Katrine Marçal: “El feminismo ha avanzado en muchos sentidos en los últimos 20 años, pero lo que no ha cambiado es el dinero”

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Esta escritora y periodista sueca reconoce que si bien se han registrado cambios positivos para las mujeres en los últimos años, aún persiste una paradoja. Según dice, “la brecha salarial, incluso en Suecia, no se ha movido durante 20 años. Y otras variables económicas, como la segregación de género en el mercado laboral, es lo mismo, no se mueve, no pasa nada”.


Hay que tener coraje para rebatirle a Adam Smith, el padre de la ciencia económica, que en 1776 escribió -como dice Katrine Marçal- palabras que marcaron la visión moderna de la economía: “No de la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero, sino de sus miras al interés propio, es de quien esperamos y debemos esperar nuestro alimento”.

Marçal, escritora y periodista sueca, lo tuvo. Y publicó hace 10 años ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?, donde justamente cuestiona que sea solo el interés propio lo que nos trae alimentos a la mesa. La economía descansa en horas y horas de trabajo invisible y sin paga, que recae sobre las mujeres principalmente, y que permiten que hombres como Smith hagan su trabajo pensando que no le deben nada a nadie. De hecho, la que le cocinaba su comida a Smith era su madre.

Traducido a 20 idiomas, el libro ha sido un éxito. Fue nombrado una de las obras del año por The Guardian en 2015 y ganó el premio Lagercrantzen en Suecia. Además, ella fue elegida como una de las mujeres del año por la BBC en 2015 y la escritora Margaret Atwood calificó la obra como “inteligente, divertida y leíble sobre economía, dinero y mujeres”. Y causó bastante controversia. “Más hace 10 años que ahora”, dice vía Zoom desde Londres, donde vive.

“Escribí este libro hace 10 años y fue muy controvertido. La gente discrepaba mucho. Recuerdo que di una charla en la London School of Economics y había miembros de la audiencia que estaban realmente enojados. Creo que después de la pandemia tal vez todavía están enojados, pero no lo reconocerán de esa manera. Creo que las cosas han cambiado”, dice.

Libro ¿Quién le hacía a cena a Adam Smith? de Katrine Marçal. 224 páginas. Editorial Debate. Precio 13.000

Marçal piensa que la pandemia aclaró el panorama para todos: había trabajo invisible y mal pagado (o no pagado) sobre el que descansaba la sociedad. “Tenemos esta famosa imagen en la que miras a la economía como una torta, y tienes una especie de mercado aquí arriba, y aquí abajo tienes el sector público, y luego tienes lo que algunas economistas feministas llaman la ‘economía del amor’. Allí donde sucede todo este asunto del cuidado, las abuelas y las madres, todos, y debajo de ellos está la naturaleza, donde todo lo demás descansa fundamentalmente. Y el problema de la economía y tanta elaboración de políticas económicas es que solo estamos tratando con la capa superior del pastel, el mercado, como si eso fuera todo y no hubiera nada debajo. Y creo que ahora estamos reconociendo estas otras capas, ya sea la economía del cuidado o cómo toda la economía depende de la naturaleza. Así que creo que estamos obteniendo una imagen mucho más precisa y holística”, plantea.

¿Por qué usted afirma que el llamado “homo economicus” (concepto que usa la economía) no es una mujer?

Bueno, porque en la teoría económica estándar todas las características del homo económicus, que asumimos que poseen los seres humanos, cosas que consideramos económicamente relevantes, resulta que son las mismas características que solemos asumir como masculinas. En economía asumimos que los seres humanos son actores racionales, independientes y solitarios, no hay contexto, ni cuerpo, ni familia, ni dependencia. Es como el vaquero solitario en un western.

Un cowboy egoísta, ¿no?

Egoísta, precisamente, esa es la palabra más importante. Alguien que debería maximizar la utilidad. Y aquello que la teoría económica estándar trata de excluir son cosas que hemos asociado con las mujeres, por diferentes razones: dependencia, familia, crianza, cuidado, altruismo, etc. Y eso no puede ser una coincidencia, como digo en este libro. Trato de argumentar que tiene consecuencias reales para las mujeres.

Entonces, para tomar el título de su libro, Adam Smith puede pensar que la humanidad se comporta como homo económicus porque hay alguien haciéndole la comida: una mujer. Una que, en realidad, se está comportando de una manera completamente diferente: cuidando sin pedir nada a cambio.

