Los viudos y los verdugos de Sábado Gigante
Para los latinos que imigraron a Estados Unidos, Don Francisco se convirtió en un hogar lejos de casa. Para sus hijos, es un espacio con lo peor del pasado.

Cuando Univisión anunció el fin de Sábado Gigante el 17 de abril, Latino Rebels, un colectivo digital de blogueros latinos basados en Estados Unidos con más de 62 mil seguidores en Facebook, compartió en su muro la noticia en inglés. "Sábado Gigante se acaba tras 53 años al aire. ¿Qué opinan?"
El primero en comentar fue Carlos Vazquez con un "Thank god!" (¡Gracias a dios!). Acto seguido Yaika García escribió, también en inglés, "Ya era hora! Estoy tan cansada de los concursos de miss colita!" y Felix Rodríguez agregó "Qué alivio… qué programa más misógeno". Pero Luz Vega-Hidalgo comentó "Digan lo que quieran, pero para muchos hispanos en USA Sabado Gigante es una institución cultural".
El sentimiento lo rescató tres días más tarde Aura Bogado, periodista que inmigró a Estados Unidos de niña, en su columna para el Guardian titulada "Latinos dejan atrás el racismo y la misoginia de Sábado Gigante mucho antes de su fin", compartida por 14 mil personas.
"La melancolía [por el fin de SG] ilustra como la misoginia y el racismo latino es perpetuado en USA. Sábado Gigante y su conductor representan parte de lo peor de la supuesta cultura latina, y ambos debieran haber sido rechazados años atrás", dijo Bogado en su columna.
La columnista nombra el concurso Miss Colita, repudia la forma en que Don Francisco comentaba sobre el cuerpo de las mujeres y el trato que le da el programa a las minorías sexuales y raciales.
Al respecto de las críticas, Kreutzberger dijo en entrevista a La Tercera: "Siempre pudieron haber falencias y voy a decir una: me arrepiento de los chistes de género, los que hacíamos muchas veces. Eso es un error, algo ofensivo".
Para Natalia Linares, de 31 años, es curioso que nadie haya hablado de esto antes del anuncio del fin del programa. Linares es hija de cubana y colombiano, nacida y criada en Nueva York, morena y orgullosa de sus raíces. Prefiere hablar en inglés y trabaja haciendo lobby cultural para inmigrantes. Como muchos hispanos de segunda generación, creció escuchando a Don Francisco cada sábado en su casa.
"Tuve que desaprender muchas cosas que vi y escuché ahí", resume Linares. "Sábado Gigante no representa la riqueza cultural de todos los lugares de los cuales venimos. Solo muestra lo mal que tratamos a las mujeres y a las personas de color, y eso es lo que estamos mostrando al mundo. Creo que es bueno que se acabe y que haya espacio para más gente como yo, que representamos otros tipo de hispanos".
Y es que la segunda generación de hispanos crece hoy en forma muchísimo más acelerada que la primera, según el Censo realizado en Estados Unidos en el 2010. Desde el 2007, la inmigración hispana se frenó y son los hijos de inmigrantes, que no necesariamente hablan español y que fueron criados con valores estadounidenses como valorar la diferencia, quienes representan la nueva audiencia hispana.
Según el Pew Hispanic Center, hoy uno de cada seis hispanos habla inglés o es bilingue, lo que explica la baja de programas, y medios, en español.
"El latino millennial es el motor de crecimiento de la población latina en el día de hoy", asegura Claudio Remeseira, autor del libro Hispanic New York, que ha trabajado para El Diario/La Prensa, Wall Street Journal, NBC Latino, The Nation en español y otros medios hispanos.
"Para mí lo que muestra Don Francisco es como un túnel del tiempo. Uno está viendo hoy un tipo de humor, que para la sensibilidad de hoy, es repudiable, pero que 60 años atrás era el tipo de humor prevaleciente, explica Remeseira.
Hector Morales y Andrew Muñiz, tienen 15 y 13 años respectivamente y nacieron en Brooklyn de familias hispanas. Les pregunto en inglés si han visto Sábado Gigante.
"No, quizás mi mamá lo ha visto", dice Muñiz.
"Quizás mi abuela", agrega Morales.
"El español me aburre", sigue Muñiz. "Sé hablarlo, pero cuando hablan rápido no entiendo".
Los huérfanos de Sábado Gigante
Pero para muchos hispanos que viven en Estados Unidos sin hablar ni entender muy bien inglés -casi 17 millones según el Pew Hispanic Center-, Sábado Gigante sigue siendo un momento de encuentro familiar, un tema de conversación con sus amigos aquí y en sus países de origen, y una de las pocas opciones que les quedan de entretenerse frente a la pantalla.
"Va a hacer falta", dice Rafael Fermín, dominicano de 66 años de edad. "Es muy bueno y une a los hispanos. Es importante".
A Kathy López, dominicana de 36 años, también le gusta. "Es un programa familiar que puedes ver con los niños. No me parece racista ni sexista", dijo.
En una columna publicada en Slate cuatro días después del anuncio del fin del programa, Juliana Jiménez -editora fotográfica de Slate nacida en Colombia y residente en EEUU desde los 13- establece que el programa termina con un legado ambiguo.
Sábado Gigante ha tenido el mérito, argumenta, de atraer a toda Latinoamérica -"una región de 600 millones de personas en 20 países con historias y paisajes tan variados como idiomas" - por 53 años, pero para hacerlo ha tenido que apuntar al mínimo común denominador. "Y llegó bastante abajo", apunta Jiménez.
Pero al mismo tiempo, la columnista reconoce los méritos de Don Francisco. Su impresionante habilidad para entrevistar, improvisar y para entretener a una audiencia que conoce como la palma de su mano. Como ejemplo describe un segmento donde el presentador se ríe del "gringo", que hace de juez, por pronunciar mal palabras en español. Un "alivio subversivo" para inmigrantes que casi siempre están al otro lado de la broma, dice Jiménez.
"También hay que decir", agrega Claudio Remeseira, "que gracias a su popularidad, el programa ha servido para crear conciencia en algunos temas, como el voto latino o campañas sociales. Don Francisco es un gran comunicador".
Por eso personas como Licy Balbuena, mexicana de 51 años, harían cualquier cosa porque Sábado Gigante no terminara. "Yo pienso que no lo pueden quitar", dice Balbuena. "Yo creo que [Don Francisco] lo hace sin morbo, es para reírse. Es algo que es bueno para la familia, más aquí que uno pasa encerrado, porque uno lo mira y se ríe de las cosas que dice y las cosas que hace. Ojala no lo quiten y pues si se trata de firmar algo, yo firmo".
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