Chalecos amarillos analizan su causa a un año del estallido en Francia

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Un chaleco amarillo camina por los Ca,pos Elíseos agitano una bandera francesa. Foto: Hans Lucas

El 17 de noviembre de 2018, cerca de 300 mil franceses salieron a manifestarse en la que fue la primera marcha de ese movimiento social que puso contra las cuerdas al Presidente Emmanuel Macron, y lo obligó a cambiar el curso de su gobierno.


Un video en redes sociales de una francesa reclamando por el alza al impuesto a los combustibles, bastó para que miles y miles de personas se organizaran para asistir el 17 de noviembre de 2018 a la primera manifestación en Francia de los chalecos amarillos.

Ese día, 287 mil personas, portando chalecos amarillos, bloquearon las carreteras y rotondas en todo el país. Cada sábado siguiente, volvieron a manifestarse por 52 semanas consecutivas ampliando sus demandas, y dejando imágenes que dieron la vuelta al mundo, con la gran avenida de los Campos Elíseos en llamas y el Arco del Triunfo rayado.

Acorralado por las reivindicaciones sociales de los manifestantes, el Presidente Emmanuel Macron intentó responder a la crisis suprimiendo, en primer lugar, el alza al impuesto a los combustibles y luego con medidas como el aumento al salario mínimo en 100 euros y el lanzamiento de un gran debate nacional. Y en abril de este año, tras finalizar el "gran debate", Macron entregó sus conclusiones: "Hay un profundo sentimiento de injusticia fiscal, territorial y social. Y hay que darle una respuesta", reconoció el Mandatario francés, y anunció un recorte de los impuestos sobre los ingresos, la indexación de las pensiones a la inflación, entre otras medidas.

"Las brasas siguen humeando"

A un año de la primera manifestación de los chalecos amarillos, a nivel internacional quedó la imagen de que Macron logró contener el descontento de este movimiento social que partió con un objetivo específico, pero que se amplió a varias demandas sobre injusticias sociales. Sin embargo, a nivel local, el escenario es distinto. "Un año después, las brasas de este movimiento siguen humeando. Los problemas de la mayoría de los franceses siguen sin resolverse. Hoy estamos presenciando un colapso de todas las partes de la sociedad", comenta a La Tercera Jacline Mouraud, la mujer de 52 años que grabó aquel video en octubre del año pasado que motivó el movimiento social.

"(Macron) no ha hecho nada para calmar el movimiento, de hecho continúa con una reforma a las pensiones, los impuestos al combustible, al poder de compra. Aparte de la prima de actividad que ha evolucionado para algunas personas como yo, no ha sido suficiente", complementa Florence Lavenu, de 55 años, una chaleco amarillo que trabaja en mantención de locales y oficinas.

Para el historiador y profesor de la Universidad de Orléans, Jean Garrigues, uno de los principales errores en la respuesta de Macron a la crisis fue que "sin duda respondió muy tarde. La primera semana no estuvo a la altura, no hubo una toma de conciencia suficiente de lo que significaba el movimiento de los chalecos amarillos", dice a La Tercera. "Es difícil decir si él gestionó bien o mal la crisis, simplemente podemos decir que reencontró tras la crisis niveles de popularidad que tenía antes, no se vio debilitado. Eso marca un éxito", indica Garrigues, quien agrega que "a corto plazo es más bien un éxito de Macron, pero a largo plazo se tiene la impresión de que los problemas no se han resuelto. La idea de que Macron no escuchará las reivindicaciones salvo que exista violencia, está enraizada en la sociedad francesa".

De todas formas, a un año de las masivas manifestaciones el movimiento se debilitó y hoy pequeños grupos de personas siguen protestando. Algunos ya no están de acuerdo con quienes permanecen en las calles, y no porque sientan que sus necesidades fueron satisfechas, sino que por la violencia de las manifestaciones. "Nada puede igualar a los que están en la calle hoy. No son las mismas personas que las del 17 de noviembre de 2018. Esos chalecos amarillos eran personas que sufrían, que simplemente querían vivir mejor de su trabajo. Hoy tenemos personas sediciosas que solo quieren instalar el caos en el país", dice Jacline Mouraud.

François Boulo es el actual vocero de los chalecos amarillos en Ruan, tiene 33 años y acaba de lanzar un libro llamado La línea amarilla, al igual que la plataforma digital que él mismo creó. Boulo culpa directamente a Macron de la cólera de los chalecos amarillos y asegura que "ha ido aún más lejos que otros Presidentes en las políticas neoliberales, las ha impuesto autoritariamente, y se añade además una arrogancia que nunca habíamos visto en un Presidente". El activo chaleco amarillo denuncia también la estrategia de Macron en su gestión de las manifestaciones: "Vimos una deriva autoritaria en el país, judicial y policial. Hubo una violencia policial que no se había visto antes con 25 personas que quedaron sin un ojo, y cinco mutilados", dice.

El "acto 53"

"(Macron) no ha resuelto nada porque dice dar 17 mil millones de euros, pero al final eso será pagado por las clases medias o con la caída de los gastos públicos, por lo tanto, por una caída de la calidad de los servicios públicos. También se negó a conceder el referéndum de iniciativa ciudadana", afirma Boulo, quien asegura que el movimiento ha disminuido su fuerza por factores como el cansancio y el miedo a la represión. Pero es enfático en sostener que "el enojo hoy es mayor que hace un año porque la gente se ha dado cuenta de que el poder los menospreció. La gente está esperando una nueva oportunidad para movilizarse". Por eso, este domingo los chalecos amarillos se preparan para protagonizar el "acto 53" y conmemorar un año desde que se inició el estallido.

"Yo continúo en el movimiento de los chalecos amarillos, porque no hemos tenido más que migajas. Seremos muchos los ciudadanos que nos manifestaremos para el primer año", dice Florence Lavenu.

A pesar de que muchas de las demandas no obtuvieron respuesta por parte del gobierno, y aún existe un fuerte descontento, los chalecos amarillos sí lograron cambiar el estilo de gobierno de Emmanuel Macron, quien optó finalmente por el diálogo con los ciudadanos, con un gran debate nacional. "Hubo una inflexión en la manera en que Macron concibe hoy las reformas. El estilo inicial del quinquenato de Macron era autoritario, vertical. A partir de la crisis de los chalecos amarillos hubo un cambio de estilo, una voluntad de dirigirse de manera más directa a los franceses, de discutir antes de reformar, lo ha manifestado ahora con la reforma de pensiones. La cuestión social se volvió algo más importante para el gobierno", explica Garrigues. De todas formas, este movimiento representa un peso que Macron deberá seguir cargando sobre su espalda. Jacline Mouraud es enfática en ello: "Macron arrastrará una pelota amarilla en su pie hasta el final de su mandato. Este es el quinquenato de la contestación".

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