Columna de Álvaro Pezoa: Los “expertos” dicen



Desde la noche del 7M, cuando el recuento oficial de votos certificaba el expresivo triunfo del Partido Republicano en la elección de consejeros constitucionales, comenzaron los análisis buscando la explicación para los -todavía para muchos comentaristas- sorpresivos resultados. Es cierto que la cantidad y porcentajes de sufragios obtenidos superaron los más audaces pronósticos, incluyendo los realizados al interior de la misma tienda política ganadora, sin embargo, las tendencias sobre cómo iba a ser el veredicto ciudadano estaban de antemano claras. En ello, esta vez, coincidieron las encuestas y la “temperatura” de la calle. El fenómeno más llamativo durante las dos semanas transcurridas desde esa fecha ha sido el evidente propósito de numerosos críticos y dirigentes del espectro partidista por aconsejar a los Republicanos respecto a qué deben hacer de aquí en más por el “bien de Chile” e incluso para satisfacer sus propias aspiraciones en los desafíos político-electorales que han de enfrentar.

Las recomendaciones han sido tan abundantes como reiterativas. Ya se sabe: no boicotear un proceso que nunca se apoyó, evitar el triunfalismo por un éxito contingente, desechar una posible tentación populista, dar prueba de auténtico talante democrático, moderar las posturas, incluir las propuestas de los perdedores, respetar irrestrictamente los bordes constitucionales convenidos por los partidos políticos, hacer “gestos” valorables como, por ejemplo, ceder su legítimo derecho a presidir el Consejo, y más. El desiderátum es extenso. La pregunta que emerge plausible es: ¿se trata de analistas o “pautadores”? Los hay de izquierda (nueva y antigua), amarillos y no pocos de centro-algo. Resulta imaginable que, de haber contado antes con tan solícitos “expertos” como asesores, el Partido Republicano habría obtenido holgadamente mayoría absoluta en los comicios mencionados. A no dudar.

El asombro y la reacción post 7M parecen mostrar que, con escasas excepciones, la élite político-intelectual se halla perniciosamente distanciada de la realidad, se retroalimenta y ¿discute? íntimamente en una suerte de círculo infinito y hermético donde los hechos únicamente cuentan para validar, cuantas veces sean necesarias, un puñado de preconcepciones. Amarra sus conjeturas a una idea estereotipada del rival que ha ido construyendo hasta creérsela, la que no le permite entender por qué razón crece y se fortalece consistentemente. Lo de Republicanos, ha sostenido dicha élite, sería extremo, de nicho, nostálgico, donde resuenan ecos autoritarios, populista, reaccionario, hasta peligroso. Dígase en una voz políticamente correcta: “iliberal”. A la “minoría selecta” le quedarían, así, dos alternativas (que son el cara y sello de la misma moneda): una, centrarse en sostener que la voluntad popular, siempre fundamental e infalible cuando favorece a las corrientes de su preferencia, ahora resulta desestimable al tiempo que se equivoca rotundamente; y la otra, enfocarse en rayar la cancha para intentar hacer que el contendor se comporte como supuestamente tendría que hacerlo uno de los suyos. A eso se ha dedicado.

Por Álvaro Pezoa, ingeniero comercial y doctor en Filosofía

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