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Cómo llegan los chilenos a las urnas: más polarizados y alejados del centro

Identificación ideológica más extrema, percepción creciente de la política como confrontación y un clima emocional marcado por el enojo y la desconfianza componen el perfil del votante chileno, según un estudio del Laboratorio de Encuestas y Análisis Social de la Universidad Adolfo Ibáñez (LEAS).

Un fuerte aumento de la polarización afectiva y una caída sostenida del centro político son dos de los principales hallazgos de la Encuesta de Opinión Pública Comparative National Elections Project (CNEP) 2025, aplicada por el Laboratorio de Encuestas y Análisis Social de la Universidad Adolfo Ibáñez (LEAS). El estudio forma parte de una red internacional de investigaciones poselectorales realizada en más de 30 países desde 1990, cuyos instrumentos estandarizados permiten comparar tendencias políticas y sociales a lo largo del tiempo.

En Chile se trata de la quinta medición -las anteriores se hicieron en 1993, 1999, 2017 y 2021- y su implementación fue supervisada por Andrés Scherman, director académico del Magíster en Comunicación Política y Asuntos Públicos de la UAI, y Ricardo González, director del Laboratorio de Encuestas y Análisis Social (LEAS) de la UAI.

La recolección de datos se efectuó entre el 15 de octubre y el 5 de noviembre de 2025 y contempló un estudio cuantitativo a 1.504 personas mayores de 18 años, residentes en Chile. Dentro de los primeros resultados destaca un cambio relevante en la autoubicación ideológica. Si en 2017 el 55,3% de los encuestados se declaraba de centro, esa cifra cayó a 66% en 2021 y descendió abruptamente a 50,3% en 2025. Al mismo tiempo, la identificación con la derecha aumentó con fuerza: pasó de 16,1% en 2017 y 15,2% en 2021, a 27,2% este año. La izquierda, en tanto, subió levemente respecto del ciclo previo, desde un 18,7% en 2021 a 22,5% en 2025.

Para Scherman, este reordenamiento responde a transformaciones profundas en el clima político nacional. “Lo que observamos con más claridad es una polarización ideológica que se ha vuelto crecientemente afectiva. Ya no se trata solo de diferencias programáticas, sino de emociones intensas hacia quienes están en posiciones opuestas: sentimientos negativos, rechazo, incluso ira. Eso cambia todo, porque reduce de manera drástica las posibilidades de acuerdo”, señala.

Y agrega: “No es lo mismo reconocer diferencias ideológicas grandes pero poder conversar y construir acuerdos, que cuando la polarización se genera desde lo emocional: del rechazo al otro, no solo por lo que piensa, sino como persona y sujeto político. Eso reduce drásticamente las posibilidades de acuerdo”.

El académico recuerda que en 2021, en pleno duelo Boric–Kast, la distancia ideológica era notoria, pero no estaba acompañada del nivel de animadversión que observa hoy.

El centro político

A su juicio, la ausencia de articuladores políticos explica parte del fenómeno: “Desde hace ya un tiempo no tenemos partidos de centro. No hay nadie que modere o amortigüe la conversación pública. Aunque mucha gente sigue identificándose con el centro, esa tendencia baja, porque no existen referentes políticos que sostengan ese espacio. Y cuando el centro se debilita, aumenta la confrontación”.

Ricardo González coincide con esa lectura y agrega que el ciclo actual muestra un rasgo que no estaba presente en estudios previos. “Lo diferenciador es que la emocionalidad negativa ahora se ha intensificado. Antes, la oferta política se polarizaba, pero la ciudadanía tendía a ubicarse en el centro. Esta vez ocurrió lo contrario: cayó la identificación con el centro y subió la de quienes se sienten parte de la derecha. Eso ayuda a entender por qué los candidatos de ese sector aparecen tan fuertes en las encuestas”, explica.

La medición incluye un índice de polarización afectiva construido a partir de las emociones que generan los candidatos enfrentados en la segunda vuelta. En 2017, en el duelo Piñera–Guillier, el nivel llegaba a 4,5; en 2021, con Boric–Kast, se redujo a 3,9, pero en la actual disputa Jara–Kast trepó hasta 6,34, el registro más alto de la serie. A juicio de González, los plebiscitos constitucionales en Chile también contribuyeron a este escenario, pues intensificaron las identidades políticas y reactivaron emociones negativas entre sectores opositores.

