La Tercera PM

Entre la euforia y la histeria

Queda claro que en todos los sectores solo ganan los que no se dejan nublar por las emociones. En este contexto, la única recomendación es detenerse, respirar y activar aquella parte del cerebro encargada de racionalizar nuestras decisiones.

(Foto: Agencia Uno)

Las elecciones recién pasadas removieron intensamente las aguas políticas y, tal como en el relato bíblico, las ha dividido entre la euforia y la histeria. La euforia está médicamente reconocida como un estado mental y emocional en el que una persona experimenta sentimientos intensos de bienestar, felicidad, excitación y júbilo. La histeria es un tipo de neurosis de defensa caracterizada por una elaboración alterada de contenidos desagradables y dolorosos. En ambos casos existe un alto riesgo de tomar decisiones precipitadas, de equivocarse. Aquellos que sean capaces de mantener la calma estarán un paso más adelante.

El Frente Amplio, eufórico por los resultados, inauguró la cadena de malas decisiones de cara a la inscripción de las primarias y el gran perdedor fue Gabriel Boric. Se le ha acusado de ser responsable del quiebre de la oposición, de no guardar su palabra, de decidir por cálculos políticos y romper casi irremediablemente las confianzas. Como si fuera poco, su socio, Daniel Jadue, dando muestras de disciplina y claridad en el libreto, jugó con aplomo y ganó. ¿Qué resultará de esa sociedad? No lo sabemos, pero parece claro que entre ambos socios hay una discrepancia radical: uno cree en la democracia y el otro no. Los constituyentes del sector, también eufóricos, comenzaron a vivirla transformándola en entrevistas, programas de TV y exaltadas declaraciones. Exigencias, propuestas desechadas hace décadas por nefastas, intransigencias y arbitrariedad han sido la tónica. Nadie parece reparar que atrincherarse es aislarse y que un mundo complejo no puede abordarse desde la simplicidad o la intolerancia.

Por su parte, la centroizquierda, sumida en la histeria por la debacle vivida, arrancó rápida pero torpemente su camino para terminar en jaque mate: vetados, con varios candidatos fuera del bote, sin primarias y con un futuro muy incierto. Paula Narváez ha hablado de traición, desilusión y enojo, dejando ver que el objetivo del sector no es programático, sino táctico -sacar a la derecha del juego-, y afirmando que al restarse el FA y el PC dejan de dar garantías de gobernabilidad. En este escenario, Yasna Provoste, negándose a ser parte del huracán, tomó estratégica distancia, reafirmando así su olfato y buen ojo político.

En la derecha, con menos escándalo, los derroteros han ido por el mismo camino. Histeria con forma de dedos acusatorios, boletas de todos los tamaños, invitaciones a la trinchera. Sichel descarta a Lavín como candidato y define las distancias con Briones como “entre hot dog y completo”. Carter declara que la vieja política (gobierno incluido) da asco, Desbordes agrega adjetivos a su definición y establece con rapidez inusitada los cuatro mensajes de su “derecha social republicana” y suma y sigue. El sector deberá aprender a caminar en la incertidumbre, a perder el miedo y evitar poner la cabeza en el pasado, pues cuando memoria/desmemoria y emoción trabajan conjuntamente, las posibilidades de equivocarse se acrecientan.

Queda claro que en todos los sectores solo ganan los que no se dejan nublar por las emociones. En este contexto, la única recomendación es detenerse, respirar y activar aquella parte del cerebro encargada de racionalizar nuestras decisiones. Con esto en mente, elegir cartas de navegación, tripulaciones y capitanes.

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