Son muy pocos los hinchas del Barça que han sido capaces de olvidar el nombre de Emmanuel Amunike. No en vano, el hoy seleccionador de Nigeria Sub 17, puede presumir de haber sido el primer futbolista de dicha nacionalidad en vestir la camiseta azulgrana. Algo que sucedió en 1996, cuando tras anotar el definitivo 3-2 en la final de los Juegos de Atlanta ante la Argentina de Ayala, Zanetti, Simeone o Crespo, el entonces técnico, Bobby Robson, pidió expresamente la contratación del jugador.

Sin embargo, su fichaje procedente del Sporting de Lisboa, debido en parte a las múltiples lesiones que padeció durante sus cuatro temporadas en el Barça, pero sin duda también al alto valor fijado para la transacción (600 millones de pesetas, casi cuatro millones de dólares), es considerado, aún hoy, como una de las peores gestiones deportivas en la historia.

El entrenador, de 44 años, de quien se dijo que había sido contratado para ocuparse exclusivamente de los saques de banda y quien llegó a protagonizar incluso un spot televisivo ironizando sobre dicho estigma (“aparecí en televisión porque quise; tengo derecho a hacer con mi vida lo que quiera”, se defiende), continúa teniendo su residencia en España, en Santander. Pese a que su talento futbolístico ha sido puesto en entredicho en más de una ocasión, lo único cierto es que Amunike formó parte de la mítica generación nigeriana que alcanzó los octavos de final del Mundial de EEUU -junto a otros recordados jugadores como Amokachi, Finidi, Yekini u Oliseh- y que dos años más tarde logró para su país la primera medalla de oro conquistada por una selección africana en unos Juegos Olímpicos.

Con su contagiosa sonrisa instalada,   y con sus aguiluchos amenazando con sumar su quinto cetro Sub 17 en el Mundial de Chile, el técnico se da unos minutos para conversar con La Tercera.

Nigeria está arrasando. ¿No ganar el torneo sería fracaso?

Nuestro objetivo es ir partido a partido. Tenemos que tratar de seguir igual de concentrados y ser capaces de creer en nosotros mismos sin perder el respeto a los demás rivales. Cualquiera a estas alturas puede ganar la Copa.

¿A qué se debe ese éxito rotundo con sus selecciones menores?

Si a Nigeria le va bien en las divisiones menores es simplemente porque trabajamos muy duro. Hay muchos chicos con talento en Nigeria, pero detrás del éxito hay mucho trabajo y disciplina.

Y una cuestión de biotipo, fundamental en edades formativas.

Todo el mundo sabe que los jugadores africanos suelen tener mucha potencia física, pero con eso no llega. Estamos trabajando otros conceptos desde hace años, como la inteligencia dentro de la cancha y las cuestiones tácticas. Sólo con una buena preparación física no se ganan los mundiales. Se está haciendo un trabajo muy bueno y completo en las divisiones menores en mi país.

¿Y una edad en sus futbolistas para desconfiar?

La gente puede decir lo que quiera porque vivimos en democracia, pero el reglamento de la FIFA es muy claro ahora en cuanto al tema de las edades y las pruebas que se les hacen a los chicos para determinar su edad son iguales en todos los continentes. Yo no tengo nada que decir al respecto, si alguien duda de la edad de nuestros jugadores, que se queje a la FIFA.

¿Mantiene relación con los futbolistas del Barça de su época?

Estuve hace poco en el Camp Nou hablando con Luis Enrique. Mantengo contacto con algunos. Con Guardiola hace mucho que no hablo personalmente, pero tanto de él como de Luis Enrique tengo muy buenos recuerdos. Ellos son también un buen ejemplo para un joven entrenador como yo, ellos y el modo tan bonito con el que hacen jugar a sus equipos.

¿Ha pensado ya cuál será su próximo desafío como entrenador?

Me gustaría seguir creciendo como entrenador, pero ahora mismo sólo puedo pensar en la selección. Éste es ahora mismo mi presente y mi único desafío.

¿Cómo motiva alguien que ha llegado a jugar en uno de los mejores equipos del mundo a sus jóvenes jugadores, qué les dice?

Les digo que todo lo que les pueda llegar a pasar en el fútbol va a ser muy bonito, pero que hay que trabajar duro para lograr los objetivos. Trato de recordarles que todavía tienen que hacer un viaje muy largo.