Riane Eisler: “Nuestros cerebros se activan más cuando cuidamos y compartimos que cuando ganamos o dominamos”

La académica y activista social austríaca, Riane Eisler.

La autora de "El cáliz y la espada", plantea en esta entrevista con La Tercera que no en toda la historia hubo desigualdad: “Durante milenios hubo más equidad de género, pero nos han enseñado mentiras”.


A sus 92 años, es una leyenda. Socióloga y escritora nacida en Viena, autora de El cáliz y la espada -traducida a 26 idiomas- rompió la cátedra cuando afirmó que durante miles de años la humanidad vivió en sistemas de cooperación y no de dominación, y donde había igualdad entre hombres y mujeres. El libro, publicado originalmente en 1987, fue considerado por varios antropólogos como uno de los más importantes desde El origen de las especies, de Charles Darwin.

Las investigaciones de Riane Eisler la han llevado a ser una gran defensora de la cooperación y la colaboración, y en mantener el optimismo de que es posible lograrlo. Eisler es presidenta de The Centre for Partnership Studies del World Future Council, cofundadora del General Evolution Research Group (CERG), responsable del área de investigación de la Academia Mundial de Arte y Ciencia de la World Business Academy. Es una pionera en el impulso a la visiblilización y valoración de la economía del cuidado, en la inversión en educación temprana y en la igualdad de género. “Hicimos un estudio que mostró que el estatus de la mujer en un país es el mejor predictor de la calidad de vida de todos. El informe del Foro Económico Mundial sobre la brecha de género muestra que las naciones con las brechas de género más bajas también se encuentran en los rangos más altos de competitividad global. Esto no se trata de “ellas contra ellos”, se trata de unirnos. Eso es lo que necesitamos”, dice.

Amable, pausada, curiosa, conversa con La Tercera vía Zoom sobre su último libro, Nurturing our humanity, How Domination and Partnership Shape Our Brains, Lives, and Future (en coautoría con el antropólogo Douglas Fry, y publicado por Oxford University Press en 2019), donde desarrolla su idea sobre los cuatro pilares esenciales que hay que trabajar para lograr el cambio cultural: crianza, igualdad de género, cambios económicos y lenguaje.

En ese libro describió un pasado en que la competencia o el dominio no eran los valores principales. ¿Cómo ve el mundo hoy?

Creo que hay una lucha de nuevo hacia la configuración de sistemas de colaboración más que de dominación. Pero en la historia moderna, por lo menos hace 300 años, hubo otras épocas de resurgimiento de la colaboración, donde estos llamados principios femeninos -de cuidado, de paz, crianza-, eran muy prominentes. Si miras todos los movimientos progresistas de los últimos 300 años, verás que en realidad, todos ellos han desafiado lo mismo: una tradición de dominación. Y no estamos acostumbrados a pensar de esa manera, porque tenemos estas categorías muy fragmentadas y fragmentadoras de pensamiento: derecha-izquierda, laico-religioso, este-oeste, norte-sur, capitalista-socialista, y ninguna de estas nos dice lo que tenemos que construir para avanzar. Tenemos regímenes represivos, violentos y regresivos en cada categoría pero también -y esto es vital- todas estas categorías, así como los estudios convencionales de la sociedad, marginaron o simplemente ignoraron nada menos que a la mayoría de la humanidad: mujeres y niños.

¿Qué une a los movimientos progresistas?

Si observa estos movimientos progresistas, comenzando con la Ilustración, están desafiando la tradición de dominación, el llamado derecho divino de los reyes a gobernar a sus supuestos súbditos. Los abolicionistas, los anticoloniales, los derechos civiles, Black Lives Matter, desafían la tradición del llamado derecho “divino” de una supuesta “raza superior” a gobernar a personas llamadas “inferiores”. Los movimientos feministas por los derechos de las mujeres desafían otra tradición de dominación, el llamado derecho divino de los hombres a gobernar sobre las mujeres y los niños. El movimiento ecologista desafía otra tradición de dominación, la conquista y dominación de la naturaleza. Sin embargo, no solo se nos ha enseñado a mirar estos movimientos -y así se han mirado a sí mismos- como separados, en lugar de como parte de este cambio del paradigma de dominación al de la colaboración. Se han centrado principalmente en desmantelar la cima de la pirámide de dominación, la política y la economía, como se definen convencionalmente, y han dejado intactos estos cuatro pilares: infancia, género, economía y lenguaje y narrativa. Y tenemos que mostrar realmente la importancia de estos cuatro pilares.

