Columna de Carlos J. García: Política fiscal en el largo plazo



Hoy el país no solo enfrenta los desafíos de la desigualdad que históricamente se han discutido, y que se recogen en parte en la reforma tributaria del gobierno, sino otros nuevos que plantean desafíos fundamentales a nuestra sociedad. Estos son la robotización y el calentamiento global, para los cuales necesitaremos muchos más recursos que los planteados en el nuevo pacto de la reforma tributaria.

Las necesidades y prioridades del gasto planteado por la autoridad son todas muy válidas e importantes para el ciudadano común, pero mantienen la estrategia asistencialista de los últimos 50 años. Así, con dos puntos extras de recaudación sobre el PIB o lo que sea, es probable que se alcancen a financiar un buen número de ellas. Por otro lado, también es destacable el esfuerzo para reformar el Estado e impulsar la eficiencia y transparencia del gasto fiscal, para acallar las típicas críticas -algunas válidas y otras solo creencias- del mal uso de éste. Sin embargo, lo que se podría recaudar en esta reforma, y luego gastar en un sinnúmero de programas, no cambiará probablemente el destino de nuestro país en las próximas décadas.

Según mis cálculos, la robotización reemplazará a cerca de un 8% del empleo de medianas y bajas habilidades en una década, dejando marcas permanentes en la distribución de la riqueza y aumentando aún más las diferencias de género, puesto que muchas mujeres ejercen este tipo de trabajo. Los efectos no se detendrán y se profundizarán en el mediano plazo (40 años), en caso de que no se tomen las medidas adecuadas sobre la calidad del capital humano de nuestro país. En caso contrario, este será un obstáculo real para llegar a ser un país desarrollado.

¿Son estos resultados solo ciencia ficción barata del tipo película de segunda clase de Hollywood? Basta con observar lo que es posible hacer con la Inteligencia Artificial para darse cuenta de que la robotización y tecnologías similares golpearán nuestras vidas en forma dramática. Esta no es una situación particular que enfrentará Chile, sino también muchas otras economías pequeñas de ingresos medianos y altos, debilitando además la situación financiera y los equilibrios macroeconómicos de estos países.

La crisis climática es otro desafío fundamental. Mis cálculos, basados en datos más bien conservadores, indican que los alimentos subirán de precios en un 25% en términos reales en los próximos años y décadas, básicamente por los esfuerzos de mitigación de esta crisis. En este escenario conservador, en que se logra detener el calentamiento global en los próximos 30 años, el gasto de la población chilena en alimentación se incrementará (aproximadamente en un 8%), concentrándose fuertemente en los primeros tres quintiles. Todo esto, sin considerar los costos de desertificación e inundaciones, y que la crisis se desate sin vuelta atrás.

En resumen, nuestra generación está contando los pesos en forma mezquina para financiar uno u otro programa, con un impuesto más o menos. Ojalá que se puedan obtener los recursos para esos programas sociales que el gobierno ha priorizado, pero las autoridades, empresarios y trabajadores debieran sentarse seriamente a pensar en el destino de nuestro país e impulsar políticas públicas de niveles impensados ante la severidad de los desafíos que enfrentaremos.

Por Carlos J. García, académico Facultad de Economía y Negocios Universidad Alberto Hurtado

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.