Cómo las exigencias y el tono del canciller ruso Lavrov frustraron la cumbre Trump-Putin
En la anunciada reunión en Budapest entre ambos mandatarios se iba a discutir cómo poner fin a la guerra en Ucrania. Pero la postura de Sergey Lavrov dejó claro que Moscú no mostraba ninguna voluntad de negociar, según el secretario de Estado norteamericano Marco Rubio.
Estados Unidos canceló la cumbre prevista entre el presidente Donald Trump y Vladimir Putin en Budapest -que tenía como objetivo discutir como finalizar la guerra en Ucrania- después de que un memorándum ruso a Washington, en el que se mantenían firmes las exigencias de línea dura sobre Ucrania, fuera seguido rápidamente por una tensa llamada entre los máximos diplomáticos de ambos países.
En concreto, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, envió un memorándum a Washington subrayando las mismas exigencias para abordar lo que Putin llama las “causas profundas” de su invasión de tres años y medio, según dijeron tres personas familiarizadas con el asunto al diario Financial Times. Estas incluyen concesiones territoriales, una drástica reducción de las Fuerzas Armadas de Ucrania y garantías de que nunca se unirá a la OTAN.
Posteriormente, Estados Unidos canceló la cumbre que estaba prevista a realizarse dos semanas después, tras una llamada entre Lavrov, y el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, después de la cual este último le dijo a Trump que Moscú no mostraba ninguna voluntad de negociar, según indicó una persona familiarizada con el asunto. El mandatario republicano “no quedó impresionado con su postura”, dijo otra fuente con conocimiento del tema.
“Irónicamente, Lavrov intentó impresionar a Putin adoptando una postura intransigente con el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, pero se excedió. Llegó sin preparación, se negó a negociar compromisos y repitió rígidamente las instrucciones del Kremlin sobre Ucrania. Washington interpretó el tono como confrontativo y cerró la puerta. El gobierno de Trump dejó claro que no negociará bajo amenazas”, publicó el portal bielorruso de noticias Nexta.
La reparación del Kremlin
La llamada telefónica entre Lavrov y Rubio no había ido bien. “Lavrov está claramente cansado y parece pensar que tiene cosas mejores que hacer que reunirse o interactuar con Estados Unidos, independientemente de lo que quiera el presidente Putin”, dijo al Financial Times la persona familiarizada con el asunto.
La reunión entre Vladimir Putin y Donald Trump fue aplazada, sin fecha próxima. El presidente estadounidense finalmente perdió la paciencia ante la negativa de su homólogo ruso a apoyar un alto el fuego en Ucrania. Y para terminar octubre, el inquilino de la Casa Blanca impuso duras sanciones a las mayores empresas petroleras rusas.
Mediante filtraciones al periódico ruso Kommersant, “el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso intenta eludir la responsabilidad, alegando que Lavrov simplemente cumplió con los acuerdos previos alcanzados en Alaska”, durante la cumbre entre Trump y Putin en agosto. Pero según fuentes citadas por Nexta, Putin estaba furioso: Lavrov estuvo a punto de ser acusado de sabotaje por haber hecho fracasar una cumbre crucial.
Todo eso impulsó el viaje del enviado del Kremlin, Kirill Dmitriev, a Washington para calmar los ánimos. Dmitriev, director del fondo soberano ruso (RDIF), se reunió con funcionarios de la administración Trump “para continuar las conversaciones sobre la relación entre Estados Unidos y Rusia ”, según las fuentes.
Dado que las relaciones entre Moscú y Washington se encuentran en su punto más bajo desde que Trump asumió el cargo, “el Sr. Dmitriev fue enviado a Miami y Washington para rescatarlas”, describió el diario The Telegraph. El ruso, que estudió en Stanford y trabajó en Wall Street, dijo que estaba allí para demostrar que Moscú estaba “comprometido con un diálogo constructivo”.
Su viaje de negocios denotaba desesperación. “El hecho de que Putin enviara a Kirill Dmitriev a Washington minutos después de que Estados Unidos sancionara a Lukoil y Rosneft demuestra lo nervioso que está Putin”, dijo a The Telegraph William Browder, financiero y activista político inglés nacido en Estados Unidos. Ir tras el petróleo es un golpe directo, en el lenguaje de un “acorazado”.
Fuentes rusas, citadas en un informe de la agencia AFP, afirmaron que Dmitriev mantuvo conversaciones con funcionarios de la administración Trump durante tres días. Pero el presidente estadounidense, Rubio y Scott Bessent, el secretario del Tesoro, estaban todos de gira por Asia.
Frustración de la Casa Blanca
El episodio marcó un giro en la política de Trump, quien días antes parecía inclinarse hacia Putin, incluso considerando no enviar misiles Tomahawk a Ucrania. Tras la cancelación de la cumbre, Washington decidió tomar distancia, reanudando la presión sobre Moscú, imponiendo sanciones a empresas rusas y criticando las pruebas nucleares de Moscú.
Con todo, los funcionarios de la Casa Blanca dicen que Trump seguía dispuesto a reunirse con los rusos “cuando y donde crea que se puede avanzar”.
En paralelo, las tropas rusas avanzan cerca de Kupiansk, mientras el Presidente ucraniano Volodymyr Zelensky se niega a aceptar cualquier cesión de territorio. Zelensky declaró el miércoles que la situación “sigue siendo difícil”, pero afirmó que las fuerzas ucranianas habían logrado “obtener un mayor control” y prometió seguir defendiendo sus posiciones.
En una entrevista concedida el domingo a un canal húngaro de YouTube, Lavrov afirmó que Putin le había dicho a Trump en Alaska que Rusia aceptaría las propuestas de paz estadounidenses, pero que “no hubo respuesta directa”.
Aunque Trump respaldó el llamado de Putin a un acuerdo de paz integral, Estados Unidos ha vuelto a exigir un alto el fuego inmediato. “Cuando solo hablan de un alto el fuego inmediato y luego dejan que la historia juzgue, eso es un cambio radical”, dijo Lavrov. “Eso también significa que los europeos están haciendo todo lo posible para presionar a esta administración”, concluyó.
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