¿Por qué son claves para transitar hacia sistemas de cooperación?

Como escribí en mi último libro Nutrir nuestra humanidad, hemos ignorado estos elementos en nuestro análisis, en nuestro pensamiento, y todos hemos sido condicionados. Hemos heredado estas viejas categorías fragmentarias, que vienen de tiempos de dominación más rígidos. Y esto debe cambiar porque sabemos por la neurociencia que lo que los niños observan y experimentan, especialmente en los primeros cinco años, es nada menos que la arquitectura de su cerebro: cómo pensamos, cómo sentimos, cómo actuamos, cómo votamos. Así que este no es un “asunto de niños” o simplemente un “asunto familiar”, es un problema social y económico clave.

De los cuatro pilares que ha establecido, comencemos con la equidad de género. ¿Cómo ve a los movimientos de mujeres hoy? Ha habido mucho progreso, sin embargo, hay desafíos pendientes y regresiones (Trump, Bolsonaro...).

En primer lugar, no en toda la historia hubo desigualdad. Durante milenios hubo más equidad de género, pero nos han enseñado mentiras, historias falsas sobre nuestro pasado, historias falsas sobre la llamada “naturaleza humana”, historias falsas sobre nuestro presente y sobre las posibilidades de nuestro futuro. Entonces, para partir, hay que cambiar eso. Considero la equidad de género como un principio de organización social clave, y la inequidad de género como un principio clave para los sistemas de dominación. Piénselo, ¿por qué todos estos regímenes de los que hemos estado hablando (Bolsonaro, Trump, los talibanes) se centran en hacer retroceder a las mujeres a su rol “tradicional”? Ese es un código para denominar el lugar subordinado. Ellos reconocen esto. Putin en 2018 redujo sustancialmente la pena por violencia familiar, entonces si hieres o matas a un familiar -una mujer, un niño, un hombre, en la familia- la pena legal es mucho menor que si hieres o matas a un extraño. Putin lo entiende, hay una conexión entre un tipo de familia autoritaria, altamente punitiva, rígidamente dominada por hombres, que es funcional para un gobernante autoritario de hombre fuerte, altamente punitivo, y un estado violento. Nosotros, como personas progresistas que queremos pasar de la dominación a la cooperación, tenemos que entender esto. Y quiero enfatizar que lo que realmente tenemos que comprender es que la cooperación es una configuración.

¿Qué quiere decir?

Por ejemplo, hay personas que cooperan en los sistemas de dominación: los carteles cooperan, los terroristas cooperan, las pandillas, etc. Entonces, la idea es cooperar pero ¿para qué fines? ¿Es la cooperación de mi grupo vs. el exgrupo, o es una cooperación por un objetivo común para mejorar nuestra vida, nuestra economía, todo? Realmente creo que debemos comenzar a pensar en esa configuración. Y no podemos resolver los problemas con la misma conciencia, con el mismo pensamiento que creó esos problemas. Y esto significa cambiar nuestra historia, cambiar nuestro lenguaje y enfocarnos nuevamente en cambiar este desequilibrio. Si enseñamos a los niños que la diferencia entre la forma masculina y la forma femenina es dominar y ser dominado, superioridad o inferioridad, ser servido o servir, entonces desarrollan una plantilla, un mapa mental, para toda diferencia -sea de raza, religión, ya sea chiítas contra sunitas o sunitas contra chiítas en Medio Oriente-, donde todo equivale a dominar o ser dominado. Trump lo dijo: “Se trata de dominación”, para él no hay alternativa de cooperación. Depende de nosotros mostrar que esta posibilidad realmente existe, que estamos conectados, y por la evolución: los llamados centros de placer en nuestros cerebros se iluminan más cuando cuidamos y compartimos que cuando ganamos o dominamos.

Hablemos de los cuidados. ¿Estamos viendo una nueva forma de valorar este trabajo tan invisible y a menudo sin recompensa, y lo importante que es?

