Estudio muestra que adolescentes chilenos comen sin tener hambre
Análisis del Inta indica que el 62% es capaz de comer snacks incluso 20 minutos después de quedar satisfecho con el desayuno. Jóvenes comen cuando están ansiosos o aburridos, y es otra variable que influye en los altos índices de obesidad del país.

Cerca del 28% de los niños chilenos, entre los cinco y 17 años, supera la talla correspondiente a su edad. Somos el sexto país más afectado por la obesidad entre las naciones de la Ocde -después de Grecia, EE.UU., Italia, México y Nueva Zelandia- y, de acuerdo a las últimas pruebas Simce de Educación Física, la tendencia es al alza.
Las razones son múltiples. Además del sedentarismo y los malos hábitos alimenticios, aparece un factor aún no atacado lo suficiente: el acceso fácil y casi ilimitado de los niños a alimentos altos en grasa y azúcar. Los snacks, chocolates, dulces y papas fritas, entre otros, asociados a momentos de recompensa, como cumpleaños, paseos o recreos, producen una sensación placentera difícil de resistir, capaz de hacer comer incluso estando satisfechos.
Así lo comprobaron expertos del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (Inta), de la U. de Chile, que analizaron el comportamiento de 680 adolescentes de 16 años, de la Región Metropolitana, quienes fueron encuestados después de haberles ofrecido un desayuno.
Tomaron jugos, sándwiches, frutas, leche o té a voluntad y, al final, todos confirmaron estar satisfechos. Sin embargo, 20 minutos después, al ser trasladados a una habitación con revistas y teniendo en frente bebidas, galletas y papas fritas -entre otros snacks-, el 62% de ellos volvió a comer.
"La idea era mostrar que todos los seres humanos, como cazadores-recolectores, tenemos en la zona frontal de la cabeza un centro del comer gratificante, el mismo que responde a las drogas y el alcohol. Cuando desde pequeño aprendes a asociar esa comida con gratificación (cumpleaños, recreos), cada vez que la vemos, la asociamos y la comemos. Es lo que utiliza el marketing para invitarnos a comer", sostiene Raquel Burrows, endocrinóloga y una de las autoras del estudio.
Eliminar la tentación
De acuerdo a Burrows, el estilo de vida expone a los niños a mayor estrés y ansiedad. Y el colegio no ayuda. "El sistema escolar suprime lo que disminuye el estrés, que es la actividad física. Si tuvieran ejercicio físico diario y no hubiera quioscos, no estarían ni gordos ni estresados", dice.
Para Juan Patricio Valderas, nutriólogo del Centro de Tratamiento de la Obesidad de la U. Católica, lo preocupante es que el estudio se ajusta a la realidad de muchos colegios. "Los niños toman desayuno, pero durante la jornada escolar son expuestos a estímulos que los incitan a comer más. Para muchas personas es difícil saber si comen por hambre o no", asegura.
Según Burrows, la alternativa para evitar que los niños coman sin tener hambre es no exponerlos a la comida gratificante, y eso va más allá de la ley de rotulado de alimentos, que actualmente se discute, que prohíbe la publicidad en los colegios y restringe 30 tipos de alimentos, como las papas fritas o bebidas.
"Poner una etiqueta que diga que tiene más calorías es absurdo, porque si así fuera, los médicos no comeríamos chocolate, bebidas. No es elegir vivir sano; a cualquiera que le pongas algo que le gusta se lo va a comer. Lo que tendríamos que hacer es no exponer a los niños a ese tipo de comida. No puedes poner un quiosco con comida peligrosa en un centro escolar", indica Burrows.
Ansiedad
Ante la falta de estímulos sanos y el bombardeo de imágenes de comida gratificante, la alimentación pierde su rol, indica el pediatra Francisco Moraga, profesor asociado de la U. de Chile.
"Muchos comen por ansiedad o aburrimiento. El no saber qué hacer les provoca una sensación angustiosa y comen por hacer algo; lo mismo con el aburrimiento. Ambos pueden confundirse, y si eso se hace frecuente, se transforma en hábito", dice.
Cristián Bahamondes, sicólogo de la unidad de Adolescencia de la Clínica Santa María, señala que es parte del comportamiento adolescente: "Que haya ansiedad es producto de lo que se vive en un período de mucho cambio, de reconocer un cuerpo nuevo, ser parte de un grupo distinto de amigos y de búsqueda de diferenciarse de los padres".
Tienen más libertad para decidir qué quieren comer y cuándo. "Es una acción súper primaria. Todo lo que tenga que ver con ingesta calma el cuerpo. De ahí vienen las adicciones, y pasa lo mismo con la comida. Como el cuerpo está en cambio, una de las maneras de calmar es a través de ella. A veces no se dan cuenta, pero están calmando en algún nivel la angustia. Por eso empiezan a tomar o fumar", explica el sicólogo.
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