Diego Jarry, a fondo: “Empecé un poco tarde a tomarme en serio el tenis”
A diferencia de su hermano Nicolás, el tenista de 22 años siguió el camino universitario en Estados Unidos, donde en las próximas semanas se graduará. Luego, anuncia, se dedicará a su pasión.
Este lunes, Diego Jarry apareció por primera vez en el ranking ATP. Los cuatro puntos que consiguió tras superar la qualy del Challenger de Temuco le permitieron ubicarse en el puesto 1.457 de clasificación. A diferencia de su hermano Nicolás, aún no está dedicado al cien por ciento como profesional, pero eso es algo que cambiará en los próximos meses.
“Mi papá me mandó el ranking. Estaba bien contento y yo también. Con un poco de paz después de ese sentimiento de haber logrado un objetivo y verlo hecho realidad”, señala el tenista de 22 años, que se encuentra en Estados Unidos rindiendo sus exámenes finales en negocios y finanzas para graduarse en business and management en la Universidad de Carolina del Norte.
Como eligió el camino de los estudios, solo en vacaciones pudo jugar torneos para poder entrar el ranking. En varios pasó la qualy, pero no le alcanzó para sumar. Hasta que lo consiguió en el cemento sureño.
Eso sí, aclara su relación con las superficies. “Siempre he pensado que la arcilla es la que me gusta más, pero de tanto jugar en cancha dura me terminé acostumbrando después de cuatro años”, admite.
“En Temuco las condiciones estaban muy buenas, las canchas estaban bien nuevas. Entonces, a pesar de la superficie dura, la pelota igual rebotaba harto y agarraba un poquito más. Eso me dio harto beneficio”, explica.
La razón de haber elegido un camino distinto al de su hermano, dice, es muy sencilla. “Yo creo que por varias razones no estaba listo. Esa era la realidad. Empecé un poco tarde a tomarme en serio el tenis, a entrenar todos los días. Alrededor de los 15 años dejé de jugar fútbol —jugaba de último hombre— y me empecé a tomar de forma más profesional el tenis”, admite.
“Fue una combinación de cosas, tuve un par de lesiones en los pies que no me dejaron competir en mi primer año de juniors, después vino la pandemia y congeló todo. Al final, el resultado de todo eso era que yo no estaba listo. El camino siempre fue ir a la universidad. Estaba la posibilidad de empezar a competir altiro, pero lo más realista y lo ideal para mí era llegar a la universidad en Estados Unidos”, confidencia.
En esa decisión también estuvo el ejemplo de su abuelo Jaime Fillol: “Él lo hizo también y sabía de muchos amigos de Nico que estaban compitiendo con él y que también habían ido a la universidad. Todos hablaban maravillas de su experiencia”.
Su padre, Allan Jarry, lo valora. “El contexto de Nicolás y Diego es distinto cuando les tocó tomar decisiones a los 18 años y es rico ver cómo cada uno escogió un camino, recorriéndolo con un denominador común que es muchísimo esfuerzo”, resalta.
“El camino de la universidad tiene grandes virtudes y hoy, gracias a que el tenis extendió su tiempo de ejecución, tenemos ejemplos de jugadores a un nivel competitivo a los 30 o 35 años. Entonces, un chico sale con 22 y un título en la mano y todavía es muy joven para el tenis. De hecho, en el main draw del último US Open hubo 35 jugadores en hombres y mujeres que pasaron por el US College”, complementa.
Hoy esa etapa universitaria está llegando a su fin. “Si todo sale bien, en dos semanas ya me gradúo, pero va a depender de cómo se me dan los exámenes, pero supongo que me voy a graduar”, anuncia Diego.
Precisamente, sobre su futuro, ya tiene una decisión tomada: “Voy a volver a Chile y empezaré a competir desde ahí. Ha sido difícil estar lejos tantos años, así que tengo un par de ganas de poder volver por lo menos un tiempo y estar en casa. Pero sí, ese es el plan por ahora”.
Con respecto a su cuerpo técnico, ya tiene algunas definiciones. “He estado hablando con la Academia de Alto Tenis y voy a empezar a trabajar con ellos, por lo menos el principio del año. Cada vez que estoy en Chile me dejan entrenar con ellos y siempre me esperan con los brazos abiertos. Así que ese va a ser el primer paso para probar cómo es la cosa por un tiempo que no está determinado”, anticipa.
Los consejos de Nico
La relación con su hermano siempre ha sido muy estrecha. “Nico dice harto. Últimamente lo he tratado de escuchar mucho. Y no solamente porque él es tenista y es algo que a mí me gustaría hacer, sino por ser hermano mayor. Él ya ha pasado por un camino, él ya ha cometido errores, ya ha tenido aprendizaje. Su input en mi vida es muy importante”, destaca.
“Y cada vez que tiene algo que decir, si es bueno o malo, lo escucho atentamente. Por el ranking, me felicitó. No creo que le haya dado mucha importancia en el sentido de que es un paso más. Es un escalón, y yo creo que por eso me felicitó. Pero hay que cruzar los dedos y esperar que Dios siga apoyando y que en el futuro se den más razones para felicitaciones”, ruega.
