Niños, niñas y pobreza




La última encuesta CASEN, publicada hace unos días, nos muestra que la pobreza en nuestro país ha alcanzado su nivel más bajo histórico, recuperando la tendencia que se estaba dando hasta antes de la pandemia. Sin duda, ésta es una muy buena noticia, sin embargo, no pueden dejar de preocuparnos las brechas que aún siguen existiendo para algunos grupos de la población y que es necesario visibilizar. Y es que, si bien el 6.5% de las personas en Chile vive en pobreza, el 12,2 % de los niños y niñas menores de tres años son pobres. Esto no nos puede dejar indiferentes, es prácticamente el doble.

Así, la brecha se mantiene a pesar de la disminución de la pobreza, siendo los niños y niñas, los más vulnerables de los vulnerables; los principales afectados. Preocupante además, es que esto se extiende a niños y niñas mayores, incluso a adolescentes, que pertenecen fundamentalmente a hogares con jefatura femenina. Podemos incluso anticiparnos a los resultados que se publicarán en relación al creciente número de hogares monoparentales liderados por una mujer y que se encuentran bajo la línea de la pobreza. En la CASEN anterior, junto con los niños y niñas, estos hogares protagonizaron los más altos índices de pobreza en Chile.

Entonces, aunque existen avances en relación al abordaje de la pobreza en nuestro país, ésta sigue teniendo rostro de mujer y de niño. Visibilizar la relación que existe entre estos dos grupos es crucial para poder prosperar en la disminución de brechas. Tratarlos por separado es un camino poco confiable, en tanto sabemos que son las mujeres las principales cuidadoras de los niños, especialmente, en la etapa de la crianza. Miles de ellas, en su mayoría madres, crían en condiciones de gran precariedad material, emocional y social sin las redes de apoyo suficientes. Esto deriva en una alta incidencia en pobreza y es ahí, sin lugar a dudas, donde necesitamos focalizar las políticas para la superación de ésta. Nada más ni nada menos que en el corazón de nuestra sociedad.

En este contexto, no sólo es importante, si no también urgente, que podamos centrar los esfuerzos en los primeros años de vida para impulsar el bienestar y desarrollo social. Eso implica preocuparnos de las familias que hoy están a cargo de la crianza de niños y niñas, particularmente de aquellas donde el nivel de vulnerabilidad es mayor. Sólo cuando esto suceda podremos celebrar la disminución de la pobreza con más entusiasmo.

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