Los Grez heredan de la tía abuela
En 1956, Marlene Ahrens fue abanderada y medallista en Melbourne. Ahora, sus sobrinos nietos Cristóbal y Benjamín Grez van a Río en vela. La ex lanzadora de jabalina y el mayor de los hermanos conversaron antes del viaje a Río.

Feliz y emocionado estaba uno de los hermanos Grez, Cristóbal, ayer a mediodía: se juntaría en el Club de Polo y Equitación San Cristóbal con su tía abuela Marlene Ahrens para unas fotografías para La Tercera. Por otro lado, triste y adolorido estaba su hermano Benjamín en su casa, en reposo, diagnosticado con influenza. Quería ir a la cita en el recinto donde los hermanos acostumbran a hacer su trabajo físico, pero sabe también que quiere cuidarse, pues este martes la dupla viaja de nuevo a Río de Janeiro para enfrentar desde el viernes 12 la competencia de la clase 49er.
Ahrens Ostertag, quien este miércoles cumplió 83 años, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956 en el lanzamiento de la jabalina; doble oro Panamericano, una vez del Iberoamericano y cuatro de Sudamérica, juega con una gata junto a las pesebreras, donde se entretiene mirando a los caballos de equitación. “Nunca he conocido a nadie que ame los animales como Marlene”, dice Cristóbal Grez.
Muchos en el club tratan de tú a la exdeportista, que del San Cristóbal sabe mucho. Cuando era niña, su padre la llevó a un terreno baldío que servía para sacar arena, más allá de donde llegaban los caminos; ahí mismo, como le prometió su padre ese día, se construyó el club donde hoy es reconocida por todos los que pasan. “Feliz cumpleaños, aunque atrasado”, le grita una amazona al pasar en su caballo.
Cristóbal, de 28 años, el mayor de los Grez, cuenta cómo ha sido convivir con la fama de su tía abuela. “Desde siempre, desde chico, cuando había que hacer una tarea en el colegio, iba y la entrevistaba o averiguaba de su logro. Una vez debía llevar una noticia y llevé la del día que ganó la medalla olímpica. La tarea se trataba de llevar algo nuevo, pero igual me pusieron un siete. De ella, como ídola, rescato su perseverancia”, recuerda.
Para Marlene Ahrens, Cristóbal y Benjamín han sido una bendición. Dice que “son buenos chicos, eran un poco inquietos, como todos, pero ahora hacen deporte y no están en la droga o el cigarro, ojalá todos los jóvenes practicaran algo”.
Y practican. Y mucho. Pero no atletismo como ella, ni equitación, el deporte que la devolvió a las noticias en 1995, cuando fue a los Juegos Panamericanos de Mar del Plata. Lo suyo son las velas.
Ahrens no duda: “Está bien, tienen que hacer lo que les guste”. “Y eso son las velas, me gustan desde chico, son mi pasión”, agrega el sobrino nieto. El agua, para la multimedallista, no es opción: “Yo me mareo, no sirvo, desde la playa no más”.
La conversación fluye entre ambos y las diferencias entre una cita de los anillos en 1956 y otra 60 años después florecen. Ahrens se trajo una presea de Australia, un objetivo bien complicado para la dupla del 49er. “Me imagino que Marlene trabajó, se esforzó, pero antes era todo mucho más amateur, me imagino. Hoy en día, por ejemplo, la Federación de Vela de Gran Bretaña tiene el mismo presupuesto que todo el Plan Olímpico de Chile”, comenta Cristóbal.
Asiente la exatleta: “Amateur, completamente, yo practicaba en el Club Manquehue una hora diaria y sólo tenía entrenador los fines de semana; el resto, sola. Yo con un poco más de entrenamiento, hubiese traído el oro y hubiera batido el récord del mundo. Estuve muy cerca en las prácticas allá”.
Y ahonda en el asunto. “Cuando hice la marca para clasificar me preguntaron cuánto entrenaba, qué comía, y no lo podían creer”, dice la ex abanderada, quien se hace cargo de las dietas que tienen hoy los deportistas: “Yo comía lo mismo que mi familia. Lo único distinto era la malta con huevo y harina que tomaba después de los entrenamientos”.
Tras vestirse con la bandera nacional para las imágenes, la pareja se separa, pero antes Cristóbal le aconseja que “siga las velas olímpicas por internet, porque difícilmente lo den por televisión”. La invitación para que Marlene Ahrens los vea entrenar en Algarrobo queda para más adelante. Después de Río.
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