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Biógrafos de Franco analizan su figura a 50 años de su muerte

Francisco Franco murió el 20 de noviembre de 1975, tras cuatro décadas de una dictadura que marcó de manera indeleble la historia contemporánea de España. Tres de sus biógrafos comentan a La Tercera el impacto y división que su figura aún causa en ese país.

Francisco Franco asiste al segundo aniversario de la muerte de José Antonio Primo de Rivera, fundador del movimiento derechista español La Falange, en Burgos, el 20 de noviembre de 1938. Foto: Archivo

Paul Preston: “Franco creó un régimen que fue la institucionalización de su victoria sangrienta”

El historiador británico Paul Preston.

Catedrático emérito de Historia Internacional en la London School of Economics y en la Universidad de Oxford, el historiador británico Paul Preston, de 79 años, es autor de la biografía más completa y reconocida del dictador español Francisco Franco.

Con más de mil páginas, Franco: Caudillo de España, que se publicó en 1993, ahora aparece en una edición especial por el 50 aniversario de la muerte del dictador con un nuevo prólogo de Preston. El hispanista británico, una de las personas con mayor conocimiento de la España previa a la Guerra Civil, de esa contienda y de las décadas que siguieron a ella, comenta a La Tercera el significado que la figura de Franco tiene en la actual sociedad española.

El novelista español Javier Cercas sostiene que “muerto Franco, no terminó la rabia” ¿Comparte ese análisis?

Sí. Es que no se había resuelto en absoluto los odios de la guerra civil. Franco creó un régimen que fue la institucionalización de su victoria sangrienta y había hecho todo lo posible para asegurar que su régimen perdurase después de su muerte, como se vio con el golpismo 10 años después.

"Franco: Caudillo de España", de Paul Preston.

¿Cree que se ha evitado el debate sobre el período franquista en España? ¿Por qué

No del todo, porque evidentemente lo hemos examinado algunos historiadores, pero en el escenario político ha habido miedo de hacerlo. Creo que es función del miedo. O sea, la base de la transición pacífica a la democracia fue la renuncia masiva, aunque a regañadientes, la voluntad cívica, de no arriesgar una nueva guerra civil, a la cual sí que estaba dispuesta la extrema derecha franquista de las Fuerzas Armadas, la Falange, la Guardia Civil y la Policía Armada.

Según un sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), más del 20% de los españoles defiende que los años de la dictadura fueron buenos para España. ¿Qué ha ocurrido en las últimas décadas para que el franquismo haya obtenido tantos defensores?

Esto es más o menos el porcentaje de defensores del franquismo que había en 1975, o sea fruto de la propaganda exitosa que fue la base de lavado de cerebro nacional dedicado a perpetuar los mitos de Franco, el genio militar que había salvado España de las garras de Moscú, que había protegido España de la sangría de la Segunda Guerra Mundial, y que fue el arquitecto del boom económico de los años 60.

El historiador Antonio Cazorla Sánchez afirma que “la derecha española tiene una relación muy ambigua con el franquismo” y que “nunca ha sido antifascista”. ¿Comparte ese análisis?

Totalmente.

En momentos en que la intención de voto de los más jóvenes en España se decanta por la extrema derecha, ¿qué peligros ve frente a las “narrativas” revisionistas sobre el franquismo que alienta especialmente Vox?

El peligro de un desencanto con la democracia, la misma conciencia falsa que ha visto el auge de la extrema derecha en tantos países, sean Gran Bretaña, Italia, Estados Unidos y un largo etcétera.

Julián Casanova: “Nadie puede conseguir ya un debate sosegado de la dictadura”

Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza.

Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, es considerado uno de los mayores especialistas de la Guerra Civil y la posguerra en España. En febrero publicó Franco, su biografía del dictador español.

Integrante del comité de expertos que asesoró al gobierno de Pedro Sánchez en la preparación de los actos para conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Franco, Casanova entrega a La Tercera su visión del franquismo hoy en España.

¿Cómo se explica que un hombre sin carisma se erigiese en dictador casi 40 años?