Bueno, esta es una pregunta clave. Y es realmente una pregunta económica clave, porque como dijiste: recompensas. Me refiero a que para Adam Smith, el padre del capitalismo, y Marx, el padre del socialismo, este trabajo de cuidado debía ser realizado de forma gratuita por una mujer en un hogar controlado por hombres. Así que el PIB y el PNB, nuestras métricas, perpetúan esto, lo ven como externalidad, como trabajo reproductivo. Y esto es una locura, y crea escasez artificial. Piénsalo, la distribución de los recursos es horrenda. Tenemos que conectar los puntos entre estos diversos elementos del sistema. Tenemos que incluir a la familia: mujeres, niños, la política y la economía, la educación: no están aislados, se mantienen unidos por algunos valores y suposiciones culturales. Entonces creo que la tendencia actual hacia un reconocimiento de la importancia del trabajo de cuidado es muy importante, pero no es suficiente, porque realmente tenemos que entender y necesitamos nuevas métricas. En nuestro Center for Partnership Systems estamos desarrollando nuevas métricas, los llamados Indicadores Económicos de Riqueza Social, que muestran el valor económico del trabajo de cuidar a los niños, a las personas, desde el nacimiento, así como el cuidado de nuestros sistemas naturales de soporte vital. En los viejos mapas de economía, tanto del capitalismo como del socialismo, estos sectores que sostienen la vida -el hogar, la comunidad, la economía, la economía natural-, se excluyen como meramente reproductivos en lugar de productivos, esto aún se enseña en nuestra escuela de economía. Es una locura. Necesitamos un modelo inclusivo de economía. Pero sí, esto es un movimiento muy importante en la tendencia desde la dominación hacia la cooperación.

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¿Y ve a los hombres entendiendo la importancia de hacer ese trabajo también? Si no, va a quedar ese esencialismo de que las mujeres son las buenas para cuidar.

Es un movimiento muy desigual, en algunos lugares como Finlandia, Noruega, Suecia, Dinamarca, los hombres están haciendo más del trabajo (de cuidado), todavía no lo suficiente, pero es sustancialmente más de lo que solían hacer. Allí el estatus de las mujeres es más alto, el 40 o 50% de sus legisladoras a nivel nacional son mujeres. Esto es una muestra de la condición de las mujeres, pero no de todas las mujeres. En todo caso, esto no es un tema de mujeres vs. hombres, o de hombres contra mujeres. Es un tema de valores, de qué valoramos realmente. Está cambiando, pero lentamente, a un ritmo glacial. Y tenemos que acelerarlo, tenemos un largo camino por recorrer, y solo reconociendo estas dinámicas del sistema, estas conexiones, podemos ir dejando atrás las viejas categorías de pensamiento. Un colega mío las llama armas de distracción masiva, porque fragmentan nuestra conciencia.

¿Cómo ha influido el Covid en estas tendencias?

El Covid nos ha dado la oportunidad de, número uno, reconocer la importancia del cuidado. También nos ha dado, debido al aislamiento forzado, la oportunidad de dar un paso atrás y mirar nuestra realidad común y decir: esto no es inevitable, esto tiene que cambiar. Hay todo este discurso sobre volver a la normalidad, y es totalmente erróneo. Porque la vieja normalidad está orientada a la dominación, en gran medida. Entonces, creemos una normalidad más justa, más solidaria y menos violenta. Ese es el objetivo.

Finalmente, ¿por qué el lenguaje es uno de los cuatro pilares del cambio?

Vivimos de historias, por eso necesitamos cambiarlas. El lenguaje es muy importante porque, en primer lugar, no hemos tenido lenguaje para describir la realidad de la sociedad, estos patrones, estas configuraciones del sistema de colaboración y dominación, porque hemos estado tan atrapados en estas categorías de derecha e izquierda, religioso-laico, este-oeste. También hay un malentendido muy grande sobre las jerarquías, y nuevamente: hay que acuñar nuevas palabras. Necesitamos padres, necesitamos maestros, necesitamos gerentes, necesitamos líderes. Y es interesante que hay tendencias en la literatura corporativa, que han pasado de la idea del gerente como controlador a alguien que inspira, que facilita. Y si ves el título El cáliz y la espada esos son dos símbolos de poder y son muy diferentes. La espada simboliza el poder de controlar, de quitar la vida, y es esencial para un sistema basado en el miedo, ya sea el temor de Dios, el temor del líder, el temor de los padres. Es el miedo y hay un enemigo, alguien a quien culpamos porque la figura de autoridad dice: “No, no es culpa nuestra, no les estamos causando dolor, son los inmigrantes, los extranjeros o el judío, etc.”. Varía de un lugar a otro. Tenemos que entender que las tendencias de cooperación no son posibles en sistemas de dominación rígidos, en los cuales no se busca que haya una jerarquía que empodere, sino que desempoderar, basándose en el miedo, en obedecer órdenes, empezando por la familia.

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