Gaspar Noé impacta en Cannes con Enter the void
Acostumbrado al escándalo y la provocación, el cineasta franco-argentino presentó una cinta rodada en Japón que es una dura inmersión en las drogas.

Hace siete años, una de las experiencias más duras que se han visto en Cannes se exhibió bajo el nombre de Irreversible. Ultraviolencia, homofobia y una violación de más de diez minutos a Mónica Bellucci, escandalizaron a muchos y le dieron al cineasta franco-argentino Gaspar Noé, patente de provocador profesional.
Hoy Noé está de vuelta presentando Enter the Void, un filme rodado en Japón donde desciende a un tortuoso y sufrido descenso al infierno del alma humana.
El cineasta nacido en Argentina exhibió un lenguaje nuevo, exponiendo al espectador a un viaje sensorial que pone a dura prueba la capacidad auditiva y visual del espectador que, si supera la prueba, se irá a su casa convencido de haber asistido a una nueva forma de cine.
Cámara subjetiva en mano o planeando sobre una Tokio nocturna, montaje staccato (fragmentos breves y a ritmo sostenido), imagen desenfocada, sonido estruendoso, repetición o variación de secuencias, componen el arsenal técnico con el que Noé cuenta la historia de dos hermanos anclados en Japón y perseguidos por la mala suerte.
Huérfanos desde niños por un accidente de tránsito del que se salvaron por milagro, separados hasta la mayoría de edad en dos orfanatos distintos, los hermanos no acaban de disfrutar de su reencuentro cuando el joven muere por un disparo de la policía mientras trata de desembarazarse en un baño de la droga que lleva encima.
La hermana sobreviviente, amante de un gangster japonés, pierde todo instinto vital pero el nacimiento de su bebé echará a andar una vez más la rueda de la vida.
"No creo que sean personajes miserables. O al menos me parecen más miserables los que requieren sus servicios. Ellos son seres normales que luchan por sobrevivir como cualquier otra persona", aseguró en rueda de prensa.
Con este planteamiento, no puede esperarse que su cine discurra por los cauces de lo convencional. "Hay pocas personas que tengan una vida suave de principio a fin", añadió.
Noé habría podido tal vez reducir un poco las dos horas y media del filme (una duración estándar este año en Cannes, adoptada por Tarantino, Almodóvar, Haneke, Audiard y Amenábar) pero la longitud del metraje puede ser tomada como un exceso más de esta película que lo exige todo del espectador.
Paz de la Huerta, Nathaniel Brown y Cyril Roy son los actores que casi anónimamente atraviesan la pantalla, mirados permanentemente en picada por una cámara que vuela sobre los techos de Tokio, se introduce en ventanas, salas de aborto (y se regodea con un feto) y hasta en una vagina rociada por una lluvia de espermatozoides.
En un panorama de cine clásico bien contado, sin ínfulas renovadoras, como el que se vio uniformemente hasta hoy en Cannes, Noé pasa a ser el niño terrible que destruye la vajilla para que el séptimo arte se compre una nueva.
Tal como en Irreversible, fueron muchos los que abandonaron la sala durante la proyección, pero los que aguantaron hasta el final calificaron la película como una de las más arriesgadas e innovadoras del festival.
De hecho, Enter the Void lleva su experimentación hasta el punto de que el director asegura que es, como si fuera una escultura de Miguel Ángel, una obra "non finita".
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