Democracia

La encuesta midió, además, el apoyo a la democracia mediante una pregunta clásica comparada internacionalmente: cuál afirmación representa mejor la visión de los encuestados. Un 53% afirmó que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, mientras 14% dijo que “para la gente como uno, da lo mismo un régimen que otro”, y 18% señaló que, “en algunas circunstancias, un régimen autoritario es preferible”. El resto no sabe.

Cuando se preguntó por el nivel de democracia del país, 37% afirmó que Chile “es una democracia con problemas severos”, 33% habló de “una democracia con problemas menores”, 11% dijo creer que es “plena” y 8% opinó que “no es una democracia”.

Para Scherman, estas percepciones responden a múltiples factores. “Hay un conjunto amplio de problemas sin resolver -seguridad, inmigración, empleo, calidad de vida- y una desconfianza persistente hacia las autoridades.

A eso se suma la percepción de corrupción y la baja eficacia política, es decir, la idea de que uno no puede influir en las decisiones. Después del ciclo de movilizaciones entre 2011 y 2019, esa sensación cayó abruptamente y hoy está en su nivel más bajo. La ciudadanía se siente menos capaz de incidir que hace unos años”, apunta.

JONNATHAN OYARZUN/ATON CHILE

La encuesta, financiada por Mariano Torcal (Universidad Pompeu Fabra) y Aaron Schneider (Universidad de Denver), también midió la percepción de la política como un enfrentamiento de amigos y enemigos. Ante la afirmación “La política es una lucha entre los amigos y los enemigos del pueblo”, un 15% declaró estar “muy de acuerdo” y un 23% “de acuerdo”, sumando un 37,6% de adhesión. Esta cifra supera con holgura al 24,8% que manifestó rechazo -10% “muy en desacuerdo” y 11% “en desacuerdo”-, lo que muestra que más de un tercio de los encuestados tiende a interpretar la política en clave de conflicto moral entre bandos.

El 81% consideró “muy importante o importante” contar con un líder fuerte, y 65% otorgó esa relevancia a la unidad nacional y al patriotismo. Incluso, un 30% dijo estar “de acuerdo o totalmente de acuerdo” con la idea de abolir el Congreso y las elecciones para que un líder fuerte gobierne. Esa adhesión supera al 28% que rechaza la afirmación.

Migración y conflicto social

En materia migratoria, el estudio vuelve a mostrar una posición más restrictiva. Ante la escala que contrasta entre “los migrantes son bienvenidos” y “los migrantes no son bienvenidos y deberían volver a sus lugares de origen”, un 21% se alineó con la segunda opción y solo un 7% con la primera.

Para Scherman, el contexto económico influye en estas percepciones. “Aunque no estamos en recesión, hay un escenario estrecho. Cuando hay crecimiento, la convivencia con la migración suele ser más fácil. Pero cuando el empleo se tensiona, se vuelve más complejo. Además, varios candidatos están usando la migración como eje de campaña, apelando a miedos reales o simbólicos. Eso amplifica el tema”, afirma.

Consultados sobre el conflicto social, un 25% opinó que este debe evitarse “a toda costa”, mientras 12% lo consideró “parte normal” de la sociedad.

Campaña y participación

El estudio también exploró la relación de las personas con la campaña electoral. Un 50% reconoció estar “poco interesado”, 37% “algo interesado” y 13% “muy interesado”. El involucramiento digital es igualmente bajo: 71% no ha entregado apoyo online a protestas en las últimas semanas y 58% no ha recibido ni compartido información política vía redes o mensajería.

La conversación política cotidiana también parece debilitada. Solo 19% habló “frecuentemente” con alguien cercano sobre la elección, y 84% no ha participado en marchas recientes.

Para Scherman, esto refleja el estado general del electorado: “Vemos una ciudadanía polarizada, pero poco movilizada. Hay distancia y también desafección. Las campañas han tenido baja presencia en las calles, salvo en los cierres. Y aunque la polarización aumenta, no se traduce en mayor disposición al conflicto”.

Sobre el posible desenlace electoral, González proyecta una continuidad del escenario actual. “Los candidatos percibidos como más creíbles para restaurar el orden y el control serán los que obtengan mejores resultados, tanto en primera como en segunda vuelta. Los candidatos de derecha están mejor posicionados, porque hay una mayor identificación ideológica con ese sector y una demanda por líderes fuertes. Es un momento inusual: la derecha rara vez ha tenido un impulso electoral tan marcado. Antes de Piñera, habría que remontarse a los años 50”.

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