La Primera Guerra Mundial, las revoluciones en Rusia y la profunda crisis posterior hicieron posible a personajes como Hitler, Mussolini o Stalin, de la misma forma que Franco no se explicaba a sí mismo, ni a sus compañeros de armas, sin África. Allí recibió su formación básica, aunque Franco se doctoró en la guerra de casi mil días que siguió al golpe de Estado de 1936. Aquellos líderes carismáticos surgieron en tiempos de crisis políticas y sociales profundas. Mucha gente que anhelaba soluciones radicales, simples y extremas encontró en ellos a redentores que prometían poner fin a la bancarrota del orden.

Franco comenzó el asalto al poder con una sublevación militar y lo consiguió a sangre y fuego en una guerra civil. Las alabanzas e incienso que recibió a partir de ese momento derivaron de su éxito militar, no del talento político o del carisma como movilizador de masas. El soldado valiente que llegó a África en febrero de 1912, general en 1926, Generalísimo en otoño de 1936, era en abril de 1939 el Caudillo redentor al que Dios había confiado la misión de salvar a España del comunismo, el separatismo y la masonería. El culto no paró de crecer, con la bendición de la Iglesia Católica.

"Franco", de Julián Casanova.

Algunos expertos sostienen que España tiene “pendiente” la tarea de tener un debate sosegado para consensuar una posición sobre la dictadura franquista. ¿Por qué se ha evitado ese debate?

Ha habido grandes avances e investigaciones historiográficos. Otra cosa son las memorias divididas y los usos políticos de la historia. Es verdad que cuando hubo la posibilidad de confrontar ese pasado con libertad, siempre surgieron reacciones en contra: sea sobre los lugares de memoria, los símbolos del fascismo o, sobre todo, las miles de víctimas que están todavía en cunetas, fosas y paraderos desconocidos. Pero este es un tema universal. En Italia con Mussolini, en Rusia con Stalin, en Chile con Pinochet. Nadie puede conseguir ya, en 2025, en medio del ruido y alboroto por todas partes, un debate sosegado. Y países que se creían libres de los autoritarismos, los tienen allí con fuerza, como Holanda, Francia, por no hablar de Trump, el jefe de la manipulación.

La última encuesta del CIS señala que el 21,3% de los españoles cree que los años de la dictadura fueron “buenos” o “muy buenos”. ¿Qué ha ocurrido para que el franquismo tenga hoy tantos defensores?

La aparición por primera vez de un potente, y moderno, conectado internacionalmente, movimiento de ultraderecha. Un cambio sustancial en la forma de valorar el conocimiento o la “verdad”, consecuencia de una era digital que ha cambiado la forma de ver la realidad y la historia, en un presente acelerado, donde es casi imposible abordar los hechos con sosiego, donde el pensamiento analítico está en quiebra y la educación, en nuestro campo, en la historia, ya no es suficiente para contrarrestar las mentiras y manipulaciones.

El mismo sondeo muestra que entre quienes creen que es peor la democracia que la dictadura el porcentaje más alto se da en los jóvenes de 18 a 24 años, que no vivió la represión franquista. ¿Cómo se explica ese fenómeno?

Es un fenómeno, de nuevo bastante universal, y muy propio de democracias avanzadas que tuvieron pasados infames, sucios y fracturados. Y son muchos más hombres que mujeres. El discurso no es solo sobre la historia. Es una exaltación de la nación/patria, frente al otro, el inmigrante, y los feminismos. Vuelve el hombre, cristiano y blanco, que se lo digan a Trump.

¿El recuerdo del franquismo es todavía una vacuna contra la extrema derecha?

Con la enseñanza de la historia, lo debería ser. En las redes y en la política, lo dudo.

Giles Tremlett: “En España hay mucho miedo a la hora de sacar el tema del franquismo”

El periodista e historiador británico Giles Tremlett.

En junio pasado, el periodista e historiador británico Giles Tremlett publicó la biografía Franco: el dictador que moldeó un país, donde retrata al dictador no solo como figura política, sino que también como persona, adentrándose en la personalidad del militar gallego y en su ascenso inusual al poder.

