Ana María Salinas, experta en parentalidad positiva: “Si no se interviene, la violencia se repite de generación en generación”
El reciente informe SITAN 2025 de UNICEF alerta que seis de cada diez niños en Chile sufre violencia en su hogar. Frente a esa realidad, la psicóloga impulsa la Terapia de Interacción entre Padres e Hijos (PCIT), un modelo que entrega herramientas prácticas para cambiar patrones de violencia y transformar, con pequeños gestos, la relación entre padres e hijos.
“La experiencia muestra que dedicar cada día solo unos minutos a jugar o conversar con los hijos, sin distracciones, puede marcar una gran diferencia”, asegura la psicóloga de Fundación Ciudad del Niño, Ana María Salinas, quien dirige el programa Terapia de Interacción entre Padres e Hijos (PCIT). Se trata de una intervención gratuita, con respaldo internacional, que busca fortalecer el apego y entregar herramientas de crianza positiva.
La relevancia de este enfoque se entiende al mirar el reciente informe SITAN 2025 de UNICEF: 6 de cada 10 niños en Chile sufre violencia en su hogar.
Ana María viene trabajando hace años con esta terapia y ha descubierto que es altamente efectiva para familias con niños de 2 años y medio a 7 años que presentan problemas de conducta o dificultades emocionales. Su particularidad es que el terapeuta guía y retroalimenta en vivo a los padres o adultos responsables mientras interactúan con sus hijos a través del juego, lo que permite cambios inmediatos en la relación.
“Los resultados en Chile han sido muy positivos: disminuyen las conductas disruptivas, mejora la regulación emocional de los niños y se fortalece el vínculo afectivo”, dice. Y no se trata de grandes cambios. Es más, este modelo muestra que cambios muy simples en la comunicación hacen una gran diferencia. “Una herramienta clave son los elogios específicos para reconocer logros y conductas positivas; no solo decir “bien hecho”, sino nombrar exactamente lo que valoramos (“gracias por esperar tu turno”); o aprender a dar instrucciones claras y breves, que los niños puedan seguir con éxito”, explica.
Según la experta, el aprendizaje más importante que ha evidenciado en la aplicación de este programa, es que las familias descubren que dedicar tiempo de calidad al juego con sus hijos es transformador; además, descubren que es posible poner límites sin recurrir a la violencia. “Los padres o adultos responsables recuperan confianza en sus capacidades, los niños logran mayor autocontrol y, lo más valioso, se fortalece el vínculo entre ambos. Hemos visto cómo las rutinas cotidianas se vuelven más positivas y cómo los hogares se transforman en espacios de mayor calma y afecto”.
- Parece ser una solución muy simple para un problema que no lo es tanto. ¿Por qué crees que esta terapia es tan efectiva?
Desde mi experiencia, programas como PCIT muestran que cuando damos a los padres herramientas concretas, es posible reducir significativamente la violencia en el hogar y mejorar el bienestar de los niños, niñas y de la familia en general. Creo que muchas veces el error es la falta de apoyos concretos para que las familias adopten prácticas más positivas y efectivas. Esto es especialmente relevante en la primera infancia. Chile ha avanzado en leyes y programas, pero seguimos sin priorizar el bienestar infantil como un eje central de las políticas públicas. Persisten patrones culturales donde se espera que las familias enfrenten solas la crianza, y eso deja a muchos niños y niñas expuestos.
Obviamente estos programas tienen que ir acompañados de un cambio cultural que deje atrás la idea de que “los niños aprenden a golpes”; y de políticas públicas que fortalezcan a las familias desde la primera infancia, garantizando acceso a apoyos parentales basados en evidencia.
- ¿Crees que aún persisten ese tipo de ideas?
El informe de la Unicef confirma lo que vemos día a día en la práctica clínica: muchos niños y niñas crecen en ambientes donde la violencia aún se normaliza.
- ¿Cómo impacta esto en su desarrollo?
Impacta profundamente en su desarrollo emocional y sus vínculos más importantes. La violencia no puede seguir considerándose una estrategia de crianza y es responsabilidad de toda la sociedad generar entornos seguros y protectores. Porque además, la evidencia muestra que la exposición a la violencia durante la infancia deja huellas profundas y, de no mediar intervenciones oportunas, tiende a perpetuarse de generación en generación.
- ¿Cuáles son esas huellas?
A corto plazo genera miedo, inseguridad y problemas de conducta; a largo plazo aumenta el riesgo de depresión, ansiedad, dificultades en el aprendizaje e incluso mayor vulnerabilidad a relaciones violentas en la adultez.
Sabemos, además, gracias a la neurociencia, que la exposición sostenida a la violencia afecta el desarrollo cerebral: altera áreas clave como el hipocampo y la amígdala, relacionadas con la memoria, la regulación emocional y la respuesta al estrés. Esto hace que los niños vivan en un estado de mayor alerta, con dificultades para concentrarse y aprender. En la adolescencia, estas huellas muchas veces se expresan en conductas de riesgo o en el consumo problemático de sustancias.
- Y respecto del castigo: ¿qué consecuencias deja como método de crianza?
Es muy dañino. Puede detener la conducta en el momento, pero no enseña autocontrol ni empatía; más bien genera resentimiento y miedo. La investigación internacional muestra que estos métodos se asocian con mayores problemas emocionales y conductas agresivas en la vida adulta. La crianza requiere límites claros, pero podemos enseñarlos de forma respetuosa y efectiva, sin recurrir a la violencia.
- ¿De eso se trata la “parentalidad positiva”?
Es criar desde el afecto, el respeto y la consistencia. Validar las emociones del niño, fomentar la autonomía y enseñar con el ejemplo. A diferencia de la crianza tradicional, no recurre al miedo ni a la violencia; y, a diferencia de la crianza permisiva, tampoco es ausencia de reglas. La parentalidad positiva establece límites claros, pero los transmite con respeto y sensibilidad.
- Si pudieras dar un solo consejo a las familias que hoy están enfrentando dificultades de crianza, ¿cuál sería?
Que no tengan miedo de pedir ayuda. La crianza es uno de los desafíos más grandes y no existe un manual único. Buscar acompañamiento profesional puede marcar una diferencia enorme. No es un signo de debilidad, sino un acto de amor hacia los hijos que va a tener un impacto en el corto y largo plazo en sus vidas.
Sobre PCIT
La Terapia de Interacción entre Padres e Hijos (PCIT) es un programa con más de 40 años de respaldo científico, presente en más de 20 países y pionero en Chile gracias a Fundación Ciudad del Niño, única experiencia activa en Latinoamérica.
Su metodología se basa en la observación en vivo y retroalimentación a los padres mientras interactúan con sus hijos, logrando cambios inmediatos: disminuyen las conductas disruptivas, mejora la regulación emocional y se fortalece el apego seguro.
Gratuito y con cupos disponibles, atiende a familias con niños de 2 años y medio a 7 años que enfrentan dificultades en la crianza. Postulación en este link, en Fundación Ciudad del Niño y más información en sus redes sociales (@fundacionciudaddelnino).
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