Casi 400 feligreses y cuatro sacerdotes integran el lefebvrismo chileno
<p>La mayoría asiste a una iglesia de Ñuñoa, aunque tienen capillas en Viña, Temuco y en la IV Región.</p>

La puerta de madera cruje al cerrarse. Es hora punta en la tarde y afuera se escuchan los autos y las micros del Transantiago pasando por Avenida Chile-España, en Ñuñoa. Adentro hay menos ruido. Hay 12 banquetas en cada lado del altar y se ven 11 personas rezando. Arrodilladas o sentadas, pero rezando. A la derecha hay cuatro mujeres con velo y dos con su rostro descubierto. A la izquierda hay cinco hombres sentados. Cuatro son jóvenes. Ninguna de las mujeres lo es.
Pareciera que los bancos de la izquierda están reservados para hombres y los derechos para las mujeres, hasta que una pareja de feligreses, ninguno de los cuales parece mayor de 30, se sienta en el lado derecho.
Los bancos tienen un metro de separación entre respaldos, y frente al primero de éstos hay tres escalones que llevan al altar. Hay una reja metálica de unos 80 centímetros, en balaustrada, separando el altar de los feligreses. Dos sacerdotes entran y, de espalda a los asistentes, uno dice: "In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti". Así comienza la misa en latín que celebra la comunidad santiaguina de la fraternidad de San Pío X, también conocida como iglesia lefebvrista o tradicional.
Se trata de una comunidad de menos de 400 personas, repartidas en cuatro ciudades y con dos sacerdotes chilenos entre sus filas, que mantienen un bajo perfil. Constituyen la representación local del grupo que, encabezado por el obispo Marcel Lefebvre (muerto en 1991), rechazó los cambios impulsados en los 60 por el Concilio Vaticano II, lo que derivó en su excomunión y la de los cuatro obispos que éste nombró en los 80. Hasta este año, en que el Papa Benedicto XVI levantó la medida como un gesto de acercamiento, que ha sido cuestionado por una declaración televisiva de uno de estos obispos: Robert Williamson negó la muerte de seis millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial.
Christian Bouchacourt es superior lefebvristas en Sudamérica y afirma: "No compartimos las palabras que monseñor Williamson dijo. Son palabras privadas, pero ya se terminó".
CUATRO CIUDADES
En Chile los lefebvristas son, en su mayoría, profesionales de clase media o media acomodada.
Casi no hay figuras conocidas entre ellos. Una excepción es el almirante (R) Jorge Martínez Busch, quien dice ser "muy católico" y cuenta que ha ido en varias ocasiones a misas de la fraternidad..
Los dirigen cuatro sacerdotes extranjeros, quienes mantienen una estrecha relación con su iglesia en Argentina. En La Reja, cerca de Buenos Aires, está el único seminario lefebvrista de Sudamérica, dirigido por Williamson. Allá los curas también van de vacaciones desde Chile y se realizan retiros importantes.
Santiago, en todo caso, no está ausente del panorama internacional. "Los cuatro obispos han estado en Chile", afirma el padre Bouchacourt.
La iglesia de Chile-España reúne por sí sola a casi 300 de los fieles, a los cuales se ofrecen clases de latín. La integran adultos a los que nunca satisfizo que los curas no usaran sotanas, y jóvenes, la mayoría de Ñuñoa. Estos últimos se reúnen en grupos y, según uno de ellos, "no sólo es que no me guste el guitarreo. Hay un tema de tradiciones, de espiritualidad".
La segunda sede es la de Viña del Mar, donde hay una capilla en Recreo. En esa ciudad crearon un colegio básico en el barrio de Miraflores, que no prosperó. El motivo: la falta de inscritos y el elevado costo de mantención, dice Bouchacourt. Esto también postergó los planes de edificar una nueva sede en Santiago.
A estos templos se suman dos capillas, una en Temuco y otra en el camino a Pan de Azúcar, IV Región, donde se celebran misas el tercer domingo de cada mes. Maximiliano Soto (66) estudió en el seminario menor de La Serena y va a esta última capilla. Para él, el Concilio Vaticano II "se hizo con una intención y terminó con otra (...) No volvieron los protestantes y sí salieron muchos católicos".
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