Columna de Pablo Ortúzar: La ministra no conoce la República



La ministra del Interior, Izkia Siches, se disculpó “en espíritu republicano” por haber acusado, en base a información falsa, a su par del gobierno anterior de haber realizado algo así como un vuelo de deportación ficticio. Estas acusaciones las hizo ante la Comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados en un tono absolutamente incompatible, justamente, con su investidura republicana. Pero sus dardos no sólo apuntaron al ministro anterior: Siches también señaló que “si nosotros hiciéramos eso sería portada de La Segunda el mismo día, así que mis felicitaciones al gobierno anterior, porque tuvo la capacidad de tapar esto con tierra no sé cómo”. Luego de que quedara en evidencia la falsedad de sus descargos, sin embargo, no ofreció disculpas públicas al medio.

De esta manera, dos pilares del orden republicano fueron dañados por la acción de la ministra: la dignidad de su cargo y la libertad de prensa. En cuanto al primero, pasa que a las generaciones jóvenes, acostumbradas a la sobreexposición hedonista en redes sociales, les cuesta entender lo valioso del ejercicio impersonal y profesional de una función pública. Una República de ciudadanos libres e iguales se sostiene en la idea de que los cargos fundamentales para asegurar su operación y permanencia puedan ser ejercidos por cualquiera convocado a hacerlo. Quien busque aportar demasiado de su personalidad, intimidad y espontaneidad a cualquiera de estos cargos, lo daña, lo privatiza, lo apropia. Y, al mismo tiempo, deja expuesta su vida privada y la de sus seres queridos a los rigores de la disputa política. En suma, daña el carácter público de su oficina, al tiempo que lesiona la privacidad de su intimidad. De ahí que Siches nunca debió imaginar su rol como el de una madre de los demás ciudadanos. El infeliz al que le pareció divertido exponer imágenes del senador Jorge Pizarro en su terraza es la contracara del político que hace campaña en base a “caer bien” exponiendo su privacidad. Recuperar y defender la impersonalidad profesional de los roles políticos desde las garras del pornocapitalismo de espectáculo es fundamental para proteger nuestra República. Ojalá Siches, así como las demás autoridades, tomen nota de ello.

En relación a la libertad de prensa, es grave que una ministra de Estado ridiculice públicamente, sin aducir motivo alguno, a un medio de comunicación. También que insinúe -si entiendo bien- que el gobierno anterior habría sido capaz de cubrir un hecho escandaloso porque la prensa lo favorecía. Este tipo de declaraciones son propias de liderazgos demagógicos y autoritarios como los de Trump, Chávez, Ortega, Cristina Fernández o Correa. Para peor, se suma a los ataques conspiranoicos contra medios y periodistas por parte de sectores de izquierda de la Convención Constitucional, que han decidido culpar al empedrado comunicacional de todos sus males, sin especificar sus acusaciones.

La llamada “posverdad” consiste, por un lado, en las “noticias” falsas al gusto del cliente -de las que ningún medio real se hace responsable- que circulan en redes sociales. Pero también consiste, por otro, en los ataques de políticos y activistas contra la prensa establecida acusándola de manipular la verdad, sin pruebas concretas de ello. La combinación de ambas dinámicas destruye el periodismo profesional, poniéndolo al mismo nivel que cualquier chisme malintencionado. Y eso equivale, en los hechos, a la destrucción del cuarto poder y su rol fundamental como contrapeso de los demás. Es impresentable que la segunda autoridad de un gobierno democrático se haga parte de este asedio.

Para peor, Siches apunta al resto con el dedo justo en un momento en que su desempeño anterior como presidenta del Colegio Médico comienza a ser escrutado debido a la aparente intención política de muchas de sus críticas al manejo de la pandemia del gobierno anterior. ¿Cómo se explica que todo el cuento del “cortocircuito” y el “Covid cero” pasara a mejor vida apenas cambió de color político el gobierno? ¿Jugaron políticamente con estos temas, tal como parece haber hecho el Colegio de Profesores con la vuelta a clases presenciales? ¿No sería ese, realmente, un caso grave de manipulación y abuso de la fe pública?

Para poder apelar al espíritu republicano hay que entenderlo y tratar de vivirlo primero. En ese sentido, ojalá la ministra Siches pudiera adquirir una copia de Los deberes, de Cicerón, y, entre urgencia y urgencia, hacerle espacio a una voz perenne. Mejor asesor no va a encontrar.

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