Paula

Las luces y sombras de Ignacia Baeza

Sin hacer ruido, Ignacia Baeza está construyendo una sólida carrera. Pero esa imagen de mujer fuerte que ha desplegado como villana y madre abnegada en las pantallas de TVN, y su belleza sin estridencias, se contrapone a la fragilidad que experimentó cuando sufrió de desórdenes alimenticios y el miedo que le tiene a una mala vejez. Aquí, la determinación y los temores de una actriz en ascenso.

Paula 1119. Sábado 13 de abril 2013.

Jamás tuvo ni media duda de que sería actriz. Lo supo desde chica y lo confirmó cuando por primera vez vio en escena a La Troppa, miró a su alrededor y ninguna de sus compañeras de colegio, el Villa María, estaba tan emocionada como ella. Con esa certeza estudió Teatro en la Universidad Finis Terrae y con esa misma seguridad Ignacia Baeza (29) llegó en 2008 a Canal 13 para interpretar a Chantal Acevedo, la hija en la ficción de Carolina Arregui en Don Amor. Actualmente es parte del área dramática de TVN donde ha reincidido en papeles de malvada, de mujer fría, pero con distintas frecuencias, siempre convincente y clave en el desarrollo de las tramas. Media mosca muerta en Témpano (2011) y loca de atar en Reserva de familia (2012). Hace unas semanas es la protagonista de Solamente Julia, su primera producción en horario de las 14:30 horas, donde interpreta a Ángela, la mujer del personaje de Felipe Braun, abnegada madre que defenderá al límite su estabilidad familiar frente a la llegada de Julia, la empleada de la casa.

Esa determinación vocacional y frente a la cámara de Baeza contrasta con el bajo perfil que cultiva, sus miedos y un pasado cargado de inseguridades respecto de su físico y que ha sabido superar.

¿Cómo ha sido tu relación con tu físico?

He aprendido a quererme. Tengo un marido al que amo profundamente y que me ama y, con que me encuentre bonita, estoy. También he aprendido a mirarme y a decir 'igual tengo lo mío'. Me hubiera gustado ser más alta, me hubiera gustado tener más pechugas, pero ya me acepté y me di cuenta de que ser bonita no es lo más importante. Es algo pasajero.

"En el colegio cometían el error de llevarnos a todas a pesarnos después del verano, lo que generó que hubiera mucha anorexia dando vuelta".

Cuando estabas en la pubertad ¿tuviste alguna vez problemas de autoestima?

Sí, heavy. Era insegura y tenía la autoestima súper baja. En un colegio de puras mujeres, más encima, en el que aparecía un hombre y era una especie de ataque de histeria, me costó harto. Me fui gustando mucho más de grande y me empezó a ir mucho mejor de grande. En la pubertad era horrenda, con frenillos, narigona. Siempre tuve complejos con mi nariz y los sigo teniendo. De los trece a los quince pinchar no fue lo mío, pero después sí. Y tuve mis pololos y mis historias. No lo pasé mal, pero era insegura y a la vez rebelde, entonces tenía una mezcla rara. Tuve una infancia difícil en ese sentido.

¿Qué te acompleja de tu nariz?

Me siento narigona, heavy. Me veo en la tele y lo único que veo es eso.

¿Y cómo has resuelto ese tema?

Entendiendo que no me voy a operar. Y que si me opero la nariz es más grande mi terror a que no quedara como quisiera, porque tampoco quiero una nariz respingada porque no soy yo. Ahora sé que mi nariz me da carácter. Y así he aprendido a quererla. Pero me cuesta. Veo las fotos y digo como… ay, qué linda, pero si tuviera otra nariz. Ese es mi punto débil.

En tu colegio ¿Existía mucha competencia?

Muchísima. En mi grupo de amigas son todas lindas. No competíamos entre nosotras, pero obviamente uno se compara. Y en el colegio cometían el error de llevarnos a todas a pesarnos después del verano, lo que generó que hubiera mucha anorexia dando vuelta.

¿Y tú siempre fuiste flaca?

Sí, siempre fui flaca e hiperactiva, pero obviamente que en esa situación entras a compararte, entonces si tú eras una persona segura, el solo hecho de que la de al lado te dijera 'yo estoy más flaca' te provocaba un sentimiento de 'ay, parece que ya no me gusto tanto', que obviamente era una estupidez.

¿Tuviste alguna vez problemas con eso?

