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Editorial

2090612
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Cocinar rico, cocinar fácil, para muchos ambos caminos no van de la mano. Para esta edición buscamos maneras donde lo rico no sea sinónimo de horas y horas de preparación, y una de las soluciones más evidentes: ¡las máquinas! Hoy existe una cantidad increíble de opciones, muchas más de las que yo conocía y que garantizan resultados dignos del Cordon Bleu, y que van desde las específicas, que por ejemplo hacen ricas sopas, hasta las multifunción, donde la reina hasta el momento es la Thermomix. Sacar, armar, usar, lavar, a veces puede ser una lata, y eso explica por qué muchos de estos equipos al final se usan poco; una solución práctica y simple, destinar una esquina de la cocina y estacionarlas ahí, tener suficientes enchufes donde conectarlas e, idealmente, un par de repisas o cajones para los complementos. Los estadounidenses, que para todo inventan algo específico, hace rato están hablando del ‘appliance garage’, un mueble con puerta corrediza o abatible que está sobre un mueble base, en cuyo interior se guardan todas las máquinas, listas para ser usadas. Otra opción es un cajón bajo cubierta, suficientemente profundo como para guardar las máquinas armadas, lo abro, la saco y listo. La fórmula para equiparse con una cantidad de ‘robots’ razonables es, creo, pensar en lo que realmente se necesita, y sobre todo saber bien para qué cosas sirven, porque generalmente sirven para mucho más de lo que uno imagina, así no se duplican funciones. Una buena juguera puede hacer maravillas, y si a eso le sumamos unas dos más, como una procesadora y una minipimer, podemos cubrir el 90% de las cosas que un mortal cocinero trata de hacer. Lógicamente, a mayor ambición culinaria, mejores máquinas. Pero nada peor que esos equipos que estorban y que recién en la tercera mudanza, y sin uso evidente, uno decide a regalar.

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