Oposición con respirador mecánico

19 DE NOVIEMBRE DE 2019/VALPARAISO Bancada Frente Amplio, en el hemiciclo de la cámara de diputados del congreso nacional del Valparaiso FOTO:PABLO OVALLE ISASMENDI /AGENCIAUNO


Por Mario Waissbluth, Centro de Sistemas Públicos Universidad de Chile

Lo que uno (siempre iluso) esperaría de cualquier partido político es que (1) proponga una visión atractiva de futuro para su país, así como un conjunto de valores fundamentales para sus ciudadanos; (2) proponga proyectos concretos y viables para ejecutar total o parcialmente en los ciclos electorales inmediatos, consistentes con esa visión; y (3) organice transparente y democráticamente a sus integrantes adultos y jóvenes en torno a la vida de su organización.

Si se revisa la historia reciente de Chile, hace 20 años que no existe ningún partido o agrupación política, desde la extrema izquierda a la extrema derecha, que cumpla con estos requisitos. Incluso los de surgimiento reciente, como el Frente Amplio en un lado, el Partido Republicano y Evópoli en el otro, tampoco lo han logrado. Los ofertones populistas, las “peleas callejeras de perros bravos”, los espectáculos circenses en la Cámara y en Twitter, y sobre todo la lógica de la disputa pequeña por el reparto de cuotas de poder electoral y pitutos, han sido la tónica generalizada. Hay excepciones, personas con visión de estado, pero son pocas. Por algo la confianza de la ciudadanía en los partidos políticos y el Congreso ha caído a niveles vergonzosos del 2 o 3%. Pero no se sonrojan siquiera.

Esto no ocurre porque sean tontos, vagos o inmorales, como algunos presuponen. Esa sería la explicación simplona. En los 90, las izquierdas vivían su gran epopeya de recuperación de la democracia como proyecto común, y las derechas vivían la suya, todavía anclada en el pasado, de defensa de la imagen de Pinochet para evitar que los tanques rusos circularan por la Alameda. Eso se ha ido diluyendo. El golpe mortal llegó el 2005, con los períodos presidenciales de 4 años sin reelección y para peor con elecciones municipales al medio, más encima con reelección eterna en el Congreso y los municipios. Junto a la pérdida de epopeyas, llegó la carrera desesperada por aferrarse a los proyectos personales. Los parlamentarios y alcaldes se convirtieron en pymes dedicadas a su reelección como propósito central, y el marketing populista pasó a ser una herramienta esencial.

Lo que hoy llamamos Oposición, desde la ex Concertación al PC y FA, está pasando por su peor momento en 30 años. En dos ocasiones se las han arreglado para entregarle el gobierno a la derecha a punta de ineptitudes. Ricardo Lagos ahora les produjo un sofoco cuando anunció con toda razón que la oposición no está dando el ancho. Las desarticulaciones (perdiendo las testeras de la Cámara de manera casi hilarante), las iniciativas de ley espurias e inconstitucionales, las posturas oportunistas tanto durante el estallido social como ahora en la pandemia, la carencia de propuestas económicas y sociales coherentes y factibles, permiten afirmar que la oposición está con coronavirus y respirador mecánico. Pronóstico reservado.

Con todo, la combinación de estallido con pandemia está generando luces al final del túnel, que permiten un cierto optimismo político, aunque sea en un grave escenario económico. Muchos de los derechistas más recalcitrantes están comenzando a aceptar, aunque sea a regañadientes, que su modelito neoliberal extremo “made in Chicago” no resistió análisis ni el paso del tiempo, y que tarde o temprano necesitaremos uno nuevo, “made in New Zealand”, Canadá o Dinamarca, lo cual le está dando renovada fuerza a los sectores de lo que pudiera llamarse la centro izquierda sensata, alejada de veleidades añejas del Siglo XX.

Si de toda esta revoltura emergiera un nuevo pacto político para generar un orgulloso proyecto de carácter socialdemocrático, con un aparato de estado serio y responsable, para administrar los ingentes recursos que serán necesarios para la reconstrucción de un país que hoy está herido en el ala, todos los pesares habrán valido la pena.

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