La Broma Asesina: el cómic que reinventó a Batman y El Guasón
Publicada en 1988, la historieta creada por Alan Moore es considerada un hito historico del cómic.

Batman y El Guasón. Archienemigos de toda una vida, desde que sus caminos se cruzaron en las oscuras callejuelas de Ciudad Gótica. "¿Cómo puede ser que dos personas que no se conocen se odien tanto?", se pregunta Bruce Wayne, el alter ego del encapuchado, al saber que el payaso criminal huyó del manicomio para iniciar una venganza. En el lúcido punto de partida de una aventura demencial que escarba en el vínculo casi simbiótico de dos sujetos que se han pasado años y años en mutua persecución. Claro, sin saber realmente mucho el uno sobre el otro, salvo que están en bandos opuestos.
Fue en 1988 que el guionista inglés Alan Moore y su compatriota, el dibujante Brian Bolland, dieron un golpe a la cátedra en las historias de superhéroes con La broma asesina, un clásico instantáneo que La Tercera trae este lunes a sus lectores, como parte de su colección dedicada a Batman. El barbudo Moore, que dos años antes había sacudido el género con Watchmen, miniserie también editada por DC Comics y que mostraba las perturbaciones psicológicas, políticas, sexuales que sacudían a estos tipos disfrazados y musculosos, asestó otra bofetada con un relato autoconclusivo que terminó, además, dando una inquietante mirada sobre las disfuncionales mentes del Hombre Murciélago y el hombre de la sonrisa eterna.
Cómico con dramas
Las cosas por su nombre: el Guasón no fue inventado por Bob Kane, el creador del enmascarado, sino por el ilustrador Jerry Robinson, inspirado en la película El hombre que ríe (1928), protagonizada por Conrad Veidt y basada en la novela homónima de Víctor Hugo. Nació como un gánster estrafalario, al que un accidente con productos químicos le desfiguró el rostro y por años fue un personaje relevante, pero algo unidimensional en sus correrías por el batiuniverso. Nunca se supo mucho del origen ni de las motivaciones de este maníaco homicida, que replicaba su horrible mueca en los rostros de la gente a la que asesinaba.
Ese fue el punto que Alan Moore tomó para desenredar el tejido y hacerle un nuevo traje al Guasón. Desde el presente, siguiendo el plan definitivo que el villano tiene para deshacerse de su némesis, el escritor viaja una y otra vez al pasado, para contar la historia de un pobre diablo, un don nadie que aspira a convertirse en humorista de locales nocturnos, y al que el destino -con Batman como pieza de engranaje- envuelve en una trágica jugarreta. La premisa es que todos podemos tener un mal día que nos volverá locos, que nos soltará un tornillo, lo suficiente como para ponernos un disfraz de murciélago o andar por ahí riéndonos mientras matamos y torturamos gente.
La broma asesina fue otra muestra del oficio narrativo de Alan Moore, un escritor formado en el cómic underground de su país y que planea y bosqueja sus historias cuadro por cuadro antes de entregársela su dibujante de turno. En este caso, Brian Bolland, que cumple con creces creando la atmósfera sombría, pesadillesca, de este relato muy emparentado con Watchmen -ambos títulos fueron hechos en paralelo- en su modelo de relato-puzzle, con sus saltos temporales, su montaje cuasi cinematográfico.
Junto a Batman: el regreso del caballero oscuro (1986), de Frank Miller, La broma asesina redondeó la estampa definitiva -áspera, violenta- del encapuchado. Tim Burton reconoce que se inspiró en ella para su cinta de 1989 y es sabido que esa fue una de las lecturas de cabecera del fallecido Heath Ledger para construir su versión de El Guasón en la película Batman, el caballero de la noche (2008). Son los ecos de una carcajada que se escucha hasta hoy, luego que los brutales hechos acaecidos en esta historieta marcaran también de por vida a Batman y su círculo más cercano. Y mejor no adelantar nada más, porque contar muchos detalles sería arruinar este chiste de logrado remate.
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