Elia Kazan, los 100 años de un cineasta inmortal

Cuando el realizador Elia Kazan acudió en 1999 a recoger un Oscar honorífico a toda su carrera, la audiencia se polarizó. El auditorio quedó dividido entre quienes aplaudieron la genialidad del director de películas como Al Este del paraíso y aquellos que criticaron con su silencio el papel delator de Kazan durante la famosa caza de brujas de McCarthy.
No quisieron perdonar que el cineasta de origen griego arruinara la carrera de algunos de sus propios compañeros en la década de los 50, colaborando con la Comisión de Actividades Antiamericanas dirigida por McCarthy. Sus declaraciones provocaron que actores y directores fueran incluidos en las temidas listas negras de comunistas, lo que les impidió trabajar durante años.
La biografía de Kazan es controvertida, pero su talento cinematográfico está fuera de toda duda. "Ha hecho tantas cosas excepcionales para el teatro y el cine, que merece respeto", aseguró en su día el dramaturgo de izquierdas Arthur Miller. Quizás más. Kazan es probablemente el más grande director de actores de la historia del cine.
Kazan, que hoy habría cumplido 100 años, no quiso entrar aquella vez en la polémica. Cuando recogió el Oscar honorífico se limitó a agradecer a la Academia de Cine su "valentía y generosidad". Cuatro años más tarde murió en su apartamento de Nueva York a los 94 años.
Entre 1944 y 1976 Kazan dirigió 19 películas, muchas de ellas convertidas en clásicos del cine, y descubrió a estrellas en ciernes como Marlon Brando, James Dean y Warren Beatty. Siete de ellas cosecharon 20 Oscars, siendo en muchos casos consideradas las mejores películas del año.
Es el caso de Gentleman's Agreement (1947), un alegato contra el antisemitismo imperante de la época, que logró la estatuilla a la mejor película y la de mejor director. Lo mismo ocurrió en 1954, con Nido de ratas, dedicada a los gángsters y el hampa de los muelles de Nueva York. Un drama obrero con trasfondo portuario que otorgó un Oscar a Marlon Brando.
El actor había sido nominado ya dos años antes, gracias a Viva Zapata, una película ambientada en los años de la revolución mexicana. El director descubrió a Brando en 1951, cuando decidió contar con el intérprete para la versión cinematográfica de Un tranvía llamado deseo y lo lanzó a la fama con el papel del joven Stanley Kowalski.
Kazan también hizo historia en el mundo del teatro. En la década de los 40 y la de los 50 puso en escena en Broadway obras de Arthur Miller y Tenesse Williams. La muerte de un vendedor viajero y La gata sobre el tejado de zinc caliente marcaron un antes y un después en los escenarios norteamericanos. Como también fue un hito para muchas generaciones de actores la apertura del Actors Studio de Nueva York, la escuela de interpretación de la que Kazan fue cofundador.
No es de extrañar que Dustin Hoffman se preguntara alguna vez si Robert de Niro o Al Pacino hubieran llegado a ser tan grandes actores sin la influencia de Kazan.
El director se definía a sí mismo como un hombre lleno de contradicciones, una serpiente, como él apuntó en su autobiografía. "He cambiado muchas veces de piel, he vivido muchas vidas y he vivido transformaciones violentas y crueles", aseguró. "Muchas veces provoqué el asombro de la gente al cambiar radicalmente mis posiciones y comportamientos", reconoció el propio Kazan.
Probablemente esta actitud se debía al hecho de que el realizador nunca dejó de sentirse un extraño, pese a todos los éxitos. Elia Kazanjoglous, su verdadero nombre, nació en 1909 en la entonces Constantinopla. Junto a su padre, un vendedor de alfombras griego, y su madre emigró poco después a Estados Unidos, donde no tuvo una infancia fácil. Vivió humillaciones en el colegio que después sirvieron para sus guiones.
Kazan aseguraba que la mejor etapa de su vida comenzó al cumplir los 50, cuando se convirtió en escritor y también en esa nueva faceta artística cosechó el éxito. Al menos dos de sus siete novelas, América, América y The Arrangement, llegaron a las listas de libros más vendidos. En 1988 se publicó su autobiografía, Elia Kazan, una vida, escrita sin tapujos, porque aseguraba no importarle "lo que la gente piense".
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