Exactamente. Esa es la invisibilidad de las mujeres en esa teoría económica, porque Adam Smith se olvidó de su madre, lo cual es una paradoja porque eran muy cercanos, él realmente la amaba, pero simplemente no pensó en lo que ella hizo como trabajo. Por lo tanto, fue una de las razones por las que definimos el trabajo como salir al mercado y hacer algo por dinero, y las otras cosas son como algo que simplemente ‘sucede’. Y los economistas han pensado que está sucediendo pero que no necesitamos pensar en ello porque siempre va a suceder, nunca va a cambiar. Y no sabemos cómo se hará, cómo se cocinará la comida, porque es (supuestamente) económicamente irrelevante. Y eso está mal.

¿Y por qué hay hombres, incluso hombres muy inteligentes como Adam Smith, e incluso hoy en día, que realmente no ven cuánto trabajo invisible y no remunerado es fundamental para que puedan hacer lo que hacen?

Creo que es miedo a reconocer la dependencia. Que dependes del trabajo de otras personas, y del cuidado de otras personas, y de la bondad de otras personas. Porque no puedes controlar eso, y eso es aterrador, si me preguntas, en un nivel psicológico profundo... Creo que la teoría económica estándar es una muy poderosa, casi como religión o ideología, porque es muy reconfortante: si el mundo es como lo describe la economía, entonces todo es predecible, todo se puede convertir en ecuaciones, y es fácil de controlar y entender. Mientras que si tomas en cuenta todas estas cosas que se excluyen, se vuelve realmente complicado: ¿qué hace que una madre haga todas estas cosas? Y creo que es mucho más fácil pensar en uno mismo como: “Soy un genio escribiendo este brillante libro sobre economía, y todo viene de aquí”.

¿Qué se debe hacer con la ‘economía del cuidado’? En Chile, por ejemplo, el cálculo es que sería el 25% del PIB si fuera trabajo asalariado. ¿Cree que los hombres deben contribuir más a este trabajo o que el Estado se debe hacer cargo?

Creo que son ambos, y es importante reconocer que necesitamos ambos. Puedes organizar las economías de muchas maneras. Pero creo que hay dos problemas : una es que tenemos trabajo no remunerado que es realmente importante y, como vimos en la pandemia, nada funciona sin este trabajo, que no se paga o se paga mal. Entonces, el problema es que tenemos una parte de la población, las mujeres, que hacen mucho más de este trabajo que no es remunerado. Eso no es justo. Y están todas estas expectativas sobre las mujeres: “Tienes que hacer este trabajo y no te vamos a pagar”. Necesitamos una distribución más justa de este trabajo, lo que significa que en todos los países, incluida Suecia, los hombres tendrán que hacer más y las mujeres menos. Ese es un problema distributivo, y eso se puede abordar en políticas públicas e incentivos, y flexibilidad. La otra cosa es qué debemos hacer como sociedad, cuál es la obligación si reconocemos esto como parte de la economía nacional. Entonces tenemos la responsabilidad conjunta de financiar ciertas cosas, como el cuidado infantil asequible y todas esas cosas. Creo que probablemente podríamos encontrar un consenso entre mucha gente, y ciertamente entre los economistas, porque si el Estado invierte en este tipo de servicios, lo que obtienes es más mujeres en el mercado laboral, que pagan impuestos, por lo que la inversión se pagará a sí misma. Tiene sentido. Y también es importante que a las personas que hacen estos trabajos se les pague adecuadamente, porque de lo contrario es como trasladar el problema del hogar al sector público.

Katrine Marçal.

También escribe en su libro que hemos creado una generación de mujeres que son muy duras consigo mismas, ¿por qué?

Mucho de eso tiene que ver con que tenemos un gran problema económico, que es el hecho de que devaluamos el trabajo de cuidados y luego les decimos a las mujeres que no es un gran problema económico. No, les decimos que es un problema individual, que no son lo suficientemente organizadas, que no hacen lo suficiente. Les decimos a las mujeres que ‘es tu problema, tienes que arreglar eso’, a nivel individual, y sin ayuda de nadie más. Y, por supuesto, eso crea mucha presión, y luego hablamos del equilibrio entre vida y trabajo como si fuera algo individual.

¿Cree que la nueva generación está teniendo una vida mejor que las anteriores?

Mucha gente habla de que la política de los valores familiares es tan importante, pero ¿realmente estamos poniendo dinero para apoyarlas? Creo que (la situación) está mejoando, soy optimista. Con este libro ha sido un viaje tan largo. Lo escribí hace 10 años y es más popular hoy que antes, así que seguí esta conversación. Y definitivamente hay cosas que hace nueve años la gente llamaría radicales, y ahora no son así. Así que creo que gran parte de esta conversación se está convirtiendo en mainstream, y eso es muy alentador. Y, obviamente, la pandemia y todas las discusiones sobre cómo se desarrolló sobre este tema, han ayudado.