En entrevista con La Tercera, Tremlett analiza la figura del militar y por qué su legado aún genera tensiones en la España contemporánea. “Nadie se atreve a hablar de Franco”, asegura el corresponsal en Madrid del diario The Guardian.

¿Qué rasgos destacaría usted de Franco?

Pues que era un dictador militar casi al estilo latinoamericano, bastante parecido a Pinochet. Era un tipo reaccionario, un ultranacionalista de poco contenido político que no tenía una ideología política muy bien definida. Lo que más le interesaba era el control de la sociedad y era un tipo tremendamente ambicioso. En lo personal, muy frío, hasta el punto de ser bastante cruel. Mandó a fusilar a 20.000 personas después de la Guerra Civil española. Durante la guerra los dos bandos fusilaban, pero lo interesante es aquí que después ya con la guerra ganada sigue fusilando porque quiere hacer limpieza, quiere hacer una purga, su intención es purificar una España envenenada por ideas extranjeras, el liberalismo, el socialismo. Tenía una obsesión tremenda con la masonería. Entonces él siendo ultranacionalista y reaccionario lo que pretende hacer de algún modo es devolver España al siglo XVIII, el siglo glorioso cuando todavía había imperio.

En su libro menciona que el ascenso de Franco fue atípico, porque él no era una persona particularmente intimidante antes de ser militar, que era de baja estatura y poco carisma. ¿Qué puede agregar?

Es un tipo al que le falta carisma, no tiene carisma de ningún tipo. Yo voy explicando incluso a los españoles que no hace falta tener carisma en el Ejército si ya eres general, porque ya el carisma te lo da el rango que ostentas. En lo que no destacaba, y en esto se parece bastante a Pinochet, es en sus ideas políticas, sino que era un militar ambicioso, pero ambicioso dentro de la carrera militar que quería subir y ser el general más importante de España. También era un tipo que sabía esconder muy bien sus intenciones, la gente no sabía de qué iba.

"Franco: el dictador que moldeó un país", de Giles Tremlett.

¿Hay elementos de su dictadura que aún permanecen en la sociedad española?

Algunas cosas quedan, lo que él buscaba era la apatía política del pueblo. Que meterse en política era malo. Él incluso no se veía como político y tampoco se veía como dictador. Entonces, estuvo 40 años y tuvo mucho tiempo para moldear. Por eso pongo en el título del libro en castellano “el dictador que moldeó un país” y consiguió una especie de conformidad forzada. La gente no se atrevía a protestar y mucha gente acabó asumiendo una realidad impuesta que era la que decía Franco, que los españoles no podían gobernarse a sí mismos, que lo necesitaban a él para esto. Entonces, esa apatía política y el seguidismo que aprendieron muchos españoles en esos años, yo creo que está todavía presente de algún modo. Y sobre todo, donde más se percibe esto, y es una ironía, es que nadie se atreve a hablar de Franco. En la sociedad actual hay mucho miedo a la hora de sacar el tema de Franco y de la guerra civil y del franquismo.

¿Ve algún elemento en común entre Franco y partidos como Vox?

Sí, claro, los partidos de extrema derecha son ultranacionalistas como lo fue Franco, sienten un odio por lo extranjero que también lo sentía Franco, sobre todo por las ideas que venían del extranjero. También suelen tener un punto reaccionario, sobre todo en cuanto a la mujer y sus derechos, entonces ahí hay muchas coincidencias.

Paul Preston dice que no es correcto llamar fascista a Franco. ¿Está de acuerdo?

Sí, yo estoy de acuerdo con casi todo lo que dice Paul, que es mi mentor en esto. No se puede decir fascista. De hecho, los historiadores españoles han inventado un término: fascistización. Entonces el régimen de Franco va de casi fascista a poco fascista. Él no tiene una ideología fija. No tiene en el fondo un proyecto político. Lo que tiene es un deseo de control de la sociedad, mucho más que un proyecto o una ideología política. Y es una visión casi militar del mando y de la obediencia.

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