Némesis
La de esta semana debía ser la última cadena nacional del Presidente Gabriel Boric explicando el proyecto de presupuestos para el año entrante.
En cambio, resultó ser su primer discurso en un rol que parece empezar a ensayar: el de líder de la oposición.
Boric usó la cadena para atacar directamente una de las propuestas más polémicas del candidato José Antonio Kast.
“Es irresponsable, además de indeseable, la propuesta de recortar 6.000 millones de dólares de gasto que algunos han levantado sin decir de dónde pretenden hacerlo”, dijo Boric. Y preguntó: “¿Acaso van a echar abajo beneficios sociales? Es imposible recortar 6.000 millones de dólares sin afectar derechos sociales como la PGU”.
Fue un momento extraordinario, que opacó cualquier otro anuncio de su discurso.
Y ha sido criticado, con justa razón, como un exceso impropio de una cadena nacional.
Las cadenas nacionales se basan en un compromiso implícito. Los medios de comunicación entregan un privilegio inaudito a una persona: el monopolio de la comunicación masiva, poniendo a su disposición a varios millones de auditores, y bloqueando por algunos minutos toda su programación para que la atención del país completo se centre en las palabras del Presidente.
El entendimiento tácito es que ese privilegio será usado por el Jefe de Estado para actuar en su calidad de tal, comunicando una noticia relevante, dirigiéndose a la ciudadanía en un momento crítico, como un desastre natural, o explicando proyectos cruciales para el funcionamiento del país, como la Ley de Presupuestos.
Cuando, en cambio, se utiliza ese privilegio para intervenir en una campaña política, se está cometiendo un abuso de poder.
Abusar del monopolio de la comunicación que le entrega una cadena nacional, en razón de su cargo, para entrar en la discusión entre candidatos de una campaña, solo degrada a la institución presidencial y sus herramientas de comunicación.
Pero la intervención de Boric también es llamativa por otra razón: es evidente que, lejos de perjudicar al candidato a quien apunta, le favorece. Boric le hizo un favor a Kast al atacarlo en un momento de gran exposición, en vivo y en directo, frente a todo el país.
¿Por qué?
Kast está complicado. Según Cadem, lleva seis semanas consecutivas cayendo un punto semanal, en una continua erosión que ha permitido a Jeannette Jara despegarse en el primer lugar, y a Evelyn Matthei acercarse al republicano. Otras encuestas muestran un panorama similar.
Y he aquí que Boric le entrega un regalo inesperado. Para un candidato de oposición, tener un enfrentamiento directo con un presidente impopular es la gloria. De hecho, los candidatos suelen buscarlo infructuosamente, porque saben que un conflicto como ese da aura presidencial, despega del pelotón del resto de los candidatos y entroniza como líder opositor.
Tal como ha ocurrido en las últimas tres campañas, ser el candidato oficialista es una maldición. Matthei en 2013, Guillier en 2017 y Sichel en 2021 debieron cargar el mismo peso.
En cambio, ser percibido como el líder de la oposición es el boleto a La Moneda; así pasó con Bachelet, Piñera y con el mismo Boric, quien en su campaña buscó en todo momento enfrentarse al impopular presidente Piñera (“Señor Piñera, está avisado”).
Por eso, Kast durante la campaña ha apuntado continuamente contra Boric.
Y ahora, Boric le entregó ese enfrentamiento envuelto en papel de regalo a Kast.
De hecho, Kast se aferró a la crítica presidencial como un náufrago a un salvavidas. Le respondió con duros términos, agrandando la polémica para aprovechar la oportunidad y dejar fuera de juego a Matthei y al resto de los candidatos opositores.
¿Fue un error de Boric, entonces?
No. No fue una improvisación desafortunada. Se trató de un discurso en cadena nacional, que se supone pensado, revisado y pulido por él y su equipo de asesores.
Tampoco es que el Presidente desconozca esta mecánica. De hecho, en la campaña del segundo plebiscito constituyente, de 2023, Kast hizo denodados esfuerzos por confrontarlo, para provocar a Boric a participar en la campaña y así convertir ese plebiscito en un referéndum sobre el Presidente.
Boric, disciplinadamente, jamás pisó el palito. Se mantuvo al margen de la contienda, y el proyecto republicano naufragó.
Si no fue por error, por ignorancia o por impericia, solo queda pensar que lo de Boric es una estrategia.
Un intento deliberado de confrontar directamente a Kast, aun sabiendo que esa confrontación probablemente beneficie a su sempiterno rival.
Y es que, al levantar a Kast, Boric sabe que se está levantando a sí mismo.
Una victoria de Evelyn Matthei revolvería las aguas en el progresismo. Ese resultado amenazaría con reflotar los bloques tradicionales de Chile Vamos y Concertación; validaría en retrospectiva el posicionamiento más centrista de Tohá, y abriría una disputa por la hegemonía de la izquierda.
Si Kast es el próximo presidente, en cambio (el escenario más probable al día de hoy), la necesidad de enfrentar a un gobierno de derecha radical daría alas a los grupos más duros dentro de la izquierda.
Un Kast ganador ayuda, en otras palabras, a que el eje de la izquierda siga anclado en el Frente Amplio y no se mueva hacia la ex-Concertación.
Y en ese escenario, sin duda, Boric es el mejor posicionado para liderar a la izquierda. Boric podrá decir que él ya le ganó una vez a Kast, y por paliza, en esa segunda vuelta de 2021. Sería, así, el más adecuado para enfrentarlo otra vez, ahora desde la trinchera opositora.
Al plantearse desde ya como su más duro contradictor, el Presidente pavimenta su camino político desde el 12 de marzo de 2026.
Boric es la némesis de Kast. Y ese parece ser el papel que ahora comienza a ensayar.
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