Del realismo al cubismo: el espíritu vanguardista de Picasso en 135 obras

Era 1907 cuando Pablo Picasso daba el primer paso hacia una trayectoria que se caracterizaría por los constantes quiebres, las reinvenciones y las siempre fructíferas experimentaciones que no terminaron hasta el día de su muerte, el 8 de abril de 1973. Las señoritas de Avignon fue el nombre con el que bautizaron el cuadro -aunque él mismo casi nunca titulaba sus obras- y que marcó el antes y después de su pintura. En él, Picasso eliminó todo rastro de realismo, los cánones de profundidad espacial y el ideal de belleza femenino, al componer una escena en que los cuerpos están reducidos a planos angulares sin fondos ni líneas delimitadas, todo en tonos ocres y rojizos, y los rostros parecen simples máscaras de arte africano, una de las obsesiones del malagueño por esos años. Pero había algo más. Las señoritas de Avignon marcó una ruptura y al mismo tiempo el nacimiento de un nuevo movimiento: el cubismo.
Impulsado por Picasso y el artista y escultor George Braque, el cubismo hizo abandonar la visión naturalista del arte en beneficio de la abstracción, jugando con las formas tridimensionales. Artistas como Juan Gris, Francis Picabia, Brancusi, Delaunay e incluso Cézanne serían algunos de los seguidores de la corriente que catapultó a Picasso como uno de los artistas más influyentes del siglo XX. Tenía 26 años.

El pintor se transformó así en una máquina creativa, con un espíritu siempre inquieto y radical, que al mismo tiempo ganó rápido reconocimiento: Picasso fue el primer artista en llegar a un público masivo en vida. Prestigiosos museos del mundo adquirieron sus obras y hasta hoy es una de las figuras que movilizan y mantienen el mercado del arte: en 2015 su obra Les femmes d'Alger alcanzó el precio récord de US$ 179 millones en una subasta de Christie's en Nueva York.
Desde hoy y hasta el 5 de marzo, el Centro Cultural La Moneda abre a público Picasso. Mano erudita, ojo salvaje, la mayor retrospectiva expuesta en Chile del autor del Guernica, que reúne 135 obras provenientes del Musée National Picasso-París, que llegan gracias al aporte de Minera Doña Inés de Collahuasi y Abertis Autopistas, a través de la Ley de Donaciones Culturales. Y aunque entre las piezas no viene Las señoritas de Avignon -cuadro que pertenece desde los años 20 al MoMA de Nueva York- sí se exhiben dos obras de la misma época que reflejan su etapa cubista: la primera es Buste de femme ou de marin (1907), boceto preparatorio para Las señoritas.., y Nu couché avec personnages (1908), otro cuadro que tiene la esencia del burdel barcelonés.
La muestra, curada por la experta francesa Emilia Philippot, quien vino a Chile para el montaje y la inauguración, permite descubrir el proceso creativo de Picasso de una forma didáctica y cronológica, partiendo desde su primera etapa más cercana a la academia, pasando por su periodo azul, el nacimiento del cubismo, su inserción en el surrealismo, su compromiso político afectado por la Guerra Civil Española, además de su fulminante enamoramiento de la cerámica y la escultura con materiales reciclados.
"Lo que queda de toda la obra de Picasso es el enfoque experimental de la figuración", dice Emilia Philippot. "Desarrolló muchos estilos, teniendo siempre en cuenta sus descubrimientos anteriores. El cubismo no se limita a los años 1907-1914, sino que es citado en las obras que vienen después, hasta el final de su vida. Es importante entender que el cubismo no es una abstracción, sino otra forma de figuración, una especie de 'super-figuración', ya que su objetivo es representar más de dos dimensiones, al menos tres sobre una tela o una pieza de papel. La mezcla de diferentes puntos de vista permite al artista mostrar más que antes, e invita al espectador a reconstruir una percepción completa del objeto", explica la curadora sobre la exposición que ya estuvo este año en Brasil, en el Instituto Tomie Ohtake de Sao Paulo.
Amores y guerra
Dividida en lo que podría describirse como sus fases temprana y tardía, la muestra parte con dos retratos realistas, L'Homme à la casquette (1895) y Portrait d'homme (1902) de su periodo azul, años tristes en que el pintor aún no era conocido, el dinero escaseaba y la comida también. Rápidamente la muestra pasa a la etapa cubista, donde destaca una obra de total deconstrucción: Homme à la guitare (1911). Para la curadora, sin embargo, una de las revelaciones de la exposición será a relación entre Picasso y el ballet: en 1918 se casa con la bailarina rusa Olga Khokhlova y se sumerge en ese universo. "Los estudios para el ballet Pulcineya revelan a un artista que también trabajó para el teatro, a través de su colaboración con Serge Diaghilev y los ballets rusos. También son interesantes sus fotogramas realizados en colaboración con André Villers en los años 50. Picasso es menos conocido en este medio, pero en realidad estaba muy interesado en la fotografía", cuenta Philippot.
El mundo femenino fue también un motor para el pintor, quien tuvo siete parejas y cuatro hijos, aunque sólo se casó dos veces, con Khokhlova y luego con Jacqueline Roque, 46 años menor.
"Hay dos espacios especialmente dedicados a este tema. Hay que poner atención en los bañistas de finales de los años 20 y 30, en los que el artista deconstruye y erosiona el cuerpo de su querida amante Marie-Thérèse Walter y en las últimas aguafuertes en las que Picasso celebra la sensualidad de Jacqueline, su esposa definitiva", dice la especialista.
La exposición tampoco pasa por alto el tema político: una de sus obras más elogiadas es el Guernica (1937), cuadro monumental que conserva el Museo Reina Sofía de Madrid y que refleja los horrores de la Guerra Civil Española. A Chile llegan algunas obras alusivas. "Excepto por el Guernica, Picasso no representó el conflicto sino sus consecuencias: piedad y terror. Hay que mirar a las mujeres que lloran en sus cuadros, pero también a todo el memento mori, representado en el blanco y negro, o en colores muy oscuros", cuenta Philippot.
Quizás la faceta menos conocida y más lúdica del artista son sus esculturas y cerámicas de los años 50, que contrastan con el periodo de guerras y que devuelven el color y el humor a su trabajo. "Las esculturas son fundamentales para la obra de Picasso, pero también para el siglo XX y la escultura moderna. El es el creador del primer collage con ensamblajes, y uno de los primeros en introducir objetos cotidianos a las esculturas. La cerámica también debe considerarse una extensión de la escultura, y una vía de difundir su obra como una dimensión política", concluye Philippot.

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