Repensar la política habitacional
La última entrega de datos del Censo respecto de Vivienda y Hogares nos vuelve a sorprender positivamente con sus resultados, sobre todo respecto a sus tipos y materialidad.
Ya sabíamos que hay 6,7 millones viviendas ocupadas (con moradores presentes y ausentes), y 907 mil viviendas desocupadas, lo que da un total de 7,6 millones de viviendas censadas. A esa información, se le agregó que, de las viviendas particulares con moradores presentes, cinco millones son casas y 1,3 millones (20%) son departamentos; y solo 20 mil, mediaguas (0,3%), mientras que el 2002 eran 141 mil (3,6%). Además, de acuerdo a la caracterización del Censo 2024 solo un 1,1% de las viviendas censadas son irrecuperables, considerando que en 2002 eran el 4%. Por otra parte, la medida de hacinamiento crítico (cinco o más personas por dormitorio), disminuyó a 57 mil viviendas (0,3%), mientras que hace 23 años eran 90 mil (2,3%).
Sobre los hogares con vivienda arrendada, vemos que se va consolidando esta opción, probablemente por el incremento de los precios de la vivienda. Ya estamos en 26,2% de los hogares con vivienda arrendada, cerca de 500 mil.
Frente a estos datos, surgen una serie de interrogantes que debemos intentar responder para llevar adelante una política de vivienda en sintonía con los tiempos y la realidad que vivimos hoy.
Una de ellas, quizás la más importante, es: ¿Cuál es el déficit real que hoy tenemos de vivienda en Chile? Sabemos que el cálculo más detallado del déficit de vivienda a partir del Censo lo realiza el Ministerio de Vivienda, una vez publicados los datos del Censo y con una metodología que lo hace comparable con los datos de los recuentos anteriores. Ya el 2017, el dato del déficit de vivienda publicado por el Minvu era de 473 mil viviendas. Los últimos resultados presentados nos hacen pensar que el déficit 2024 podría ser menor a ese número. De esta manera, la cifra contrasta con las que se han manejado en las últimas discusiones de vivienda, que según las fórmulas de cálculos varía entre 552 mil, 650 mil e, incluso, más que eso.
Otras preguntas que surgen, y que también es clave responder se refieren a ¿qué haremos con los actuales programas de subsidio ante esta nueva realidad de vivienda y hogares que hemos conocido por el Censo? ¿No debiéramos pensar en un sistema unificado de subsidio que considere alternativas de acceso a la vivienda tanto en arriendo como en propiedad? Si fuese así, en el arriendo se requeriría potenciar más decididamente los programas de subsidio a la oferta de viviendas en arriendo tal como lo ha hecho el Minvu desde 2017, y que complementan la exitosa (pero aún incipiente) política de subsidio a la demanda de arriendo (D.S.52). Y para la vivienda en propiedad, ¿habría que repensar el esquema ahorro-subsidio-crédito hipotecario, por uno que permita a las familias, según su ingreso, poder acceder a un crédito hipotecario que haga asequible una vivienda en propiedad, premiando el ahorro, y recibiendo un aporte del Estado a través del subsidio?
El llamado a repensar la política habitacional es urgente, centrándose en la realidad actual de las familias, los tipos de hogares y sus ingresos reales.
Por Benito Baranda Ferran y Felipe Arteaga Manieu, Fundación Invica
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