Columna de Gonzalo Cordero: La hora de la verdad

Congreso de Santiago


Una de mis películas favoritas del cine clásico es “A la hora señalada”, protagonizada por Gary Cooper y Grace Kelly, un western cuyo argumento principal es el sacrificio que impone seguir la propia conciencia, al mismo tiempo que la necesidad de asumir que llega un momento en que se nos plantea como un dilema inevitable que nadie puede huir siempre de su destino, que es más o menos lo mismo que decir que algún día tienes que dejar de intentar eludir lo que verdaderamente eres.

La izquierda y la derecha, cada una a su manera, están llegando a ese momento como consecuencia del proceso que nos lleve a una “nueva” Constitución; y uso el adjetivo entre comillas, porque entraña un equívoco que, hasta ahora, hemos preferido ignorar. Para ambos sectores significa algo completamente diferente: mientras para el PC, el Frente Amplio, y probablemente para una parte del socialismo, se trataría de un texto que rompa con las instituciones fundamentales de nuestra tradición constitucional, para el resto del espectro político, y fundamentalmente para la centroderecha, es una renovación, una puesta al día de esas instituciones, con las adiciones que esta época y nuestro nivel de desarrollo sugieren.

Al dar a conocer los bordes que Chile Vamos propone para la nueva etapa del proceso constituyente, Jaime Bassa dijo en Twitter que esto “deja claro que no habrá nueva Constitución. Quizás un texto con otra redacción. Quizás una Constitución, ahora sí, legítima. Pero ‘nueva’, no”. Omite decir, eso sí, que su idea de una “nueva” Constitución ya se le propuso al país y la rechazó de manera abrumadora. Para la izquierda, eso, y solo eso, es una nueva Constitución; cualquier cosa que se apruebe y que se enmarque en las instituciones que cultural y políticamente conforman nuestra tradición seguirá siendo objetada por ellos como expresión de lo que los poderosos han impuesto gracias al engaño y su control de los medios.

La centroderecha, generalmente inclinada a intentar eludir el fondo de los problemas en función de las encuestas, ha dicho compartir el objetivo de buscar una “buena y nueva” Constitución, sugiriendo implícitamente que la diferencia estaría en su calidad, pero el atributo de la novedad sería compartido. La reacción a su propuesta de bordes le está mostrando que eso no es así, que hay una diferencia radical en la manera en que se entiende la expresión “nueva”. Por lo mismo, a poco andar descubrirá también que su pretensión de cerrar el tema constitucional mediante este proceso era completamente ilusa.

A la izquierda, a la derecha, al centro, a los que se identifican con la ex Concertación, a todos se les acaba el espacio para las fintas, para frases ingeniosas o para refugiarse tras supuestos expertos, y probablemente será la izquierda dogmática, como casi siempre, la que trace la línea, y cada uno deberá asumir si está con nuestra democracia e instituciones o con la “nueva Constitución”. Siempre fue esto, empecemos a asumirlo, porque llegó la hora de la verdad.

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