Paula

Los desafíos que persisten para erradicar el trabajo infantil en Chile

A 35 años de la ratificación de la Convención sobre los Derechos del Niño, en Chile cerca de medio millón de niñas, niños y adolescentes realizan algún tipo de trabajo infantil. Pese al compromiso internacional por garantizar una infancia protegida, muchos aún viven alejados de esa realidad. ¿Por qué trabajan las niñas, niños y adolescentes en Chile?

En 1990, Chile ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño: un tratado internacional que, en 54 artículos, busca proteger la infancia de niñas, niños y adolescentes para asegurar su desarrollo pleno. En esa misión, la erradicación del trabajo infantil está en la base: “El trabajo infantil afecta tanto a los niños, niñas y adolescentes como a la sociedad en su conjunto”, señala la oficial de Políticas Sociales de UNICEF Chile, Amanda Telias, y agrega: “los niños y niñas que trabajan hoy tienen menos oportunidades de desarrollar habilidades para empleos de calidad mañana, lo que influye en la productividad y el desarrollo económico del país”.

Pero, ¿por qué trabajan los niños en Chile? La Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA) realizada por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, con la colaboración del Ministerio del Trabajo y Previsión Social, el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y UNICEF, publicada en diciembre de 2024, arrojó que un 16% de las niñas y niños entre 5 y 17 años en Chile realiza algún tipo de trabajo infantil.

Según el instrumento, los niños en Chile trabajan por dos razones; económicas, participando en actividades como vender en ferias, trabajar en el campo o ayudar en negocios familiares —consideradas siempre trabajo infantil en menores de 15 años, mientras que entre los 15 y hasta los 17 años sólo cuando se realiza en condiciones peligrosas—; y responsabilidades domésticas, trabajo que comprende tareas como limpiar, cocinar, planchar o cuidar hermanos.

La EANNA encuestó directamente a más de 17.000 niñas y niños de entre 5 y 17 años de todo Chile, identificando dimensiones que suelen permanecer invisibles cuando se consulta sólo a los adultos responsables. “Lo que nos muestra la nueva versión de la EANNA es lo que muchas veces sucede en la casa, cuando una niña de 10 años lava, cuida, cocina y por hacerlo deja de ir al colegio”, dice Paloma Del Villar, directora del Observatorio Niñez Colunga.

Según el instrumento, un 12% de las niñas realiza trabajo doméstico, frente a un 10% de los niños. En el caso de las ocupaciones económicas, un 7% de los niños las realiza, en comparación con un 4% de las niñas.

“Es crucial intensificar las campañas de sensibilización y educación, informando a las comunidades y a los niños, niñas y adolescentes sobre sus derechos y el marco legal que les protege”, afirma Patricia Roa, Oficial de Programación de Cono Sur de la OIT.

Las cifras se acentúan cuando nos alejamos de las ciudades. En zonas rurales, el porcentaje de trabajo infantil se eleva a un 22%, es decir, a casi 1 de cada 4 niños. ¿Cuál es la explicación? “La educación rural en Chile está en crisis”, dice Catalina Littin, directora ejecutiva de la Fundación Superación de la Pobreza.

Según datos del Ministerio de Educación, Chile tiene más de 3 mil escuelas rurales, con cerca de 270 mil estudiantes, pero “los datos muestran que estas escuelas tienen una alta rotación de profesores, registran menores puntajes en el Simce y tienen dificultades para implementar con continuidad el currículo educativo. A esto, se suma que muchas de ellas sólo llegan hasta octavo básico, y que constantemente deben enfrentar su cierre”, agrega Littin.

Desde la OIT, Roa enfatiza que “una prioridad fundamental es la disminución de la deserción escolar y/o desempeño deficiente a través de políticas públicas que aseguren que los niños, niñas y adolescentes permanezcan en las aulas”.

“La experiencia internacional demuestra que erradicar el trabajo infantil es posible cuando se combinan protección social efectiva, servicios de cuidado especializados y control riguroso de las normas laborales”, agrega Telias desde UNICEF.

En la región, Brasil es un ejemplo a mirar. Mediante programas integrales con expansión de la educación preescolar, visitas domiciliarias focalizadas, y transferencias monetarias condicionadas, ha logrado avances concretos en la disminución del trabajo infantil.

“En Chile aún estamos lejos de garantizar el derecho al juego, al estudio y al descanso para todos los niños, niñas y adolescentes. Es importante que las mediciones se mantengan para saber cuántos niños, niñas y adolescentes se encuentran en esta situación”, puntualiza Paloma Del Villar, del Observatorio Niñez Colunga.

Un país donde las niñas y niños no trabajan es posible, pero exige el compromiso activo de todos los estamentos: desde las instituciones del Estado hasta el sector privado, las familias y la sociedad civil. Solo con voluntad política sostenida, inversión social y una cultura de protección integral podremos garantizar un futuro donde todos las niñas, niños y adolescentes vivan plenamente sus derechos.

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