También ha seguido de cerca las complicaciones que él ha debido enfrentar: “Es difícil. Pero es un ejemplo a seguir también. La vida le ha tirado de todo a Nico y él, con su forma de ser y su perseverancia, siempre ha podido dar vuelta la página, agachar la cabeza y seguir trabajando. Es algo que trato de asimilar harto y que todos deberíamos, la verdad”.
“Entre lesiones del oído, ahora del codo, el doping... Siempre ha tenido un obstáculo por frente. Y él, con su ética de trabajo, su sacrificio, su esfuerzo y perseverancia, siempre ha podido seguir adelante”, enfatiza con orgullo.
Todos los Jarry-Fillol se vincularon tempranamente al deporte. “Tengo dos hermanas mayores, Sofía y Belén, y después está el Seba, que también está jugando tenis. Todos más o menos por decisión propia o no, siempre estuvimos involucrados en el tenis. Yo diría que los hombres tomaron un poquito más ese camino. Pero una de mis hermanas, desde chica era muy buena, no sé por qué dejó de jugar, pero le pegaba bien”, revela.
“Mis dos hijas y los tres chicos tenían que hacer deporte fuera del ámbito del colegio al menos tres veces a la semana. Ese deporte lo tenían que elegir al principio de cada año y ojalá que fuera lo más diverso posible, pasando por el tenis, fútbol, rugby, hockey, gimnasia de aparatos, que lo hicieron en el Club Manquehue”, recuerda su padre.
En cuanto a su abuelo Jaime, Diego reconoce que todos son muy cercanos. “¿El más regalón? Todos. No voy a poner nombres, pero somos todos", afirma.
Su relación se estrechó mucho a partir del regreso de la familia desde Estados Unidos. “Volvimos cuando yo tenía 10 años y él me llevaba a su club a jugar todos los fines de semana. Íbamos a misa en la mañana, después íbamos a tomar desayuno y partíamos a las canchas. Y yo creo que se volvió rutina por varios meses y años”, rememora.
“No solamente tenis, pero la mayoría de las cosas que sé, aparte de mi papá y mi mamá, me las ha enseñado él. Cómo es él como persona, es algo que todos deberíamos tratar de copiar, por lo menos un poco. Así que estoy muy agradecido por él. Con mucho amor”, valora.
También detalla los consejos tenísticos de su abuelo: “Siempre me incentivó a terminar en la red voleando. Y a mí el saque y volea siempre me ha funcionado bien y es donde más cómodo me siento. Siempre dice que por mi altura y los brazos largos que tengo, se le haría a los otros muy difícil pasarme, y hay cierta verdad en eso. Y sí, siempre estuve cómodo con la volea porque es lo que más que hacía”.
Cuando no está de acuerdo con algo, Fillol se lo hace saber a su nieto de forma muy didáctica. “Nunca me ha gritado ni mucho menos. Yo creo que la única vez que he escuchado a él elevar su voz es cuando se pega en el dedo chico del pie contra la mesa”, desclasifica.
De su estilo de juego, apoyado por su metro y 98 centímetros, su referente es Roger Federer. “Me gusta porque sube y termina los puntos en la red”.
Dios, libros y música
Entre sus pasatiempos, se encuentra la literatura. “Siempre agradezco que me regalen libros. Le doy mucho más valor cuando alguien me da un libro que cuando yo elijo uno. O cuando alguien me recomienda uno”, explica.
Su otra gran pasión es la música. “A mí me hubiera encantado poder tocar algún instrumento. Cuando éramos chicos, teníamos que elegir deportes. Y hubo un momento que estaba haciendo cinco deportes distintos y me hubiera gustado poder haber sacado uno de esos y haber agregado algún instrumento”, confiesa.
“Al estar tanto en Estados Unidos, el country me ha terminado gustando harto. Tengo un par de amigos chilenos que les gusta también y nos mandamos canciones cada vez que podemos”, agrega sobre sus gustos.
Asimismo, su conexión con Dios es tan o más profunda que la de su hermano y su abuelo. Esto también lo lleva al deporte: “No sé si tengo un sueño en específico. Tengo sueños en general que puede ser que no estén determinados en el tenis. Bueno, acá voy a poner un poco de religión... Dios nos pone en la tierra con varios propósitos. Uno de esos propósitos es tratar de ayudar al prójimo y siempre poner a los demás sobre ti. Y me gustaría que algún día, junto al tenis, lograr algo similar”.
“No sé de qué forma, no sé cómo va a ser. Pero si no era el tenis, iba a ser algo más. Y me alegro mucho. Espero que el tenis me pueda ayudar a lograr ese sueño. Siempre hay que tener algo religioso en la vida. Ayuda tener a Dios y sobre todo en un deporte en que uno está tan solo y con tantas complicaciones”, reflexiona sobre su misión en esta tierra.
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