Sí, tuve desórdenes alimenticios. Se lo atribuyo en un ciento por ciento a esa dinámica del colegio de mujer, a la vanidad, a la tontera. A creer que era bonito ser la más flaca, que obviamente hoy día no lo creo. Esa dinámica loca de creer que mientras más flaca tienes más onda. También estaban esos vacíos personales de una edad difícil. Soy la tercera de cuatro hermanos y creo que fue un llamado de atención. Siempre llamé la atención. Me gustaba y la necesitaba. Por eso era rebelde y me teñía el pelo, y si no podía llegar con el

pelo rojo me lo teñía morado. En cierta forma haber llegado a una flacura extrema fue una forma de decir 'aquí estoy'.

¿Cómo saliste de eso?

Tuve una salida rápida porque fui a una excelente terapia con siquiatras, y gracias a mi familia, que es increíble y que se portó demasiado bien conmigo. Yo creo que la gente que se queda pegada es claramente gente que no se trata bien.

¿Cuál es la reflexión que tienes ahora respecto de esa etapa?

Me gusta la flacura, pero la flacura sana. Tuve que entender que la flacura anoréxica no es linda. Fue una tontera; la peor tontera que uno puede hacer, porque es un atentado contra tu cuerpo, es casi una especie de suicidio.

BELLEZA Y TELEVISIÓN

¿Qué opinas de los cánones de belleza en la televisión?

Entiendo que hay mujeres como la Josefina Montané, que obviamente es impresionante. Guapa, guapa, guapa. Pero veo a la Amparo Noguera y la encuentro igual de guapa. Creo que cada una tiene lo suyo. Pero sí, si tú miras, por lo menos 90% de las mujeres que están en televisión algo tienen. Las niñas feas según los cánones tradicionales no sé si entran.

¿Y crees que eso te ayudó a ti para entrar a la televisión?

Sí, obvio que sí.

¿Ves una relación directa entre trabajar en televisión y ser linda?

Absolutamente. Y es porque en la televisión es todo mentira, entonces entiendo que obviamente la gente quiere algo agradable que mirar. Obviamente hay actores que son feos y que son los mejores actores del mundo, pero son muy pocos los que lograron quedarse en la tele. Esto hace que haya malos actores, pero que son lindos. Y que haya buenos actores que no están con pega. Eso me parece injusto.

"Me asusta envejecer. Mucho. Me da miedo. Me da miedo la soledad. Me dan miedo las arrugas, me da miedo perder la cabeza. Y el cuerpo. Lo encuentro heavy. Ojalá pudiera dormirme en esa etapa o no llegar a sufrir eso".

Existe una teoría respecto al capital erótico que tienen las mujeres, que está relacionado a la belleza y al poder de ser mujer. ¿Le has sacado partido alguna vez a eso?

Sí, le saco partido.

¿En qué situaciones?

Cuando estoy frente a la persona que quiero, para conquistar a esa persona. Ahí uno explota su mejor lado. Con mi marido trato siempre de preocuparme y gustarle. Nunca me he dejado estar, eso sería lo peor. Estoy casada hace un año y medio y me preocupo harto de verme bien, de estar bien, de seguir siendo linda para él. De explotar toda mi sensualidad con él.

¿Y en situaciones cotidianas? Por ejemplo si te paran los carabineros.

Sí, por supuesto. Ahí aplico mucha sonrisa. Soy una persona que sonríe mucho. Y con eso conquisto a harta gente, en el buen sentido. Caigo bien y me preocupo de siempre sonreír. Voy al canal y los señores me saludan porque soy simpática.

¿Qué te pasa con envejecer?

Me asusta envejecer. Mucho. Me da miedo.

¿Y qué te da miedo?

Todo. Me da miedo la soledad, me dan miedo las arrugas, me da miedo perder la cabeza. Y el cuerpo. Lo encuentro heavy. Ojalá pudiera dormirme en esa etapa o no llegar a sufrir eso. Le tengo terror a la mala vejez. Y uno no sabe cómo te va a tocar aunque uno trata de hacer las cosas bien. Yo era fumadora y dejé el cigarro hace tres meses y en gran parte le dije chao porque no quiero ser una vieja fumadora.

Los miedos hablan de la intensidad.

Absolutamente. Y soy intensa en todo: en los sentimientos, en mi relación con las personas, en mi relación con mi familia, en mis miedos. Soy muy miedosa. Les tengo pánico y fobia a los gatos, le tengo terror a la muerte, terror a perder. Una vez le decía a mi marido que me daba miedo amar tanto sabiendo que podía perderlo. Todo eso me da miedo. Y eso me ha costado en mis relaciones. Sufro en el sentido de que siempre me pongo en el peor de los escenarios. Pero como temo, vivo y como peleo, amo. Por eso creo que no podría hacer otra cosa que no fuera actuar.

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