Columna de Ricardo Abuauad y Frederic Bonnet: Santiago, una visión desde afuera



¿Qué tan grave es la situación de Santiago; qué tan obvia para alguien que lo ve desde afuera? Invitado como expositor a la última Bienal de Arquitectura, Frédéric Bonnet, Gran Premio del Urbanismo de Francia 2014, conoce bien Santiago. Con una obra reconocida internacionalmente, su visita a Chile en enero fue también ocasión de volver a recorrer, esta vez post estallido y pandemia. La oportunidad de contar con la mirada de un ojo externo y experto no debe desperdiciarse. Aquí una síntesis que quiso compartir:

“Este enero fue mi quinta vez en Santiago. Diez años atrás, recorrí ingenuamente más de cien kilómetros en bicicleta, desde La Florida y Las Condes hasta el borde del aeropuerto. Como arquitecto y urbanista, experimenté los contrastes entre el césped bien regado y la tierra abandonada, lo árido y lo verde, entre la pobreza acogedora y la opulencia bien ordenada. Trabajando más tarde en el concurso del Mercado Central, interfaz entre Santiago, Independencia y Recoleta, quedé fascinado: a pesar de la desigualdad, la ciudad era aquí el receptáculo de lo común, de la mezcla, de una vivacidad prodigiosa, intensamente habitada. De Baquedano a República, la verdadera ciudad, cuyas tensiones se podían comprender, parecía sin embargo acoger en su seno la diversidad de todo un país; un espacio público unificador, en el sentido noble, lejos del abandono de los barrios periféricos o de los confines exclusivos de los condominios. Esto era así hace seis años; pero lo que vi ahora me espantó: además de la terrible huella del clima en los árboles resecos de la ribera del Mapocho, este barrio antaño compartido se ha convertido en un campamento atrincherado, los estigmas de una guerra han cerrado las fachadas, alejado los comercios, matado la vida ciudadana, alterado el patrimonio; aunque, a pesar de todo, algunos vecinos sigan frecuentando aquí y allá los parques y las tiendas de comestibles, cuyas puertas metálicas se cierran por la noche. Es una tragedia, pero también una esperanza. La cicatriz que nacerá de ese sacrificio será el signo de una nueva etapa para Santiago. ¡Qué desafío!”.

Su diagnóstico, bien informado, es claro: la situación basta para alarmar incluso a alguien como él, habituado a situaciones complejas que constituyen la razón por la cual distintas ciudades del mundo convocan a un urbanista. Lo que vio aquí, mezcla de violencia, abandono y cambio climático, salta a la vista, y ni las explicaciones indulgentes ni las acusaciones al empedrado ayudan. Pero quisiera detenerme en la frase final de su párrafo: hay esperanza. No se trata de una esperanza ingenua y cómoda que se sienta a esperar mejoras sin el esfuerzo que habrá que realizar, pero existe. La imagen de la cicatriz que plantea parece especialmente clara: después de esta enorme herida, nadie espera que la huella de lo ocurrido se borre, pero sí que sane. Será desde esa cicatriz, cuando cierre, que podremos recordar lo ocurrido en una nueva paz, esperemos que duradera.

Por Ricardo Abuauad, decano Campus Creativo UNAB y profesor UC, y Frederic Bonnet, arquitecto, Gran Premio del Urbanismo de Francia 2014

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