El tabu del dinero

Hablemos de las mujeres y el dinero, que como usted escribe, no es una relación fácil. ¿Cuál es la clave para que puedan ganar lo mismo que un hombre, que es algo que debiera ser muy obvio en una sociedad democrática, pero que no está sucediendo?

De hecho, estoy escribiendo un libro en este momento llamado El Valor de una Mujer, sobre mujeres y dinero y estoy completamente de acuerdo contigo. Y creo que ahí hay una paradoja, en el sentido de que creo que el feminismo ha avanzado en muchos sentidos en los últimos 20 años, en la cultura. Pero lo que no ha cambiado es el dinero. La brecha salarial -en la mayoría de los países, incluida Suecia, no se ha movido durante 20 años. Y otras variables económicas, como la segregación de género en el mercado laboral, es lo mismo, no se mueve, no pasa nada. Entonces, esta paradoja es que estamos hablando y haciendo mucho en lo que respecta al empoderamiento de las mujeres, pero cuando se trata de dinero, no es el caso...

También dice que el “homo economicus” en realidad no es tampoco un hombre, porque muchos estudios demuestran que ni siquiera los hombres se comportan de esa manera, egoísta y muy racional, ¿no?

Sí, hay un estudio en el libro que dice que las personas que se comportan de manera tan egoísta son niños menores de cinco años, porque no piensan, simplemente dicen: ‘Voy a comer esa galleta’, no estoy pensando en las consecuencias, me como la galleta”. Los hombres y mujeres mayores de cinco años, en realidad, dirían: ‘¿debería tener la última galleta? ¿Alguien más en la habitación quiere la galleta? ¿Cómo seré percibido si llego y tomo la galleta?”. Entonces sí, los hombres tampoco se comportan así, es una fantasía, es una ficción. Y la ficción puede ser útil, pero el problema es que si manejamos todo el sistema financiero con modelos basados en un modelo ficticio del comportamiento humano, como hicimos hasta la crisis financiera de 2008, no va a funcionar muy bien. Es importante ser consciente de eso, pero hay mucho trabajo en marcha para darse cuenta la complejidad que no vimos antes.

Y esa fantasía también ha permitido que sucedan cosas. ¿Entonces, en ese sentido, ha sido una ficción peligrosa?

Sí, exactamente. Es peligroso, siempre lo es, cuando nos engañamos a nosotros mismos y no darse cuenta que lo estamos haciendo. Y el punto que estoy tratando de hacer en ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith es que a menudo pensamos en la economía como algo que está ahí afuera, pero en realidad mucho de eso está dentro de nosotros también. Creo que es, de nuevo, esta especie de idea seductora de que los seres humanos son estos robots, robots predecibles; esa idea nos seduce bastante. Y eso le da mucho poder a este tipo de historias sobre la economía. Y es problemático, no solo porque es inexacto, sino también porque, como dijiste de Chile, es como si de repente el 25% de la economía fuera invisible. Eso es injusto para esa gente, eso tiene consecuencias muy reales. La principal razón por la que las mujeres son más pobres que los hombres en el mundo es en gran parte por eso, porque devaluamos el trabajo de cuidados en todos los niveles, y luego decimos que las mujeres deben hacer esto. Y creo que la mayoría de la gente, incluso los ganadores del Premio Nobel de economía, si les preguntas por una partera o alguien que está cuidando a un anciano, pueden ver el valor de lo que hacen. O de la madre de Adam Smith, quien claramente lo amaba y le permitió escribir este libro, que es un libro maravilloso, es increíblemente valioso.

Y los desafíos que enfrenta hoy la humanidad son incompatibles con la mentalidad del interés propio como único motor. El cambio climático, para partir, en que si cada país sólo busca su propio interés a corto plazo, entonces no vamos a ninguna parte.

Sí, exactamente. Creo que está muy claro -al menos esta es mi idea- que el cambio climático es un problema económico, pienso que fundamentalmente se trata de cómo organizamos nuestra economía. Un modelo económico que sólo se basa en el interés individual y el egoísmo no es suficiente para resolver la crisis climática. Creo que eso está muy claro para cada vez más gente del sector y que está dando lugar a muchos cambios, lo cual es bueno.

¿El capitalismo a su juicio se está renovando a una velocidad que permita hacer estos cambios?

Espero, ¡porque tengo tres hijos! Pienso que está pasando mucho, incluso en el sector financiero. Hay mucho green washing y blablablá, pero están pasando cosas. Al final el punto es mover dinero de lugares donde está financiando cosas que están arruinando la naturaleza, hacia lugares que ayudan o son neutras. No es suficiente (aún), pero hay razones para estar optimistas.

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