de los desaparecidos, ante el aplauso del público que comenzó a gritar la antigua consigna “el pueblo unido jamás será vencido”. Ahí tomó la palabra el “Macha”, en un momento de intensidad eléctrica. “Es solidaridad cantar juntos”, señaló.

Momentos más tarde, el respetable vibró con la interpretación de Pequeña serenata diurna, de Silvio Rodríguez, quien precisamente se presentó en este mismo Estadio en 1990, en los albores de la transición. La obra del cubano resuena profundamente en Chile, y el arreglo de guitarra de Raúl Céspedes le hizo total justicia. La ambición musical del Bloque además le sumó arreglo de percusión y un guiño al clásico bossa, Insensatez.

Las referencias internacionales no pararon. Un gran momento fue la invitación a Manu Chao, quien ante la sorpresa del público subió al escenario. Junto al Bloque, y Aerstame, interpretó La Despedida, un tema de su álbum Clandestino, que en la noche de Ñuñoa sonó en una lectura de sabor afrolatino y con sazón de trompeta.

El cuarteto Austral volvió a escena para sumarse al contundente segmento final que arrancó con La nave del olvido (de Dino Ramos pero popularizada por José José), un corte clásico del Bloque, parte de su único disco publicado en 2018, y de las más coreadas de la noche. Siguió Déjame decirte algo, una crónica hecha canción que el público siguió con pasmosa atención.

Luego sonó Vergüenza ajena, la misma canción que el “Macha” cantó hace algunos días en este mismo Estadio durante el show de Los Jaivas, y como en esa ocasión, igualmente celebrada. Los aplausos siguieron al sonar Resaka Sudaka y el karaoke resultó atronador cuando pasó Continentales, el himno del Bloque. Alguna vez se viralizó un registro del “Macha” tocándola en una calle de Valparaíso. Ahora, en el Nacional, los arreglos de cuerdas y piano le sumaron un refrescante sabor a balada que cerró un set de 28 temas y casi 3 horas de música.

Parecía que terminaba allí, incluso ya había gente tomando la via de salida, pero fieles a su estilo, el Bloque volvió a escena, esta vez con Vicente Cifuentes y Emiliano Asenjo para hacer otro clásico de Silvio y los pastos universitarios, Óleo de mujer con sombrero, en una convincente lectura bachatera. El cierre definitivo lo marcaron Libre, de nuevo con Aerstame, y Las simples cosas.

Fue, en suma, una noche memorable. Una que estará entre las mejores del año. Razón tenía Catalina Plaza, la cantante de Catalina y las Bordonas de Oro, quien comentó a este medio hace unos días, que esta música ya no es música de viejos. Es música de todos. Macha y el Bloque Depresivo, simplemente cumplieron con llevar esa música al escenario de todos. Un acto de justicia musical y popular.

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